Una oportunidad para Egipto y el FMI

Las autoridades egipcias y los representantes del Fondo Monetario Internacional llegaron a un acuerdo. Si el mes que viene la Junta del FMI lo aprueba, Egipto recibirá un préstamo de 12 000 millones de dólares para apoyar la implementación de reformas económicas. El objetivo principal del programa trienal es liberar el considerable potencial de Egipto, estimular el crecimiento y la creación de empleo, y resolver la escasez de divisas extranjeras. Pero el acuerdo también representa una importante oportunidad para mejorar las relaciones entre Egipto y el FMI, algo que traería amplios beneficios a ambas partes.

La relación de Egipto con el FMI siempre fue tormentosa. El ejemplo más notorio fue en 1977, cuando Egipto redujo los subsidios a los alimentos a cambio de financiación del FMI y estallaron disturbios en las principales ciudades egipcias, con un saldo de casi 80 muertos y cientos de heridos. Hubo que cancelar el acuerdo y reinstaurar los subsidios. Desde entonces, hasta 2012, se discutieron varios acuerdos más, pero la mayoría fracasaron o fueron abandonados.

En este contexto, no es raro que muchos egipcios vean al FMI como un organismo autoritario que siempre quiere imponer su voluntad a los países sin prestar suficiente atención a la situación local. Algunos incluso lo ven como una herramienta de dominación occidental. Esta imagen ha llevado a anteriores gobiernos egipcios no sólo a rehuir el apoyo del FMI, sino también a postergar las auditorías económicas anuales exigidas por su estatuto.

Pero la economía egipcia está en problemas, derivados de acontecimientos económicos y no económicos que estos últimos años la afectaron seriamente. El turismo, una importante fuente de ingresos, se redujo abruptamente por el temor a atentados, agravado en octubre pasado por el derribo de un avión ruso en el Sinaí. Otra fuente de ingresos fundamental, las remesas de egipcios que trabajan en estados ricos del Golfo, se está debilitando por el abaratamiento del petróleo. La desaceleración del crecimiento mundial y el comercio internacional repercutió en la entrada de divisas por el Canal de Suez. Y la inversión extranjera directa se redujo, a la espera (entre otras cosas) de que estén más claras las reformas que el gobierno busca implementar.

Sería una dura combinación de desafíos económicos para cualquier país. Pero para Egipto, que lleva décadas por debajo de su potencial económico, ha sido particularmente difícil. El país se enfrenta a grandes déficits gemelos (fiscal y de balanza de pagos), aumento de la inflación y reducción del crecimiento, que generaron presión sobre las reservas internacionales y el tipo de cambio, a pesar de la ayuda de países ricos como Kuwait y, especialmente, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos.

Pasemos ahora al FMI. Se espera que la Junta apruebe el reciente acuerdo preliminar con las autoridades egipcias en septiembre. Sobre esa base, Egipto ya está haciendo planes para recaudar fondos de otras fuentes (incluidos los mercados internacionales de bonos) para apoyar las reformas.

La participación del Fondo parece pertinente, ya que su misión es ayudar a los países miembros a resolver exactamente el tipo de desafíos a los que se enfrenta Egipto. En concreto, el Fondo ofrece asistencia técnica especializada en áreas clave como la gestión económica y financiera, y colabora en el diseño de marcos macroeconómicos para las políticas nacionales. Además, la disponibilidad inmediata de su asistencia financiera basta a menudo para destrabar otros flujos de dinero procedentes de fuentes públicas y privadas.

Pero como muestra la historia, no siempre es fácil aprovechar lo que ofrece el Fondo. La experiencia pasada de muchos países indica que el éxito depende de seis factores clave:

  • Un programa económico bien diseñado, con control y respaldo local, que tenga en cuenta las realidades económicas del país.
  • Énfasis en resolver los problemas sociales que puedan surgir y, en particular, proteger a los sectores más vulnerables de la población.
  • Un compromiso político fuerte y sostenido que garantice la adecuada implementación del programa.
  • Provisión de financiación externa suficiente y sin demoras.
  • Comunicación transparente y fluida, no sólo entre el FMI y los funcionarios nacionales, sino también con otras partes interesadas, particularmente la ciudadanía.
  • Confianza mutua, para que si (o mejor dicho, cuando) las cosas no funcionan según lo planeado, las partes pertinentes puedan colaborar eficazmente para hacer los ajustes necesarios.

Felizmente, el reciente acuerdo entre Egipto y el FMI parece sentar una buena base para el éxito (aunque todavía no se conocen todos sus pormenores). Para empezar, se comenta que los funcionarios egipcios y del FMI dieron mucha importancia a una serie de reformas de estímulo al crecimiento tendientes a mejorar sectores de la economía egipcia con mucho potencial desaprovechado.

Además, se entiende que el acuerdo incluye medidas fiscales, monetarias y cambiarias para contener los desequilibrios financieros y asegurar la viabilidad del programa en el mediano plazo. Y sobre todo, promueve el fortalecimiento de redes de seguridad y programas de bienestar social, lo que puede ayudar a revitalizar la reputación del FMI en Egipto y reforzar la confianza de las partes interesadas.

Por supuesto, no hay modo de garantizar una implementación correcta, comunicación exhaustiva o coherencia en los intentos de reforzar la confianza, elementos todos esenciales para permitir hacer ajustes sobre la marcha en respuesta a cambios inevitables del entorno económico interno y externo. Pero las últimas interacciones de Egipto y el FMI parecen indicar que ambos podrán superar un pasado de relaciones tumultuosas.

Una relación constructiva entre Egipto y el FMI ayudaría a conseguir más apoyo para el país, tanto por medio de otros acuerdos bilaterales y multilaterales, y de parte de inversores locales y extranjeros. El entusiasmo que se vio en la Conferencia de Desarrollo Económico celebrada en la ciudad egipcia de Sharm El Sheikh el año pasado, centrada en atraer inversiones, indica que las posibilidades de recuperación económica y financiera de Egipto son considerables. En cuanto al FMI, ahora está en mejor posición para demostrar su capacidad de ayudar a los países miembros y así fortalecer su credibilidad y eficacia.

Mohamed A. El-Erian, Chief Economic Adviser at Allianz and a member of its International Executive Committee, is Chairman of US President Barack Obama’s Global Development Council. He previously served as CEO and co-Chief Investment Officer of PIMCO. He was named one of Foreign Policy's Top 100 Global Thinkers in 2009, 2010, 2011, and 2012. He is the author, most recently, of The Only Game in Town: Central Banks, Instability, and Avoiding the Next Collapse. Traducción: Esteban Flamini.

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