Una «real» paradoja

Es apreciación general que, en minoritaria parte del Parlamento español y no se sabe si tan minoritaria parte del Gobierno, el ánimo sería favorable a cambiar de modelo de Estado y prescindir de la monarquía. Los motivos son diversos, desde republicanismo histórico, o conceptual, hasta una simple táctica antisistema para destruir nuestra convivencia y bien común. Dedicaremos nula atención a la estupidez que intentaría justificar el distanciamiento con la monarquía en que ésta se hubiese vuelto «partidista». Pertenece a la indigencia neuronal que pretende que ser español es ser «facha» y ser patriota (lo que es toda la izquierda europea, por ejemplo) es ser «ultra». El Rey no ha hecho más que cumplir con su obligación constitucional más elemental, y muy mesuradamente.

Para entrar en materia, apuntemos más bien que el propio Zapatero declaró que el Rey español era un Rey «republicano». Disculpen si recordamos brevemente que el republicanismo es una visión de la sociedad y de la política, un compendio de valores postilustración que es perfectamente compatible con diferentes modelos de Estado, como la monarquía parlamentaria en toda Europa. Si resumimos lo esencial de dichos valores en tres palabras esas son libertad, igualdad y solidaridad entre ciudadanos compatriotas. Valores que sin duda alguna recoge nuestra Constitución del 78 muy nítidamente... para quien lo quiera ver sin dobleces y, sobre todo, para quienes la votaron. Sabemos de lo que hablamos, y estábamos allí. Nuestra tesis es que este Gobierno de tufo antimonárquico es el más «antivalores republicanos» de Europa.

Hablemos en primer lugar de libertad. Si alguna coincidencia hay entre analistas (de calidad) sobre el nuevo Gobierno y los programas de los partidos que lo conforman o apoyan es que se refuerzan fuertemente, para nosotros peligrosamente, los rasgos totalitarios. No serán las primerísimas medidas de este Gobierno, ni los primeros anuncios, quienes nos desmientan. Recordemos el ninguneo al poder judicial y la elección de la fiscal general del Estado como ejemplo de supresión de contra poder democrático. Incluso relacionémoslo con la frase del ministro Garzón: «Tenemos problemas en las altas instancias de la judicatura», que da cierto escalofrío de cara a futuras limpiezas... Los anuncios sobre la mal llamada memoria histórica y su tratamiento orwelliano, que hace temblar al propio profesor Stanley Payne; el nombramiento de activistas en puestos de la Administración, como el Instituto de la Mujer, dispuestos a imponer una versión minoritaria de aspectos que deberían permanecer en la libertad individual como la sexualidad, la familia, etc…; la obsesión prohibicionista sobre tradiciones como la tauromaquia, la caza, o incluso la forma de consumir son tantos ejemplos de la merma que pueden sufrir nuestras libertades individuales. A este anunciado aumento del totalitarismo hay que añadir el reforzamiento del que ya se ejerce en determinadas regiones (Cataluña, Vascongadas, cada vez más Valencia y Baleares) a través de una suerte de limpieza étnica de baja intensidad a la que se asegura impunidad y... ¡colaboración! Definitivamente nuestras libertades no tienen un brillante futuro, y salvo en un par de miembros de la UE de la antigua órbita comunista, se ven mucho más amenazadas que en otros socios comunitarios. Eso no es sorprendente, ya que somos el único país con Gobierno apoyado en partidos reaccionarios xenófobos y coaligado con partidos comunistas.

Si ahora abordamos la igualdad, la cosa se pone sombría. De acuerdo que es imposible parar la fuerte dinámica desigualitaria vinculada al desarrollo disparatado de nuestro modelo autonómico, pero eso va a empeorar con las transferencias diferenciadas prometidas y con los nuevos modelos de financiación. Como ha estudiado el profesor Picketty, con la cesión actual de un 50 por ciento de lo recaudado por IRPF, técnicamente, la capacidad de hacer políticas redistributivas por parte del Estado son nulas. Pero lo peor será la pérdida de igualdad política u ontológica entre ciudadanos, creando españoles de diversas categorías según residencia, llegando hasta el delirio de conceder solamente a unos pocos el privilegio de decidir sobre toda nuestra democracia. ¡Un ataque frontal a los valores republicanos que no se encuentra en ningún miembro de la UE!

¿Es necesario hablar de solidaridad? En una dinámica de competencia entre taifas, la realidad es que los españoles con sus impuestos están pagando privilegios y mayor prosperidad o políticas secesionistas de otros españoles en regiones más ricas. ¡Y cuidado con aspirar sólo con solidaridad entre territorios, como si fuéramos una confederación! No hay peor insolidaridad que considerar equiparables territorios administrativos con muy distinto nivel de desarrollo y de infraestructuras.

En resumen, las políticas iniciadas y anunciadas son claramente contradictorias con los valores republicanos de libertad, igualdad y solidaridad. Toda una paradoja para un Gobierno que apenas disimula su «distanciamiento» con la monarquía.

Enrique Calvet Chambón fue eurodiputado.

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