He escrito mucho sobre la conveniencia de que la Unión Europea emita bonos perpetuos. Pero hoy, propongo que lo hagan los estados miembros en forma individual.
Ahora mismo una emisión de bonos perpetuos de la UE es imposible, porque los estados miembros están demasiado divididos. Polonia y Hungría vetaron el próximo presupuesto de la UE y el fondo de recuperación para la COVID‑19, y los «cinco frugales» (Austria, Dinamarca, Finlandia, Países Bajos y Suecia) están más interesados en ahorrar dinero que en contribuir al bien común. Los inversores sólo comprarán bonos perpetuos de una entidad de cuya existencia continua por tiempo indefinido no tengan dudas. Eso se aplicaba a Gran Bretaña en el siglo XVIII (cuando emitió los bonos llamados «consols») y a Estados Unidos en el siglo XIX (cuando consolidó las deudas de los estados individuales). Lamentablemente, no se aplica a la UE hoy.
La UE se encuentra en una situación muy difícil. Experimenta una segunda ola de COVID‑19 que amenaza con ser incluso más devastadora que la primera. Los estados miembros agotaron la mayor parte de sus recursos financieros combatiendo la primera ola. Proveer atención médica y resucitar la economía demandará mucho más que los 1,8 billones de euros (2,2 billones de dólares) previstos en el nuevo presupuesto y en el fondo de recuperación, llamado Next Generation EU. En cualquier caso, el veto de Hungría y Polonia ha demorado la disponibilidad de esos fondos.
Al primer ministro húngaro Viktor Orbán le preocupa la nueva cláusula de la UE sobre respeto del Estado de Derecho, que impondría límites prácticos a su corrupción personal y política. Tanta es su preocupación que cerró con Polonia un acuerdo de cooperación vinculante para arrastrar a ese país detrás de sí.
Pero hay un modo sencillo de superar el veto: emplear el «procedimiento de cooperación mejorado». Este procedimiento se formalizó en el Tratado de Lisboa con el propósito expreso de crear una base legal para una mayor integración de la eurozona, pero nunca se usó para ello. Su gran mérito es que puede usarse con fines fiscales: un subgrupo de estados miembros puede fijar un presupuesto y acordar un modo de financiarlo, por ejemplo, mediante la emisión de un bono conjunto.
Es aquí donde podría ser muy útil una emisión de bonos perpetuos, por parte de estados miembros cuya existencia continuada no generará dudas en inversores con horizonte temporal largo (por ejemplo, compañías de seguro de vida).
Los bonos perpetuos tienen la gran ventaja de que no es necesario devolver el capital; sólo se paga el interés anual. El valor actual neto de los pagos de intereses futuros disminuye con el tiempo, aproximándose (sin llegar nunca) a cero. Una cantidad dada de recursos financieros (por ejemplo, los 1,8 billones de euros que están previstos) verá su efecto multiplicarse si, en vez de bonos ordinarios, se la usa para emitir bonos perpetuos. Esto resolvería en gran medida los problemas financieros de Europa.
Que un país emita bonos perpetuos tendrá la ventaja adicional de que otros países europeos podrían considerarlo un ejemplo digno de seguir. En particular, los bonos perpetuos deberían ser muy atractivos para los «cinco frugales»: al fin y al cabo, son partidarios del ahorro.
Hay mucha demanda insatisfecha en Europa de bonos a largo plazo por parte de compañías de seguro y otros inversores con horizonte temporal largo. Puede que al principio la falta de familiaridad con los bonos perpetuos obligue a pagar una prima, pero es probable que desaparezca conforme los inversores conozcan mejor este instrumento.
Italia no es uno de los países suficientemente afortunados para poder emitir bonos perpetuos por cuenta propia; pero necesita los beneficios más que otros. Es la tercera economía más grande de la UE; ¿qué sería de la UE sin ella?
Sería un maravilloso gesto de solidaridad que los países que coloquen bonos perpetuos propios también actúen como garantes de una emisión italiana. Eso fortalecerá la UE y de tal modo los beneficiará indirectamente. En algún momento tal vez la UE sea suficientemente fuerte para emitir bonos perpetuos propios. Y ese es un objetivo que vale la pena buscar.
George Soros is Chairman of Soros Fund Management and the Open Society Foundations. A pioneer of the hedge-fund industry, he is the author of many books, including The Alchemy of Finance, The New Paradigm for Financial Markets: The Credit Crisis of 2008 and What it Means, and The Tragedy of the European Union: Disintegration or Revival? His most recent book is In Defense of Open Society (Public Affairs, 2019).