Una quimera que se va haciendo realidad

Una quimera que se va haciendo realidad

Hace unas cuantas décadas, a alguien se le ocurrió construir un gráfico en el que se relacionaba la temperatura en la superficie de la Tierra con el contenido, en la atmósfera, de algún gas con importante contenido en carbono. Obtuvo una figura, en forma de palo de golf, que mostraba que, la temperatura del planeta, estable durante mucho tiempo, había comenzado a subir. El calentamiento de la atmósfera podía provocar olas de calor, sequías, derretir los glaciares. Cundió la preocupación por saber si se debía a causas ajenas a la acción humana o si era el resultado de fenómenos naturales; y la premura en decidir que hacer ante algo que tenía todo el aspecto de poder llevar a situaciones poco deseables.

Las opiniones se dividieron: unos consideraban que todo era consecuencia de una medición errónea; otros que era puro deseo de alarmar o intención de favorecer intereses económicos; y otros, en fin, que aseveraban que la acción humana tenía mucho que ver.

La mayoría de las autoridades públicas y privadas, hoy, no parecen tener excesivas dudas de la existencia de un cambio climático, cuyos efectos pueden aminorarse mediante el impulso de acciones sobre aquellos sectores que parecen tener mayor influencia en el mismo. Dos de ellos son la generación de energía y el transporte. Ambos están relacionados con el empleo de combustibles fósiles (petróleo, gas natural, carbón).

Las últimas publicaciones de la Agencia Internacional de la Energía señalan que, en el año 2020, la generación de energía eléctrica, a nivel mundial, procedió en un 78 por ciento de productos fósiles (petróleo, gas, carbón); en un 16 por ciento de renovables (sol, viento, olas del mar, hidráulica...) que se consideran inagotables; y en un 5 por ciento de centrales nucleares de uranio. Los productos fósiles emiten gases contaminantes, las energías renovables y la nuclear no los emiten, son energías limpias.

La Agencia Internacional de la Energía ha analizado como tendría que cambiar la generación de energía para que el año 2050 se consiga una emisión cero de gases contaminantes y un incremento estable de temperatura de 1,5ºC, es lo que en el argot ha tomado el nombre de «escenario NZE». Su conclusión es que las anteriores proporciones habrían de transformarse en un 70 por ciento de renovables, 12 por ciento energía nuclear, y un 18 por ciento en energías procedentes de combustibles fósiles. En esencia, las energías renovables vienen a tomar el sitio de los productos fósiles y la nuclear viene casi a triplicar su participación, a nivel mundial.

Los países europeos, y entre ellos España, se están llenando de artefactos para generar energía renovable. Crece, en el paisaje, el número de molinos de viento, de paneles fotovoltaicos, de espejos para reflejar la luz del sol. Nuestro país tuvo, en 2022, una generación de renovables del 42,2 por ciento y de no renovables del 57,8 por ciento. Pequeñas ciudades, en toda Europa, están instalando su propio sistema de generación, con viento, con sol, con agua.

Alcanzar el escenario NZE (emisiones cero en 2050) supone:

- La necesidad de llevar a cabo importantes inversiones, para reemplazar una buena parte del sistema de generación actual.

- La necesidad de dar publicidad a las características de la energía nuclear y a sus verdaderos riesgos, que han venido siendo objeto, durante años, de informaciones defectuosas. El Parlamento Europeo ha declarado energía verde o limpia a la energía nuclear y un informe (2021) de la European Atomic Energy Community, publicado por la Comisión Europea, dice que no existe ninguna evidencia científica de que la energía nuclear sea más peligrosa para la salud humana que cualquiera otro de los modos de producción existentes.

La construcción de este tipo de centrales se está revitalizando en muchos países. Los principales productores de Uranio son Kazajstan, Australia y Canadá, países muy distintos a aquellos que exportan petróleo o gas. En las centrales actuales solo se consigue aprovechar el 5 por ciento del contenido en energía del uranio. Actualmente se trabaja en el diseño de nuevas centrales que conseguirían emplear hasta el 97 por ciento. A ello se suma la posibilidad de emplear thorio, en lugar de uranio. La energía nuclear se convertiría así en casi renovable, ya que el uranio y el thorio son metales relativamente abundantes, el thorio tres veces más que el uranio.

El proyecto difícil y largo, pero esperanzador, de conseguir energía mediante fusión nuclear. Es algo así como introducir trocitos de sol en un recipiente y utilizar su energía, según se necesite. Sería una fuente limpia y renovable. Se obtendrá energía partiendo del agua. Parece una quimera, pero, lentamente, se va haciendo realidad.

-Plantar bosques que absorban el dióxido de carbono. Ejemplo es el bosque Yatir, en las proximidades del desierto del Naguev, de unos treinta kilómetros cuadrados y con unos cuatro millones de árboles, en su mayoría coníferas, plantado por técnicos de Israel.

-El desarrollo de nuevos procedimientos de almacenamiento de energía. Los actualmente existentes, de los que las baterías eléctricas son un ejemplo, son toscos y elementales. El diseño de nuevos dispositivos es uno de los grandes retos de la ingeniería de nuestro tiempo.

En lo que se refiere a los combustibles limpios para el transporte, puede afirmarse que España, por su clima, puede convertirse en una potencia en la generación de hidrógeno, que los aviones van avanzando en la utilización de mezclas de combustibles muchos menos contaminantes que los actuales y que los barcos centran su posible futuro en el empleo de un producto, tan vulgar, como el amoniaco. Una de las últimas noticias, buena para nuestra agricultura, sobre estos combustibles, es que productos derivados de los huesos de aceituna pueden jugar un importante papel.

Todos estos cambios tendrán una incidencia social y económica muy importante en aquellos países cuyos principales ingresos procedan de los combustibles fósiles.

Andrés Muñoz Machado es doctor ingeniero industrial.

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