Una prueba del precio del petróleo para los gobiernos de Oriente Medio y el Norte de África

Una prueba del precio del petróleo para los gobiernos de Oriente Medio y el Norte de África

Desde enero de 2016, cuando acabó la fuerte curva en caída de los precios del petróleo que duró dos años, estos se han más que duplicado. Como regla general, los precios más altos perjudican a los países importadores de crudo y benefician a los productores de petróleo. Sin embargo, en Oriente Medio y el Norte de África (MENA, por sus siglas en inglés), este rebote presenta una prueba crítica para importadores y productores, cuyo resultado determinará la trayectoria económica futura de la región.

Por largo tiempo, tanto los países importadores como productores de energía de la región MENA han dependido de subsidios energéticos para ofrecer protección social y, en el caso de los productores, distribuir los beneficios que les reporta su riqueza de recursos. Según el Fondo Monetario Internacional, los subsidios energéticos previos a impuestos totales de la región ascendieron a cerca de $240 mil millones en 2011, el equivalente a un 22% de los ingresos estatales y casi la mitad de todos los subsidios energéticos globales.

Sin embargo, en los últimos años y especialmente desde que los precios del petróleo comenzaron a bajar, los países MENA se han esforzado por hacer que los consumidores y empresas dependan menos de la energía subsidiada, mientras modernizan y diversifican sus economías. Pero con la subida de los precios del petróleo, existe el riesgo de que estos países vuelvan a gastar sin control, elevando las probabilidades de aumento de sus niveles de endeudamiento.

Una vuelta a los viejos hábitos es particularmente arriesgada, porque no hay garantías de que los precios del petróleo sigan subiendo, o siquiera se mantengan en los niveles actuales.

Una prueba del precio del petróleo para los gobiernos de Oriente Medio y el Norte de África

No hay duda de que el fuerte aumento global de la demanda petrolera, el restablecimiento de las sanciones a Irán por parte de Estados Unidos y la menor producción en Venezuela y Angola presionan al alza de los precios. Pero es probable que la rápida respuesta de los productores de esquisto estadounidenses a los cambios en el mercado tenga un gran efecto mitigador, lo que significa que es difícil que vuelvan los precios máximos de tres dígitos alcanzados en 2014.

Más aún, si bien el alza de los precios que comenzara en 2015 se aceleró considerablemente a fines de 2016, cuando los miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEC), Rusia y algunos otros países productores acordaron limitar la producción, no está claro si se podrá extender las restricciones. De hecho, a medida que aumentan los precios, los miembros de la OPEC (en particular) no sentirán la presión de cumplir las restricciones e impulsarán la producción, lo que su vez bajará los precios.

Todo esto significa que, en el mejor de los casos, son inciertas las perspectivas de corto plazo para los precios del petróleo. Así, los gobiernos de la región MENA que aprovecharon los menores precios del petróleo para reducir los subsidios energéticos que elevan los presupuestos deberían ponderar la situación con cautela. Las consecuencias de largo plazo de abandonar reformas críticas y difíciles podrían superar con creces los beneficios cortoplacistas.

Por ahora, los crecientes precios globales del petróleo harán que los precios internos de los países suban también, a menos que los gobiernos usen subsidios para limitar el traspaso a los consumidores locales. Pero, si bien ese enfoque podría evitar que caiga la demanda en el corto plazo, también elevaría los niveles de deuda pública y limitaría los recursos que se pueden invertir en el desarrollo del sector privado y una transformación económica más amplia.

Incluso si los gobiernos dependieran de recortes al gasto en otros sectores para pagar los subsidios, el resultado neto seguiría siendo negativo. Por ejemplo, si redujeran las transferencias a hogares de bajos ingresos, impondrían más dificultades a algunos de sus ciudadanos más vulnerables. Dada la alta tendencia de los hogares pobres tienen a consumir, estos recortes también debilitarían la demanda agregada nacional, lo que se traduciría en un menor ritmo de crecimiento económico y creación de empleos en países que luchan por generar oportunidades de empleo para altas cantidades de jóvenes.

En resumen, mientras más intenten los gobiernos proteger a los consumidores de los precios del petróleo más elevados, más tendrán que perder (en algunos casos, también los distribuidores). En consecuencia, en vez de optar por este camino los gobiernos de la región MENA deberían seguir esforzándose por elevar la eficiencia de la inversión pública, lo que incluye la eliminación de los subsidios al petróleo.

A continuación, estos gobiernos deberían usar sus ahorros para ampliar y fortalecer sus redes de seguridad social, protegiendo a los pobres mientras impulsan el dinamismo económico necesario para darles la posibilidad de salir de la pobreza. Al mismo tiempo, deberían invertir en reformas estructurales para apoyar a un sector privado renovado y más competitivo y desarrollar regulaciones inteligentes para atraer la inversión privada. En algunos países, esto implicaría eliminar los obstáculos que impiden la adopción de una infraestructura digital y sistemas de pago modernos.

La combinación de sectores privados prósperos y fuertes redes de seguridad social estimularía la toma de riesgos y el emprendimiento, ambos potentes motores de un crecimiento de largo plazo. Eso es lo que los países de esta región necesitan, no más subsidios energéticos que eleven los presupuestos.

Rabah Arezki is the Chief Economist for the Middle East and North Africa Region at the World Bank. Traducido del inglés por David Meléndez Tormen.

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