Una nueva globalización

¿Hubiera podido alguien imaginar hace solo unos meses cuando se estaban celebrando los quinientos años del viaje Magallanes-Elcano, que puso en contacto a todo el planeta, que esa primera globalización iba a desembocar en lo que estamos viviendo? Un mundo parado por un virus exportado de China -siempre China en el comienzo-, una población mundial confinada en los pequeños lazaretos en que se han convertido nuestras casas, ropas protectoras que parecen salidas de una producción de «La guerra de las galaxias», sentimientos guardados para lanzarlos por internet, actos litúrgicos de todas las religiones suprimidos... ¿Alguien de verdad podría haber pensado que íbamos a vivir esta época de incertidumbre entre una Edad Media olvidada y un futuro desconocido? De ahí que estemos tan desconcertados.

Pero el tema es aún más paradójico si pensamos que la globalización nos presenta ya su cara y su cruz dominando no solo el espacio, sino también el tiempo. Estamos asistiendo a un mundo en el que familias y amigos aislados sólo se pueden unir a través de una tecnología mensajera que nos llega de todas partes del planeta; tenemos los mejores hospitales y sanitarios de nuestra historia trabajando en condiciones precarias por falta de material; estamos sufriendo el temor de una pandemia que ha resultado ser tan terrible como las de la Edad Media y que no somos capaces de evitar ni combatir a pesar de los adelantos técnicos; en definitiva, estamos viviendo otra vez entre dos mundos, pero no espaciales sino temporales. Nos llegan constantemente imágenes y situaciones que nos transportan a un remoto pasado y a un futuro desconocido, en una mezcla de sensaciones encontradas que van del desconocimiento de lo que está ocurriendo a la incapacidad de encontrar una respuesta contundente. Simplemente creo que estamos en una nueva Era en la que hemos ido entrando poco a poco y que tenemos que encarar con nuevas propuestas ¿Cuáles?

Una nueva globalizaciónDoctores tiene la Iglesia, dice un conocido refrán, pero de momento podemos recurrir a la historia, «madre y maestra», de la que siempre se aprende. Y ya que estamos o estábamos, en plena conmemoración del V Centenario de la Primera Vuelta al Mundo, volvamos la vista atrás y veamos los tiempos anteriores que propiciaron esta gesta. Y si queremos hacer un paralelismo completo debemos remontarnos a la gran peste negra de 1348 que asoló el mundo europeo y el imperio romano bizantino, lo que desembocó en una nueva Era. Los cambios estaban siendo rápidos y brutales, la población descendió a la mitad, el comercio cambió sus destinos, los monasterios se convirtieron en refugios de personas y de cultura, la religión y el Dies irae lo invadió todo. Las epidemias se fueron sucediendo y multiplicándose hasta el punto que en 1520 se convocó una reunión en Basilea de distintos países para publicar unas reglas profilácticas.

Pero el mundo siguió adelante y, a la par, estaban surgiendo en Italia, como revulsivo a tanta tragedia, nuevas formas artísticas que comenzaron a cambiar la mentalidad de Occidente y a poner el punto de mira en el hombre, en su individualidad, en el poder de su mente, en los nuevos medios técnicos, en el afán de aventuras y de encontrar nuevos espacios. El Renacimiento se fue extendiendo y entramos en un mundo distinto, cuyo inicio los sitúan los historiadores en 1453 con la toma de Constantinopla por los turcos y el cierre del mercado con Oriente, al que había que encontrarle otro camino. A la vez, se vuelve la vista al mundo grecolatino y en la península ibérica comienzan a surgir nuevos argonautas que se adentran en el Atlántico hacia las costas africanas y las islas Canarias. Comienza el gran periodo de la búsqueda de las especias y de los grandes viajes marítimos de los siglos XVI y XVII, los cuales trazan una estela que revoluciona todo el mundo conocido y el que estaba aún por conocer. Son ellos los que completan la idea modernista del Renacimiento frente a la Edad Media: no sólo cambiaron las formas artísticas sino también el mundo en general. No se comprende la gran revolución renacentista sin estos viajes trasatlánticos donde el afán de aventuras se hace realidad, donde la riqueza luce otra vez en todo su esplendor, donde el mito de Oriente vuelve a aparecer de nuevo ante los ojos de un Occidente mucho más amplio y abierto.

Los grandes navegantes del momento: Bartolomé Díaz, Colón, Vasco de Gama, Magallanes o Elcano, tomados como arquetipos, no solo abrieron grandes espacios desconocidos para Occidente, sino que abrieron una nueva mentalidad. A partir de entonces, las grandes teorías y dogmas tienen que rendirse a la evidencia de los relatos de los que habían visto otros mundos. Como estamos contemplando ahora, la realidad siempre supera la ficción y en ese momento ocurre con tanta intensidad como en éste. La verdad aceptada y la realidad conocida se separan también igual que ahora. Y todo cambió a gran velocidad. Era una nueva época.

Y aquí nos encontramos. Sin saber qué hacer aunque existían vestigios que señalaban desde hace tiempo otro cambio de Era. La llegada del hombre a la Luna, el avance continuo de la tecnología, la amenaza de las armas nucleares, nuevos virus que nunca faltaron, como el sida o la gripe asiática, una nueva forma de ataque que desconcertó al mundo y que se plasmó en la caída de las Torres Gemelas. Este puede ser el hito que marque el inicio de este nuevo tiempo en el que ya estamos inmersos después de tantas transformaciones.

Hace quinientos años, todo estaba reglado por la religión y por la guerra. Ahora, que afortunadamente no es así ni nunca más debe serlo, habrá que buscar nuevas fórmulas globales, distintos modelos culturales y volver a los principios fundamentales que forman la naturaleza del hombre y que no es posible olvidar: el yo espiritual, la hermandad y la igualdad, el interés común de la felicidad, el esfuerzo personal y colectivo... Todo esto está volviendo a salir a flote en estos días de desazones y desgracias. Mantengámoslo cuando todo pase, porque hemos debido aprender que nunca estaremos a salvo. Sin embargo, el avance imparable de la medicina y la genética, la nueva economía y la nueva política que podrán inventarse si nos unimos todos, podrían hacer el milagro. Y saldremos adelante como siempre lo hemos hecho. Eso espero.

Enriqueta Vila Vilar es Miembro de Número de la Real Academia de la Historia.

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