Una sensación regia agridulce

Por una decisión personal del alcalde de Pamplona, de EH-Bildu, desde el 29 de abril la céntrica avenida del Ejército ha pasado a denominarse Catalina de Foix, la última monarca de Navarra antes de la conquista del reino por parte de las tropas castellanas, que para los nacionalistas y los separatistas era la reina legítima, no así el rey actual, al que consideran un usurpador. La explicación a este arbitrario cambió hay que encontrarla en el odio irracional que el alcalde Asiron siente por el Ejército y por la Monarquía española, y con esta medida ha querido ofender a ambos.

Esta decisión no la puede justificar en la ley de Memoria Histórica, pues el Ejército no es ni el de un bando ni el del otro de la guerra civil -ni el del general Franco ni el del general Rojo-, sino que es aquel que la Constitución establece que tiene como misión «garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional». ¡Y ahí es donde le duele al alcalde Asiron!

Para ver lo injusta que es esta alcaldada, antimilitar y antiespañola, hay que recordar que en el año 1960 el centro de Pamplona estaba encorsetado por cuatro grandes cuarteles que impedían su desarrollo urbano y que, tras una negociación entre el Ayuntamiento y el Ejército, este donó generosamente esos espacios a la ciudad, con lo que pudo transformar su fisonomía y convertirse en la ciudad moderna y funcional que es hoy en día. Por eso, entonces, en 1963, el Pleno del Ayuntamiento de Pamplona acordó: «… dar el nombre de Avenida del Ejército a la que ha de abrirse atravesando los Cuarteles e instalaciones militares, desde la Avenida de Conde Oliveto a su unión con la Avenida de Pío XII».

Estoy seguro que el Rey Felipe VI, una de las personas mejor formadas e informadas de este país, cuando conoció esta noticia habría sentido una sensación agridulce. Por un lado, como jefe supremo de las Fuerzas Armadas, le habría dolido el desprecio que con ella se quiere infligir a nuestro Ejército, al tiempo que le habría halagado que a su antepasada Catalina de Foix se le dedique una calle principal en esa ciudad.

Porque el antiguo reino de Navarra estaba formado por seis merindades y cuando, a comienzos del siglo XVI, se incorporó a la Corona de Castilla, la sexta merindad, la norpirenaica o de Ultrapuertos, por consideraciones estratégicas y por políticas globales en la Monarquía Universal, fue abandonada por el emperador Carlos V, que prefirió ceder unos centenares de kilómetros cuadrados a cambio de una paz estable con el rey francés en el Pirineo. Y fue en esa sexta merindad en donde, como señores de la Tierra de Ultrapuertos, los Albret-Foix, primero, y los Borbón-Albret, después, se siguieron titulando «reyes de Navarra».

De esta forma, durante décadas, hubo una situación, cuando menos sorprendente, pues en Europa había dos «reyes de Navarra». Por un lado, estaba el de Castilla y Navarra: Carlos I, Felipe II, Felipe III, Felipe IV y Carlos II y, por otro, los antiguos reyes privativos: Catalina de Foix hasta su fallecimiento en 1517, a la que sucedieron su hijo Enrique II (1517-1555) y su nieta hija Juana III (1555-1572). Esta casó con Antonio de Borbón, Conde de Vendôme, y fueron los padres de Enrique III -Borbón-Albret-, rey de Navarra (1572-1610) que en 1589 se convirtió en Enrique IV de Francia. Por tanto, el primer lugar en el que reinaron los borbones fue en Navarra. A Enrique IV le sucedieron en el trono de San Luis su hijo Luis XIII (II de Navarra) y su nieto Luis XIV «el Rey Sol» (III de Navarra) y este fue el abuelo de Felipe V, primer Borbón en el trono de España, y de él, a través de Carlos III, Carlos IV, Fernando VII, Isabel II, Alfonso XII, Alfonso XIII, Juan de Borbón y Juan Carlos I, se llega hasta Felipe VI. Por lo que nuestro rey Felipe VI, a pesar de lo que piensen Asiron y los suyos, es sucesor directo de Catalina de Foix, la nueva titular de esa arteria pamplonesa.

El próximo 26 de mayo se van a celebrar las elecciones municipales. Espero que de ellas salga un alcalde de Pamplona menos sectario y más respetuoso con la ley y con la historia que deje sin efecto esta actuación, promovida por cuestiones ideológicas y por el odio a España y que, de inmediato, reponga el nombre de avenida del Ejército con el que en su día se reconoció una actuación generosa de éste para con la ciudad de Pamplona.

José Ignacio Palacios Zuasti fue Senador por Navarra.

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