¿Una solución psicodélica para la depresión?

Según la Organización Mundial de la Salud, la depresión afecta a unos 350 millones de personas en todo el mundo, lo que la convierte en una de las enfermedades psiquiátricas más prevalentes. Pero sólo la mitad aproximadamente de las personas que toman antidepresivos responden a ellos, y aquellas personas que sí lo hacen tal vez tengan que esperar varias semanas o inclusive meses antes de experimentar algún alivio -una falencia crítica para la gente con un riesgo inmediato de suicidio-. En consecuencia, se necesitan con urgencia antidepresivos de acción rápida.

La ketamina -una droga principalmente utilizada como anestésico en medicina veterinaria y como anestésico y analgésico en los hospitales durante procesos quirúrgicos u otros procedimientos dolorosos- hoy es la estrella en ascenso de la investigación sobre la depresión. Parece aliviar los síntomas más severos de la depresión en minutos u horas, inclusive en pacientes que tienen pésimos antecedentes con otros tratamientos.

En el primer estudio controlado, los investigadores reportaron una caída del 50% en los síntomas de la depresión en el lapso de dos horas luego de una infusión de ketamina, y un tercio de los pacientes prácticamente no registraban síntomas en el transcurso de un día. Es más, los pacientes dijeron tener menos pensamientos suicidas apenas 40 minutos después de recibir una inyección intravenosa de la droga. En algunos pacientes, los efectos de una dosis única pueden durar más de una semana.

Los médicos clínicos no son los únicos que estudian el potencial de la ketamina. Los neurocientíficos la han alabado como el primer avance en la investigación de drogas antidepresivas en 50 años. A diferencia de los antidepresivos convencionales –que se utilizan para elevar las concentraciones de serotonina, dopamina o noradrenalina de los neurotransmisores-, la ketamina influye en el sistema de glutamato. El glutamato, el principal neurotransmisor excitador, juega un papel central en casi todas las formas de función cerebral, incluyendo el aprendizaje, la memoria, la cognición y la emoción.

Al impedir que el glutamato se una al receptor NMDA, la ketamina provoca una liberación aumentada de glutamato, que activa otros tipos de receptores de glutamato y mejora la función y la densidad de las sinapsis (las conexiones entre las neuronas) en zonas del cerebro donde el estrés o la depresión hicieron que las células se atrofiaran. Una mayor plasticidad sináptica –la capacidad de las sinapsis de ajustar su resistencia, que es esencial para una función cerebral saludable- podría ser la razón neurobiológica para el aparente efecto terapéutico en los pacientes.

Sin embargo, aunque la promesa de la ketamina generó entusiasmo entre los clínicos y los neurocientíficos, también provocó controversia, debido a los efectos colaterales potencialmente nocivos de la droga. Dependiendo de la dosis, un paciente puede experimentar estados físicos, espaciales y temporales afectados; cantidades mayores pueden producir alucinaciones y disolución del yo.

Curiosamente, las propiedades psicoactivas de la ketamina pueden responder por su efecto en cuanto a mejorar el estado de ánimo. Los tratamientos psicodélicos y psicolíticos –populares en los años 1960 y1970, antes de que la investigación se viera seriamente restringida y se desvaneciera el interés por el uso clínico de los psicodélicos- se basaban en la noción de que la experiencia psicológica inducida por la droga era esencial para facilitar el proceso psicoterapéutico.

Según este punto de vista, el estado alterado de la conciencia generado por la ketamina –particularmente la disolución de las fronteras del yo y la experiencia de unión con el mundo- podría constituir una experiencia profunda y significativa para un paciente. Integrar esta experiencia en el proceso psicoterapéutico podría facilitar los subsiguientes cambios actitudinales. En otras palabras, las drogas como la ketamina que aumentan rápidamente la neuroplasticidad podrían ser eficientes, particularmente en términos clínicos, si se las combina con intervenciones psicoterapéuticas.

Desafortunadamente, la investigación sobre los adictos a la ketamina y aquellos que la consumen en grandes dosis como una droga social reveló que su uso puede generar problemas de aprendizaje y percepción, así como trastornos de la memoria. Otra preocupación es que los beneficios de la ketamina pueden ser relativamente fugaces. En consecuencia, la ketamina tal vez nunca se convierta en un tratamiento aceptado para la depresión en su forma actual.

De hecho, el futuro de la ketamina como terapia para la depresión sería incierto aún si se comprobase más enfáticamente su eficacia. Como la ketamina existe desde hace décadas, no hay ninguna patente asociada a ella, de manera que las compañías farmacéuticas tienen pocos incentivos financieros para llevar adelante una investigación sobre la droga y buscar aprobación para su uso como antidepresivo.

No obstante, la investigación sobre la química de la ketamina podría ayudar a identificar mecanismos para abordar la depresión resistente a los tratamientos que se basen en la neuroplasticidad generada por el glutamato. De hecho, las compañías farmacéuticas ya han comenzado a investigar otros antagonistas del receptor NMDA, junto con drogas que actúan como una parte diferente del sistema de glutamato, como tratamientos posibles para la depresión. Esta investigación en definitiva podría generar una clase completamente nueva de antidepresivos –y un alivio para millones de personas en todo el mundo.

Simone Grimm is a researcher in the Department of Psychiatry, Psychotherapy, and Psychosomatics at the University of Zurich.

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