¿Una Paz Europea para Israel?

Mientras la atención mundial se centra en los dramáticos acontecimientos que se suceden en Oriente Medio, los numerosos desafíos que se ciernen sobre Israel han pasado a un segundo plano. Israel se enfrenta, en efecto, a uno de los períodos más peligrosos de su existencia: no sólo no se resuelven los problemas de siempre, como la amenaza de un Irán con armas nucleares, sino que todos sus vecinos se encuentran inmersos en -o abocados a- conflictos y revueltas. Y, aunque las conversaciones de paz con Palestina se han reanudado con la mediación de EE.UU, es más que probable que éstas terminen fracasando.

En este contexto, destaca la reciente y prometedora iniciativa de la UE. En una muestra inusual de determinación, la UE ha publicado las directrices que prohíben toda financiación y cooperación del bloque con las empresas israelíes que operan en la Cisjordania y Jerusalén Este. Este determinado movimiento por parte de la UE podría presagiar un giro en la negociación en aras de la tan esperada resolución del conflicto israelí-palestino.

Y el giro es necesario ya. Especialmente teniendo en cuenta el caos sin precedentes a lo largo de todas las fronteras de Israel. En Egipto, el ambiente tenso y polarizado tras el derrocamiento militar del presidente Mohamed Morsi podría desembocar en un conflicto civil. En efecto, y si bien Israel inicialmente mostró su preocupación por un gobierno islamista en la frontera del Sinaí, el valor de los Hermanos Musulmanes -su capacidad de influir en Hamás, la fuerza política dominante en Gaza- se manifestó enseguida. La idiosincrasia y planteamientos del nuevo régimen liderado por los militares están aún por ver.

Mientras tanto, la guerra civil en Siria ha comenzado a extenderse a los Altos del Golán. La introducción de armas químicas así como la posibilidad de una intervención militar occidental, amenazan con arrastrar a Israel al conflicto. Los efectos del desbordamiento de la crisis siria también han desestabilizado el Líbano –destaca, en este sentido, la reciente ola de violencia sectaria- y amenazan con arrastrar a Jordania lastrada por más de 500.000 refugiados sirios.

En este panorama tan incierto, el Secretario de Estado estadounidense, John Kerry, lanzó su iniciativa para reanudar las negociaciones de paz entre Israel y Palestina. Tres fueron los enfoques posibles analizados: conversaciones sin precondiciones previas, conversaciones tras una congelación de los asentamientos, y conversaciones posteriores a la liberación de prisioneros palestinos.

Para sorpresa de muchos, una versión modificada de la tercera opción –según la cual 104 prisioneros palestinos serían liberados paulatinamente a lo largo de las negociaciones– facilitó finalmente la reanudación del diálogo. Sin embargo, bajo su aparente éxito, esta transacción supone un duro golpe a la legitimidad del proceso de paz.

Los primeros 26 presos -todos ellos juzgados y condenados por tribunales israelíes por su implicación en el asesinato de israelíes- fueron puestos en libertad en Julio, antes del inicio de la segunda ronda de negociaciones. Destaca que muchas de sus víctimas no eran personal militar ni funcionarios sino civiles, lo que ha provocado la indignación de la opinión pública israelí. Sin embargo, la Autoridad Palestina exigió su liberación, el gobierno de Israel aceptó, y EE.UU. apoyó la transacción.

Al respaldar un falso intercambio de paz por justicia, en lugar de insistir en la opción (políticamente más difícil) de una congelación de los asentamientos, o en la eliminación de las precondiciones previas, EE.UU. ha minado la legalidad del proceso de paz. Además, este enfoque socava la credibilidad del Estado de derecho en Israel. Como afirmó el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, el acuerdo "entra en colisión con el valor incomparablemente más importante de la justicia".

Esta colisión resulta aún más fuerte si se tiene en cuenta que la liberación de los prisioneros no está condicionada a un acuerdo final; sino que sólo facilita el inicio de un proceso de negociaciones que parece carecer de compromiso por las dos partes. Apenas unos días antes del inicio de la segunda ronda de conversaciones, Israel anunció sus planes de continuar con la construcción de 1.200 viviendas en Cisjordania y Jerusalén Este. Esto sugiere que, mientras que la liberación de los prisioneros puede -a lo sumo- facilitar un acuerdo a corto plazo, nada indica que exista la voluntad del esfuerzo genuino que se necesita para lograr una paz duradera.

Así, cobra especial importancia la inesperada toma de posición de la UE, no sólo por sus características técnicas, sino también por sus implicaciones prácticas y simbólicas. En todos los futuros tratos con la UE o con alguno de sus Estados miembro, el gobierno de Israel tendrá que reconocer explícitamente que los territorios más allá de las fronteras anteriores a 1967 no forman parte de Israel.

Aunque literalmente las directrices se limitan a formalizar la política vigente en la UE, las críticas no se han hecho esperar, con Netanyahu declarando que "socavan la paz" y "endurecen la posición palestina" durante las negociaciones. Esta fuerte reacción refleja la fundamental importancia de las relaciones de la UE con Israel y echan por tierra la creencia de que EE.UU. es el único actor externo con capacidad de influir en la política israelí. Teniendo en cuenta la estrecha relación con Israel -respaldada por el hecho de que la UE es el principal socio comercial de Israel, con más del 30 % del total de las exportaciones y las importaciones israelíes- la UE puede desarrollar poderosos incentivos que proporcionen el impulso que el proceso de paz necesita para tener éxito

La opción más sencilla sería la liberalización condicionada del comercio de servicios en el marco del Acuerdo de Asociación entre la UE e Israel. Pero el desafiante entorno estratégico y el legado del fracaso de las negociaciones exigen un enfoque más audaz: la UE debe aprovechar la iniciativa para convencer a sus socios europeos en el Espacio Económico Europeo de ofrecer la membresía a Israel, condicionada a la conclusión del acuerdo de paz. Más allá de la profundización del mercado interior de la UE, esta medida actuaría como poderoso símbolo del valor y del potencial de las relaciones de la UE con Israel, abriendo el camino a una mayor integración en el futuro.

Europa se encuentra ante una oportunidad histórica para ayudar a resolver uno de los de conflictos más enconados y, en principio de más difícil solución, del mundo. Al tiempo, es una oportunidad para que la UE se reafirme, por fin, como una fuerza efectiva en los asuntos mundiales.

Ana Palacio, a former Spanish foreign minister and former Senior Vice President of the World Bank, is a member of the Spanish Council of State.

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