Una pandemia de hambre

Una pandemia de hambre

En todo el mundo, la inseguridad alimenticia se está disparando. Los expertos predicen que la cantidad de gente hambrienta se duplicará durante la pandemia del COVID-19. En toda África, los gobiernos se esfuerzan por abastecer a los más necesitados. En Burkina Faso, que en un momento tenía el número más alto de muertes por COVID-19 en el África subsahariana, más de 2,1 millones de personas no tienen suficiente para comer. En Nairobi, la gente pelea por su próxima comida. En Ciudad del Cabo, recientemente hubo enfrentamientos entre la policía y residentes que no habían recibido paquetes de arroz, porotos, aceite y otros suministros.

Pero esto no sucede sólo en África. La tragedia se desarrolla en las pantallas de todo el mundo. En Phoenix, los autos empiezan a hacer filas de dos horas antes de que se distribuyan cajas con alimentos no perecederos. En Ohio, más de 4.000 personas recientemente esperaron durante horas para recoger paquetes de cereal, avena y pasta.

Es urgente que los líderes encuentren maneras de garantizar suficientes suministros de alimentos durante la crisis del COVID-19. Debido a los confinamientos, la enfermedad y las pérdidas de ingresos, el hambre aumentará. Y, como los países desarrollados y en desarrollo se ven igualmente afectados, debemos encontrar soluciones en conjunto.

El análisis de datos es una manera esencial de rastrear la inseguridad de los alimentos. Lo que se necesita es una herramienta de mapeo en tiempo real como el panel de datos desarrollado por el Centro de Ciencia de Sistemas e Ingeniería de la Universidad Johns Hopkins para rastrear los casos de coronavirus confirmados. Y los gobiernos, las ONG y otros en las primeras líneas de la lucha contra el hambre deberían respaldar el esfuerzo.

Después de todo, la información oportuna es vital para diagnosticar y erradicar el problema. Los datos en tiempo real informan a las autoridades locales y nacionales, a los bancos de alimentos y a las ONG sobre cómo prepararse y responder a las necesidades que surgen. Por ejemplo, los agricultores que tienen un exceso de alimentos perecederos pueden informarlo en el mapa, y se puede organizar la recogida y el envío para redistribuir los alimentos en las comunidades y hogares que los necesitan.

De la misma manera, hacen falta políticas focalizadas. Las autoridades deben generar iniciativas para garantizar que la gente sepa dónde puede conseguir su próxima comida. En Estados Unidos, el estímulo de 2 billones de dólares adoptado en marzo ayudará, en la medida que sustenta los ingresos de los hogares. Y en abril, el alcalde de la ciudad de Nueva York, Bill de Blasio, anunció una iniciativa de 170 millones de dólares para frenar el hambre. Otros estados norteamericanos están lanzando esfuerzos similares.

En África, los responsables de las políticas deben hacer que la seguridad alimenticia sea una máxima prioridad mientras estén en vigencia las órdenes de confinamiento. Los ciudadanos no deberían tener que pelear entre sí por su próxima comida. Los gobiernos necesitan aprobar paquetes de estímulo que ayuden a todos los ciudadanos, o buscar ayuda que ofrezca los fondos necesarios. Si bien los recortes de salarios como los que se aplicaron el presidente Cyril Ramaphosa, los ministros del gabinete y los líderes empresariales en Sudáfrica son simbólicamente importantes, los gobiernos deben ofrecer dinero en efectivo o sustento a sus ciudadanos. Muchos vivían de manera precaria antes de la crisis y ahora se ven obligados a elegir entre hambre y enfermedad. Pedirle a la gente que se quede en casa sin ofrecerle recursos es inmoral y, probablemente, no funcione.

Encontrar maneras creativas de distribuir ayuda durante la pandemia del COVID-19 es crucial. Por ejemplo, Vietnam ahora tiene cajeros automáticos que entregan arroz. Hacen falta más innovaciones como ésta. Sin embargo, lo más importante es que los líderes mundiales eliminen las barreras comerciales, para que el suministro siga fluyendo a través de las fronteras –un punto que recientemente enfatizaron los CEO de Unilever, Nestlé, PepsiCo y otras multinacionales.

La realidad es que la pandemia nos afecta a todos, y todos debemos hacer nuestra parte para mitigar el impacto en los más vulnerables. Hay muchas personas adineradas que ya han comenzado a combatir el problema. Leonardo DiCaprio y Laurene Powell Jobs organizaron una página GoFundMe a través de America´s Food Fund. Hasta ahora llevan recaudado más de 26 millones de dólares. Varias celebridades, entre ellas Lady Gaga, Rihanna, Justin Bieber y Oprah Winfrey, han donado a entidades de beneficencia como No Kid Hungry y Feeding America.

Los ejecutivos empresarios también están contribuyendo. El CEO de Apollo Global Management, Leon Black, y su esposa, Debra, han donado 20 millones de dólares a un programa que ofrece suministros a trabajadores de la salud. El multimillonario gestor de fondos de cobertura David Tepper ha donado 22 millones de dólares para esfuerzos de asistencia. Las celebridades en África también están colaborando.

Pero no nos engañemos: la caridad nunca será suficiente. Aumentar los esfuerzos para garantizar una seguridad alimenticia para todos es esencial para impedir que la crisis del COVID-19 se convierta en una calamidad humanitaria, y ese objetivo es, por sobre todas las cosas, un imperativo para las autoridades.

Esther Ngumbi is Assistant Professor of Entomology and African-American Studies at the University of Illinois at Urbana-Champaign.

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