Por Mira Milosevich, profesora e investigadora del Instituto Universitario Ortega y Gasset (ABC, 02/04/06):
EL 27 de agosto de 2005, el Foro Islámico Europeo de Londres invitó a Mustafa Ceric, reis-ul-ulema de Bosnia, a presentar su Declaración de los Musulmanes Europeos (DME). El objetivo principal de este foro era hacer público un manifiesto, tras los atentados de Al Qaida en Londres (07-07-2005), que condenara el terrorismo islámico en Europa y los EE.UU. Además, el foro pretendía iniciar una serie de debates que desembocaran en una Declaración común de los representantes de todas las comunidades musulmanas de Europa. La elección del reis-ul-ulema bosnio para proponer el texto de dicha Declaración no era casual: Mustafa Ceric, en 2002, había recibido un premio de la UNESCO por su contribución a la paz, como «reconocimiento de su labor por el intento de mediación entre los valores occidentales y el islam». Pero lo más significativo en esta elección es su valor simbólico: Ceric viene del «corazón del islam en Europa», de Bosnia, que se convirtió en el centro de la cultura musulmana en los Balcanes después de la caída del Imperio Otomano (1876). Procede de la comunidad musulmana que en la guerra yugoslava de 1992-95 se convirtió en emblema de martirio y sufrimiento injusto y sirvió como pretexto a grupos radicales islamistas para promover el Jihad terrorista contra los intereses occidentales. Desde agosto de 2005, la Declaración de los Musulmanes Europeos se ha presentado en varios países, pero se ha publicado por primera vez, hace sólo unos días, en Sarajevo.
La DME consta de catorce páginas y, aunque pretende ser un documento que apuesta por la despolitización del islam, según palabras del mismo Ceric, lo cierto es que su contenido político, expuesto en forma de introducción a la primera parte, constituye lo más llamativo e interesante. La segunda parte trata de valores religiosos universales del islam, tan abstractos como poco aplicables si se tiene en cuenta la valoración de la situación de Europa, de los musulmanes europeos y del islam en general que presenta en ella el reis-ul-ulema. La DME está dirigida a la Unión Europea, a los musulmanes que viven en Europa y al mundo islámico en su conjunto y pretende ser una especie de prontuario sobre la compatibilidad de los valores de la democracia y del liberalismo con la religión islámica.
Ceric divide los musulmanes en europeos y de otros continentes, y a los primeros en musulmanes autóctonos (los de los Balcanes, que aceptaron el islam entre el siglo XV y el XVII), emigrantes venidos de los países musulmanes y musulmanes europeos de segunda generación (nacidos en Europa de padres emigrantes). Aunque no lo afirme explícitamente, la DME refleja la opinión de que los musulmanes europeos son diferentes del resto del mundo islámico, porque comparten supuestamente los valores democráticos a pesar de que «no disfrutan de plena libertad por el miedo y presiones a que viven sometidos». Ceric plantea siete reivindicaciones para normalizar la situación de los musulmanes en Europa: a) institucionalización del islam en los países europeos; b) desarrollo económico de la comunidad musulmana como requisito para poder disfrutar de plena libertad cultural y espiritual; c) apertura de escuelas islámicas para los musulmanes nacidos en Europa; d) libertad política que posibilite la existencia de representantes legítimos de las comunidades musulmanas en los parlamentos de las naciones europeas; e) flexibilización de la restrictiva política europea respecto de la inmigración musulmana f;) posibilidad de reconocimiento de la ley islámica en los asuntos de ámbito privado, que deberían regirse por un derecho familiar; g) protección de los musulmanes europeos contra la islamofobia, la limpieza étnica, el genocidio, etc.. Se podría discutir sobre cada una de ellas, o hacer una comparación con el grado en que cristianos y judíos disfrutan en los países islámicos de los derechos exigidos por el reis-ul-ulema para los musulmanes de Europa. Sin embargo, se impone el análisis de la primera demanda por ser la más paradójica y la más contradictoria respecto del principal objetivo de la Declaración.
Mustafa Ceric reconoce que Europa es una creación que se basa en el contrato social, lo que supone que todos los individuos tienen los mismos derechos y obligaciones. Por eso sorprende que proponga el reconocimiento por parte de la UE de una especie de Iglesia Islámica como portavoz de los musulmanes europeos. Al percibir Europa como una comunidad de cristianos (afirma que Turquía no puede entrar en la UE por ser musulmana), exige que se garanticen en ella los derechos políticos de los musulmanes, pero estos no se fundarían en su pertenencia a la ciudadanía europea, sino en su pertenencia religiosa al islam. Institucionalizar el islam en Europa requeriría la creación de una red de instituciones islámicas que permitieran a los musulmanes practicar su religión y conservar su identidad, y actuaran como mediadoras entre los musulmanes y los gobiernos de la UE. La propuesta de Ceric se inspira en el sistema del millet que estuvo vigente en los Balcanes durante los cuatro siglos de dominio otomano. Tal sistema permitía a los cristianos y judíos ser gobernados por sus propias autoridades religiosas, siempre y cuando aceptaran un estatuto inferior respecto a la umma o comunidad de los musulmanes. Ceric rechaza un estatuto de los musulmanes inferior al de los cristianos, pero exige el reconocimiento del derecho de aquéllos a ser gobernados por sus propias autoridades religiosas, negando así lo que parecía aceptar: que la democracia se basa en el individuo y no en el grupo.
La DME plantea una escandalosa paradoja: mientras los políticos de la UE se niegan a reconocer el hecho de que Europa tiene sus raíces en la tradición cristiana, los musulmanes esgrimen su pertenencia a Europa como argumento a favor de la preservación política de su identidad religiosa. Curiosa simetría. Preocupante simetría.