Una solución para la crisis del euro

Una solución integral de la crisis del euro demanda tres componentes principales: reforma y recapitalización del sistema bancario, un sistema para la emisión de eurobonos y un mecanismo de salida.

Veamos lo primero, el sistema bancario. Cuando se firmó el Tratado de la Unión Europea en Maastricht, solamente se pensó en los desequilibrios del sector público, pero los excesos del sector bancario resultaron mucho peores. La introducción del euro dio lugar a la aparición de auges de la construcción en países como España e Irlanda. Los bancos de la eurozona pasaron a contarse entre los más sobreapalancados del planeta (y los más afectados por la debacle de 2008), y siguen necesitando desesperadamente una protección contra el peligro de insolvencia.

El primer paso ya se dio hace poco, cuando el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera obtuvo autorización para rescatar no solamente a gobiernos, sino también a bancos. Pero a esta medida deben seguirle otras. Una que se necesita con urgencia es un aumento sustancial del capital propio de los bancos. Y para que una agencia europea pueda garantizar la solvencia de los bancos, estos deben estar bajo su supervisión.

Una agencia europea de regulación bancaria pondría fin a la relación incestuosa entre bancos y autoridades regulatorias, de la que se derivaron los excesos que impulsaron la crisis actual. Además, dicha agencia afectaría las soberanías nacionales mucho menos que subordinar las políticas fiscales a una autoridad con jurisdicción sobre toda la UE o la eurozona.

Pasemos al segundo tema: Europa necesita emitir eurobonos. Se creía que la introducción del euro reforzaría la convergencia, pero lo cierto es que creó divergencias entre los países miembros, dados los muy variados niveles de endeudamiento y competitividad que los separan. Si los países que cargan con deudas elevadas deben pagar primas de riesgo excesivamente onerosas, sus deudas se volverán insostenibles, tal como sucede en la actualidad.

La solución es obvia: permitir que los países deficitarios refinancien el grueso de sus deudas en las mismas condiciones que los superavitarios. El mejor modo de lograrlo es autorizar la emisión de eurobonos con el respaldo conjunto de todos los países miembros.

Pero aunque en principio la idea es sencilla, los detalles requieren de mucha elaboración. ¿Qué agencia supranacional estará a cargo de emitir los eurobonos? ¿En qué reglas se basará para autorizar la emisión? ¿Y cómo las hará cumplir?

Es de suponer que la emisión de eurobonos estará sujeta al control de los ministros de finanzas de la eurozona. El comité designado sería el homólogo del Banco Central Europeo en asuntos fiscales, a la vez que el homólogo europeo del Fondo Monetario Internacional.

De modo que el debate girará en torno de la cuestión del derecho al voto. El BCE opera según el principio de un voto por país, mientras que el FMI reparte el derecho al voto de acuerdo con el aporte de capital de cada estado integrante. ¿Cuál de los sistemas conviene adoptar? El primero tal vez equivalga a otorgar a los países deudores carta blanca para acumular más déficit; pero el segundo puede perpetuar una Europa de dos velocidades. De modo que será necesario encontrar alguna solución intermedia.

Dado que el destino de Europa depende de Alemania, y ya que la emisión de eurobonos pondría en riesgo la propia posición crediticia de este país, está claro que la solución debe prever que Alemania ocupe el asiento del conductor. Lamentablemente, Alemania tiene algunas ideas erróneas en materia de política macroeconómica: espera que el resto de Europa siga su ejemplo. Pero lo que sirve para Alemania no puede servir para el resto de Europa, ya que ningún país puede mantener un superávit crónico de la balanza comercial sin otros países que mantengan déficit. O sea que Alemania debe proponer reglas que los otros países puedan cumplir.

Dichas reglas deben admitir una reducción gradual del endeudamiento. También deben permitir que los países con altos niveles de desempleo, como España, sigan ejecutando presupuestos deficitarios. Para lograr los dos objetivos se podría apelar a reglas basadas en metas de déficit ajustadas de acuerdo al ciclo económico. Y lo más importante, las reglas deben tener en cuenta su propia imperfección, es decir, dejar lugar para la realización de revisiones y mejoras.

El think tank Bruegel, con sede en Bruselas, propuso que los eurobonos constituyan el 60% de la deuda externa no resuelta de los miembros de la eurozona. Pero vistas las elevadas primas de riesgo que imperan en la actualidad en Europa, este porcentaje no alcanza para nivelar el terreno de juego. En mi opinión, los títulos de deuda que se emitan en el futuro deberían emitirse totalmente en eurobonos, hasta un límite que establezca el comité designado. Este debería imponer condiciones tanto más estrictas cuanto mayor sea el volumen de eurobonos que desee emitir cada país. Hacer valer la voluntad del comité no debería ser problema, ya que el solo hecho de prohibir la emisión de más eurobonos obraría como arma de disuasión eficaz. Pero se necesita una mejora de los sistemas de vigilancia, para que los países que caigan en infracción reciban aviso oportunamente.

Esto nos lleva directamente al tercer problema pendiente: ¿qué sucede con aquellos países que no deseen o no puedan cumplir las condiciones pactadas? La imposibilidad de emitir eurobonos podría dar lugar a devaluaciones o cesaciones de pago caóticas. Si no se cuenta con algún mecanismo de salida, las consecuencias pueden ser catastróficas. Un arma de disuasión tan peligrosa que no se puede usar es poco creíble (esa es la moraleja que se desprende del caso de Grecia).

Esta es la más difícil de las tres áreas del problema, y no voy a decir que tengo una solución lista para aplicar. Mucho depende de la evolución de la crisis griega. Tal vez se pueda idear un mecanismo ordenado de salida que sirva para un país pequeño como Grecia pero no sea aplicable a un país de mayor tamaño como Italia. Para esos casos, el sistema de emisión de eurobonos debería incluir sanciones inexorables. Tal vez algo así como un ministro de finanzas europeo con legitimidad tanto política como financiera; una solución que puede surgir del intenso debate y el profundo examen de conciencia que con tanta urgencia se necesitan, especialmente en Alemania.

Una cosa es segura: para que el euro sea una moneda viable, es preciso resolver estas tres áreas del problema (reforma y recapitalización del sistema bancario, un sistema de eurobonos y un mecanismo de salida). Pero quizá los mercados financieros no extiendan una moratoria que dé tiempo a implementar las nuevas disposiciones.

Es posible que el Consejo Europeo, urgido por la presión continua de los mercados, deba encontrar una solución transitoria que evite una calamidad. Una posibilidad sería autorizar al BCE a prestar directamente a los gobiernos que no encuentren crédito en los mercados en condiciones razonables, mientras se espera la creación del sistema de eurobonos.

Por George Soros, presidente de Soros Fund Management y del Open Society Institute. Traducción: Esteban Flamini.

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