El último informe del IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático) ha sido demoledor. El escenario más probable -que no el más pesimista- es el que sitúa el calentamiento global en una horquilla de 2 a 4.5ºC. Con 1′5ºC más, los eventos extremos de calor que antes ocurrían cada 10 años serán 4 veces más probables. Con 2 °C se alcanzarán los umbrales críticos de tolerancia para la agricultura y la salud. Más allá el escenario es inasumible. Va a ser todo muy rápido y necesitamos una respuesta rápida. Mientras los fondos Next Generation reclaman una Europa “más ecológica, más digital, más resiliente”. Pero aquí el acuerdo por la ampliación del aeropuerto tenía otro compás. Mientras en Europa no se planteaba ampliación aeroportuaria alguna o en Francia se anunciaba la paralización de la ampliación de París-Charles de Gaulle -una ampliación de 40 millones de pasajeros- aquí continuábamos empecinados en una ampliación que afectaba a espacios protegidos. La medida no contemplaba una estrategia ferroviaria que transfiriese pasajeros del avión al ferrocarril, se ignoraba la necesidad de reducir el peso del sector aéreo, siendo esta una opción de transporte que hoy por hoy no permite escenario de descarbonización alguna.
Finalmente parece que la ampliación del aeropuerto de El Prat no verá la luz —aunque nunca hay que descartar un nuevo giro inesperado—. Nunca sabremos si es por la falta de consenso esgrimida, por el convencimiento de que la UE no permitiría en este nuevo contexto una ampliación sobre una zona protegida habiendo abierto un apercibimiento por la degradación de los espacios, o por entender que la propuesta hacía perder coherencia a un Ejecutivo que reivindica la transición verde. Pero quizás lo más importante sea la oportunidad para relanzar en Cataluña una agenda de transición verde, para repensar la importancia de los espacios protegidos y para apostar por un modelo aeroportuario que sirva para mejorar las conexiones ferroviarias entre Reus, Girona y el área metropolitana de Barcelona.
Después de todo el debate sobre los espacios protegidos del delta del Llobregat se mantiene el procedimiento de advertencia abierto por la Comisión por la degradación ambiental de ese espacio. Quizás sea el momento de poner encima de la mesa el cumplimiento de todas las compensaciones ambientales no ejecutadas y de poner los recursos para que aporte todo el valor que tiene. Un compromiso para garantizar el suministro de agua necesaria, para poner en valor un espacio único como la laguna de La Ricarda, para desarrollar el plan especial imprescindible para la gestión del espacio, y por qué no, para hacer del conjunto un lugar de interpretación del cambio climático donde convive el principal espacio de reserva de biodiversidad del área metropolitana con los principales focos de emisión de gases de efecto invernadero.
En segundo lugar, la suspensión de la propuesta debe traducirse en una apuesta por la mejora de la interconexión ferroviaria de los tres aeropuertos catalanes. No se trata tanto de la inversión de Aena, como de la necesidad de hacer real una mejora de las conexiones de los tres aeropuertos catalanes, con especial atención en la intermodal del Prat, para garantizar la transferencia de pasajeros del avión al ferrocarril y para permitir un modelo aeroportuario más equilibrado. Pero no deberíamos quedarnos aquí. Hoy, la mejora de las conexiones ferroviarias no sólo debe servir para conectar aeropuertos, sino para definir una nueva estrategia de transferencia de mercancías de la carretera al ferrocarril, y para conectar con el siglo XXI las diferentes realidades urbanas, así como con el eje mediterráneo, con la zona sur de Francia y con el eje del Ebro.
Pero lo más relevante es conseguir que Cataluña abra un debate sobre qué hacer. Llevamos demasiado tiempo discutiendo en torno a una propuesta propia de hace 30 años, como si no hubiese emergencia climática, como si Europa no estuviese apostando por la descarbonización, como si nos pudiésemos permitir mantener un modelo de llegada masiva de turismo enfocado básicamente a una economía de servicios. Pero más allá del error de la propuesta, si esta ha tenido recorrido es por la ausencia de proyectos y propuestas sobre qué hacer en la sociedad catalana. Deberíamos poner el acento en aquello en lo que vamos con retraso y en lo que tenemos oportunidades, hacer de la transición energética -donde Cataluña está en el furgón de cola- un elemento central; donde abramos el debate ya no sólo de la generación renovable sino de los procesos industriales vinculados a su implantación; los cambios en la gestión de la demanda; el retorno al territorio; nuevos modelos de generación distribuida y digitalización; nuevas estrategias para el sector del automóvil, donde no sólo se apueste por la electrificación, sino por modelos de movilidad compartida.
Joan Herrera es director de Acció Ambiental y Energia del Ayuntamiento de El Prat de Llobregat.