Una nueva asociación entre Europa y África

Europa y África están inextricablemente vinculadas por la historia, la geografía y la economía. Hoy, garantizar un futuro pacífico y próspero en cada uno de los dos continentes demanda la cooperación de ambos, pero no en una relación donante‑suplicante como la que definió la “cooperación” en el pasado. En vez de eso, las dirigencias de uno y otro lado deben construir una relación estratégica igualitaria que beneficie a Europa tanto como a África, y a África tanto como a Europa.

Las dirigencias africana y europea deben comenzar a sentar los cimientos de esa relación, acordando una estrategia con visión de futuro para resolver los desequilibrios estructurales, aprovechar el impacto positivo de las migraciones y proveer beneficios tangibles a la población, especialmente la que ha quedado rezagada o es particularmente vulnerable al cambio climático. Y deben comprometerse con su implementación a largo plazo.

Los pilares de esa estrategia ya han sido identificados. Desde que el año pasado Friends of Europe, la Fundación Mo Ibrahim y ONE Campaign convocaron la formación del Grupo de Alto Nivel para la Unión Europea y África (del que somos miembros), este ha venido trabajando en la identificación de medidas esenciales para el progreso en áreas fundamentales de la formulación de políticas, y de este esfuerzo surgió un plan de acción en cuatro puntos para la creación de un futuro compartido más dinámico, igualitario y sostenible.

El primer paso es garantizar oportunidades adecuadas para los jóvenes. A fines de 2018, el desempleo juvenil (entre 15 y 24 años de edad) en la UE se situó en 14,8%. En África (el continente más joven del mundo) es todavía mayor: es probable que en el norte de África este año sea superior a 30%, con una probabilidad 3,5 veces mayor de desempleo para los jóvenes respecto de los adultos.

Europa y África deben trabajar juntas para evitar que la próxima generación (es decir, los 663 millones de personas de menos de 14 años que habrá en ambos continentes en 2020) corra la misma suerte. Para ello, la dirigencia debe fijar la meta concreta de garantizar que al menos el 20% de esos jóvenes (unos 130 millones de personas) tengan las habilidades necesarias para poder ser miembros efectivos de la fuerza laboral al alcanzar la edad de trabajar.

El cumplimiento de esta meta demandará invertir en sistemas educativos formales que enseñen las habilidades básicas (pensamiento crítico, solución de problemas y alfabetismo) y específicas (por ejemplo, en agricultura adaptada al clima) que los estudiantes necesitarán en un mercado laboral cambiante. También se necesitan herramientas digitales que reduzcan el costo de acceso y mejoren la rendición de cuentas, con especial atención a la eliminación de disparidades de género.

Además, hay que alentar el espíritu emprendedor. Pero para un funcionamiento eficaz de auténticas redes intercontinentales es necesario que las poblaciones de Europa y África internalicen el sentido de conexión y de futuro compartido. Por eso la segunda acción clave que hemos identificado es fomentar intercambios interpersonales, con la provisión de oportunidades de estudio en el extranjero a por lo menos 20 millones de personas. Los gobiernos deben invertir en una versión ampliada del programa Erasmus de la UE que incluya a los africanos, así como en programas culturales intercontinentales y redes formadas por trabajadores de la educación, la tecnología y las industrias creativas. Para facilitar el aprovechamiento compartido de habilidades sin arriesgarse a una fuga de cerebros, las dirigencias europea y africana también deben crear estructuras migratorias confiables y garantizar oportunidades de prosperar a quienes regresen a su país de origen.

Esto demanda el compromiso de las dirigencias africana y europea con otro objetivo clave: la creación de una infraestructura digital (hard y soft) o “e-frastructure” que dé servicio a no menos de 100 millones de personas. Una solución sería el aprovechamiento de fondos públicos para reducir el riesgo de las inversiones y así atraer la financiación privada. (Para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas, se necesitan estrategias similares que alienten al sector privado a realizar otras inversiones de impacto en África.)

Hay que iniciar inversiones en energía y conectividad (pilares de la prosperidad futura compartida) en los países que ya están listos para liderar en economía digital, facilitadas por un proceso de aprobación acelerado que ponga el acento en la calidad y en la relación costo‑beneficio. Y respaldadas por inversiones en capacitación y vínculos con el mercado, para que los emprendedores puedan aprovechar la nueva infraestructura para expandir sus empresas y crear los empleos que necesitan los africanos.

La cuarta y última medida que hemos identificado es un reinicio de la relación entre Europa y África que establezca la alianza geopolítica como máxima prioridad. En el contexto de una asociación igualitaria basada en el respeto mutuo y en un futuro compartido, Europa y África deben crear marcos jurídicos y regulatorios que faciliten la integración comercial intercontinental, aumenten la transparencia, refuercen la recaudación tributaria y mejoren las condiciones para la inversión. Esperamos que la Unión Africana y la UE designen dirigentes de alto nivel para que trabajen exclusivamente en el fortalecimiento de la asociación entre la UE y África.

África y Europa tienen ante sí una oportunidad de inversión conjunta enormemente atractiva, y para aprovecharla al máximo se necesitarán difíciles reformas y coordinación de políticas a gran escala, con participación de gobiernos, empresas y donantes. Si todos hacen su parte, los beneficios sociales prometen ser tan grandes como los económicos.

Ellen Johnson Sirleaf, a Nobel Peace Prize laureate, is a former president of the Republic of Liberia. Mo Ibrahim is Chair and Founder of the Mo Ibrahim Foundation. Etienne Davignon is a former vice president of the European Commission, President of Friends of Europe, and Belgium’s minister of state. Traducción: Esteban Flamini.

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