Una nueva economía para Oriente Próximo y el Norte de África

Una nueva economía para Oriente Próximo y el Norte de África

Los países de Oriente Próximo y África del Norte (MENA, por sus siglas en inglés) poseen todos los ingredientes que necesitan para dar el salto al futuro digital. Tienen poblaciones jóvenes numerosas y bien educadas que ya han adoptado a gran escala las nuevas tecnologías digitales y móviles. Es una combinación con un inmenso potencial para impulsar el crecimiento y la creación de empleos en el futuro. Pero, ¿lo hará?

El gasto público, históricamente el motor de desarrollo de la región, ha llegado a su límite. Puesto que ya no puede absorber la creciente cantidad de graduados universitarios, la región EMEA presenta en la actualidad una de las mayores tasas de desempleo juvenil del planeta.

La economía digital promete una nueva vía hacia adelante, pero todavía está en su infancia, y las nuevas generaciones enfrentan obstáculos para darle un uso productivo. Aunque la internet y los aparatos móviles se pueden ver en toda la región, se usan para acceder a las redes sociales, más que para lanzar nuevos emprendimientos.

Sin embargo, hay semillas que han comenzado a brotar. Por ejemplo, la app de transporte compartido Careem ha crecido desde ser un emprendimiento emergente hasta una compañía valorada en mil millones de dólares, creando en el camino empleos en más de 90 ciudades en la región EMEA, Pakistán y Turquía. Y nuevas plataformas digitales ya están conectando buscadores de empleo y empleadores, con servicios como formación vocacional e incubadoras de empresas emergentes. El reto ahora es crear las condiciones para que estos brotes crezcan y se multipliquen.

El primer y esencial paso es que los países de la región EMEA se conviertan en “sociedades del aprendizaje”, expresión acuñada por el Nobel de Economía Joseph E. Stiglitz para describir a los países en que el conocimiento compartido promueve la innovación. Esto fomenta a su vez el desarrollo y, en el caso de EMEA, podría crear una vibrante economía de servicios digitales.

Para llegar a ese punto, los sistemas educacionales tendrán que cambiar. Para los jóvenes de la región, el currículo suele ser más una fuente de frustración que de desarrollo. El concepto de “ventaja por habilidades” (la diferencia en salarios entre trabajadores con y sin formación) presupone que, a mayor nivel educacional, mayores salarios y más seguridad en el empleo. Sin embargo, en la región de EMEA ha ocurrido lo opuesto: es mucho más probable que los graduados universitarios estén desempleados que los trabajadores con formación básica.

Los jóvenes de la región deben enfrentarse a dos factores. Primero, las escuelas siguen orientándose a canalizar a los graduados hacia grandes sectores públicos, lo que significa que ponen menor énfasis en matemáticas y ciencias. Segundo, los desmesurados sectores públicos están desplazando al sector privado, que de lo contrario sería un mayor proveedor de empleos que paguen bien y utilicen habilidades más complejas.

Puesto que la economía del futuro necesitará trabajadores capaces en lo tecnológico, los currículos se deberían reorientar hacia las ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM, por sus siglas en inglés), con menos énfasis en los estudios sociales que tan apreciados eran por los empleadores del sector público.

Más aún, los sistemas educativos deberían apuntar a estimular una mayor apertura a la innovación y la toma de riesgos, un cambio importante con respecto a las actitudes que ha reproducido el sistema de predominio del sector público. Específicamente, para avanzar hacia una “sociedad del aprendizaje” innovadora será necesario que los estudiantes perfeccionen su capacidad de pensamiento crítico y gestión dentro de formas de trabajo colaborativo.

Además de habilidades, la economía digital precisará de infraestructura técnica. La conectividad es un requisito imprescindible para la entrega de nuevos servicios móviles y digitales en el comercio electrónico, la formación vocacional, la atención de salud y las finanzas, áreas todas que pueden mejorar sustancialmente el bienestar general. Por lo tanto, los países de la región deben centrarse en ampliar el acceso de banda ancha a internet.

La educación y una infraestructura de internet orientada hacia un uso productivo sentarían las bases de una nueva economía, pero para garantizar un crecimiento sostenido en la región será necesario mejorar también sus sistemas financieros. Las economías digitales dependen de sistemas de pago que sean fiables, además de fáciles de usar y ampliamente disponibles. El desarrollo de pagos entre pares que no requieran intermediarios financieros (como los bancos) será crucial para asegurar el florecimiento de plataformas digitales para el transporte compartido, tareas a pedido y otros servicios.

Fuera de los países del Consejo de Cooperación del Golfo, que cuentan con sistemas de pago relativamente avanzados, la calidad de los servicios financieros de la región EMEA está a la zaga de la mayor parte del mundo. Si no se mejora el sistema financiero, y el sector bancario en particular, no se aprovechará el potencial de su vasto capital humano.

Por último, los gobiernos tendrán que desarrollar un enfoque regulatorio que fomente la innovación, más que limitarla. Sin duda, es crucial la confianza en los sistemas, especialmente los financieros, pero las normativas deben equilibrarse con políticas que impulsen la competencia, de modo que las empresas emergentes tengan facilidad para entrar al mercado y probar nuevas ideas. Tiene que haber más espacio para que surjan compañías como Careem. Las autoridades deberían mirar a Kenia como modelo de regulación ligera pero eficaz que ha fomentado el rápido crecimiento del sistema de pago entre pares M-Pesa.

Se necesitará un gran empuje para aprovechar las oportunidades que la economía digital ofrece a la región EMEA. Las autoridades deberán trabajar en múltiples frentes para usar de la mejor manera todas las herramientas disponibles. Mientras antes lo hagan, mayor será la oportunidad de que los jóvenes de hoy puedan superar la exclusión económica y obtengan más chances de hacer realidad todo su potencial, y el de la región.

Rabah Arezki is the Chief Economist for the Middle East and North Africa Region at the World Bank.
Hafez Ghanem is Vice President of the World Bank for the Middle East and North Africa.
Traducido del inglés por David Meléndez Tormen

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