Una nueva visión para el Banco Mundial

Ministros de economía, funcionarios de los bancos centrales y economistas especialistas en desarrollo se están reuniendo en Lima, Perú, para el encuentro anual del Banco Mundial, donde el debate se centrará en la adecuación de su agenda a nuestro cambiante mundo. Que el evento se lleve a cabo en un país en vías de desarrollo representa un cambio bienvenido respecto de su sede habitual en Washington D. C. Ahora, el Banco debiera hacer algunos otros cambios importantes: reformular su misión y ocuparse de nuevas tareas, al tiempo que su mayor accionista, Estados Unidos, reconsidera su papel en la organización.

Indudablemente, la misión actual del Banco Mundial –poner fin a la pobreza extrema en una generación e impulsar la prosperidad compartida–, es importante. Pero, reformulando esa misión para enfatizar el apoyo a la búsqueda del crecimiento inclusivo y sostenible por parte de los gobiernos miembros, el banco podría lograr resultados aún más beneficiosos.

Un enfoque de ese tipo reflejaría y reforzaría los recientemente adoptados Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), que orientarán los esfuerzos en pos del desarrollo mundial hasta 2030. Y, lejos de excluir a la actual meta de poner fin a la pobreza, adoptaría la reducción de la pobreza como el resultado de la construcción de sociedades estables y prósperas, en las que los ciudadanos, con sus impuestos, podrían y desearían financiar a estados capaces y receptivos que cumplirían normas mundiales acordadas.

Esa misión reformulada alinearía más al Banco Mundial con la visión original de sus fundadores: una «cooperativa de crédito mundial» que genere beneficios para todos sus miembros a través de la acción colectiva. Esa visión se basó en una idea simple y brillante: pedir prestado con la garantía del capital seguro de los miembros acreedores (en esa época, principalmente EE. UU.) y prestar a los miembros cuyo capital de inversión es escaso cuando la rentabilidad sería elevada.

La idea aprovechó la externalidad positiva asociada con que los costos del endeudamiento pueden ser tan bajos como los que amerita el riesgo crediticio de cualquiera de los acreedores (o menores). El regreso a esa dinámica original sería bueno para todos, desde los países acreedores (que se beneficiarían gracias a un sistema global más estable) hasta los deudores (cuyas economías disfrutarían un crecimiento y una reducción de la pobreza mayores).

Además, rediseñar la misión del Banco Mundial de esta manera aprovecha la ventaja comparativa particular del Banco frente a docenas de organismos de asistencia bilateral y cientos de organizaciones no gubernamentales que trabajan en los países en vías de desarrollo. Esto hace que la participación del Banco resulte especialmente valiosa.

El Banco Mundial cuenta con conocimiento y experiencia en sectores tan diversos como los de infraestructura, agricultura, salud, educación, pensiones y regulación financiera. Tiene capacidad para implementar diversos instrumentos de financiamiento y orientados a compartir los riesgos, para apoyar tanto la inversión privada como la pública. Y su personal posee conocimientos incomparables sobre cada país, que incluyen perspicacia sobre las dificultades de las políticas locales que a veces inhiben las reformas necesarias para garantizar la rentabilidad de la inversión.

Al adaptar su misión a las necesidades del siglo XXI, el Banco Mundial también debiera asumir la responsabilidad de proporcionar bienes públicos globales relevantes para el desarrollo. Hoy día, los mayores riesgos para las sociedades estables y prósperas –como el sostenido cambio climático, las incontenibles pandemias y el aumento de la resistencia antimicrobiana– son de naturaleza mundial y, por lo tanto, deben ser encarados en forma colectiva. Dado que la rentabilidad de la inversión en bienes públicos globales relevantes para el desarrollo es colectivamente elevada, pero resulta limitada en cada país, se trata de un área ideal en la cual el Banco Mundial puede enfocarse en el rol de cooperativa global.

Específicamente, el Banco debiera convertirse en uno de los principales impulsores para promover las inversiones que fomenten la sostenibilidad ambiental; apoyar la investigación en agricultura, salud y energías limpias; y obtener y analizar datos económicos y sociales. Por supuesto, no es necesario que asuma la responsabilidad de proporcionar todos estos bienes públicos, pero puede ayudar a fijar prioridades, captar y canalizar fondos, y evaluar el impacto de las inversiones relevantes.

Para lograr el éxito, el Banco deberá ampliar sus herramientas más allá de los créditos para países específicos, el instrumento clave en el cual ha confiado durante siete décadas. Para ello, necesita un mandato claro de los países miembros, así como nuevos instrumentos para la asistencia financiera y técnica orientados a la provisión de bienes públicos globales relevantes para el desarrollo.

El último cambio interno que debe tener lugar involucra a tan solo uno de sus miembros: EE. UU. Durante el último medio siglo, ese país ha sido un supervisor razonablemente bueno de la estabilidad internacional: una suerte de bravucón benévolo que actuó en pos del beneficio colectivo.

Pero, aunque EE. UU. continúa siendo una superpotencia económica y militar, otros países están acortando la distancia rápidamente. Y EE. UU. no parece dispuesto a darles lugar, como lo demuestra su resistencia al establecimiento del Banco Asiático de Inversión para Infraestructura liderado por China. EE. UU. debe reconocer que, aunque continúa siendo poderoso en el mundo, debe liderar más a través de la influencia y la persuasión y menos ciñéndose a las reglas y costumbres fijadas hace 70 años, cuando era, a todo efecto práctico, el único acreedor que respaldaba la creación de las nuevas instituciones internacionales de financiamiento.

Así que, esta semana en Lima, la discusión sobre la salud económica de China y el cronograma de la Fed para elevar las tasas de interés deberá estar acompañada por un debate genuino sobre la necesidad de estos tres cambios. Con la reformulación de su misión, una agenda actualizada y un EE. UU. más inclusivo, el Banco estaría bien posicionado para desempeñar un papel fundamental en pos del tipo de desarrollo que el mundo necesita en la actualidad.

Nancy Birdsall is the founding president of the Center for Global Development. Traducción al español por Leopoldo Gurman.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *