Han pasado 6 meses desde el último registro del Ministerio de Sanidad con respecto a las listas de espera quirúrgicas y la Atención Especializada. (Aclaremos, para lo que resta de artículo, que la Medicina de Familia o Atención Primaria también es especializada). Y los datos no pueden ser más desalentadores.
Desde el 31 de diciembre del 2021 al 30 de junio del 2022 la cifra de pacientes esperando a operarse ha empeorado en 36.000 y ya supera los 742.000. El tiempo de espera medio es de 113 días y un 20% de ellos esperan más de 6 meses. Además, con una gran variabilidad, a pesar de que se supone que debemos aspirar a un sistema equitativo y cohesionado, entre CCAA y especialidades quirúrgicas.
Pero más grave si cabe es la espera para la Atención Especializada. Si sabes lo que tienes, con más o menos molestias o incomodidades, puedes estar esperando a que te operen el tiempo que sea –aunque cabe esperar que si te han encontrado un cáncer no te harán esperar meses-. Pero lo más importante, por la pérdida de oportunidad que puede suponer para atajar el proceso, es que se tarde más tiempo en diagnosticar la causa del proceso de la enfermedad que tienes.
La lista de espera para una consulta en la Atención Especializada en el Sistema Nacional de Salud se sitúa en una media de 80 días. Y el 50% de la población que espera a que le vean en este escalón lo hace durante un tiempo superior a los dos meses.
Es decir, que si tienes un mareo de vez en cuando como consecuencia de un pequeño nódulo en el cerebro, o una molestia abdominal cuya causa no localizas muy bien, y esperas pacientemente a que se vayan cumpliendo las distintas etapas en nuestro SNS -que te vea la Atención Primaria, te derive al especialista (ellos apenas pueden pedir pruebas), el especialista te las prescriba (una resonancia de cabeza o un TAC de abdomen), te hagan el informe, etc.-, lo más probable es que para cuando hayan conseguido dar con la causa, un cáncer, haya pasado de largo más de un año y este esté tan extendido que no tenga indicación ya para la intervención quirúrgica.
Este relato que bien podría parecer una exageración no lo es. De hecho, es de lo más habitual en nuestro SNS. Las listas de espera quirúrgicas son una vergüenza para nuestra Sanidad. Pero las listas de espera para la atención por un especialista, para poder saber qué es lo que tienes, son simplemente un escándalo. Uno cuyas consecuencias deberían traducirse en un delito de comisión por omisión a los responsables directos -si los hubiera o se los pudiera señalar- y una responsabilidad patrimonial para la Administración para todos y cada uno de los casos en los que los retrasos hubieran supuesto una pérdida de oportunidad de curación.
Y todo esto en un ambiente de movilización por parte de los médicos que se quejan por sus condiciones laborales y porque no hay suficientes profesionales, sobre todo en la Atención Primaria. Es decir, a pesar de que el sistema sanitario está forzando la maquinaria, los resultados que obtiene cada vez son más pobres.
Por esa razón vengo afirmando que tras la pandemia nuestro SNS se ha roto y ha pasado de ser ineficiente antes de la Covid, con la ayuda de la Sanidad privada, a ser ineficaz y por tanto incapaz de dar una respuesta efectiva a las necesidades de la población.
Como prueba final, los informes del Instituto Carlos III, que indican que la mortalidad en nuestro país supera en un 10% las previsiones de las que deberíamos tener si las cosas funcionaran como lo hacían antes de la pandemia.
La clave esta en llegar lo antes posible al diagnóstico.
Nuestro modelo de gestión pública, modelo Beveridge, basado en la financiación a través de impuestos y una planificación sustentada en la Atención Primaria tendría que haberse transformado drásticamente desde que se creó hace 40 años para adaptarse a la realidad sanitaria actual. La cantidad de pruebas diagnósticas disponibles hoy, frente a las que había entonces, es tal que no pueden pasar meses hasta que el potencial prescriptor de esas pruebas, el especialista hospitalario, pueda ver por primera vez a los pacientes.
A día de hoy nuestro modelo de planificación sanitario es un verdadero obstáculo para atender a los pacientes. No podemos tener al primer filtro de la atención sanitaria, la Atención Primaria, con las manos atadas, sin poder prescribir las pruebas suficientes para llegar al diagnóstico de los pacientes.
Por eso es imprescindible una reforma integral de la Atención Primaria y sus funciones y competencias. En España tiene una formación a la par con el resto de especialidades -4 años-, y debería por tanto ser capaz de prescribir muchas más pruebas de las que puede hacer en la actualidad.
Hay que reforzar la Atención Primaria, descargándoles de laborales administrativas Y creando un ambiente propicio para que asuman más competencias profesionales, puesto que están más que preparados para hacerlo, a fin de llegar al diagnóstico completo de las patologías lo antes posible. Y a partir de ahí mandar a los pacientes a la atención hospitalaria de forma preferente.
Hay que reformular el funcionamiento de nuestro sistema sanitario público para que la Atención Primaria tenga una continuidad real con la atención hospitalaria, y no que solo vuelva a ver a los pacientes cuando estos necesiten las recetas que les han prescrito en el hospital.
Hay que transformar la Atención Primaria sacándoles del modelo estatutario para que puedan gestionar sus recursos lo máximo posible y les compense económicamente hacerlo. Porque en nuestro modelo de gestión sanitaria pública la Atención Primaria es la clave sobre la que pivota todo el sistema. Y si no funciona bien, el sistema en su conjunto se viene abajo.
Podemos seguir huyendo del problema el tiempo que queramos. Pero los problemas estructurales del Estado de bienestar van a seguir ahí.
Juan Abarca Cidón es el presidente de la fundación IDIS.