Una Sudáfrica impaciente

El Congreso Nacional Africano, que ha gobernado a Sudáfrica desde el fin del apartheid, tiene problemas graves. Lamentablemente, puede que el país no le vaya demasiado a la zaga.

En 1994, el CNA, con gran prestigio por haber puesto fin a decenios de gobierno blanco minoritario, llegó al poder con casi un monopolio de legitimidad política entre la mayoría negra del país. Junto con la autoridad moral del Presidente Nelson Mandela, esa condición ayudó al partido a tener en cuenta una gran diversidad de intereses y establecer un orden económico estable sin perder el apoyo de los votantes negros pobres, muchos de los cuales se sentían marginados en dicho orden. Aunque las esperanzas de sus partidarios eran grandes, también lo era su paciencia, dinámica reforzada por la mitología libertadora del CNA y unos primeros éxitos en el desarrollo de la vivienda, la electricidad y las subvenciones sociales.

Casi veinte años después, esa paciencia casi se ha agotado. Si bien la pobreza ha disminuido ligeramente desde 1994, la desigualdad ha aumentado en gran medida, alimentada por un desempleo extremado, la incapacidad estatal, la corrupción y las políticas afirmativas sesgadas a favor de los estratos superiores de la economía (por no hablar del pernicioso legado del apartheid).

La rápida urbanización ha aumentado el número de personas que viven en asentamientos en torno a las ciudades más importantes del país, donde las privaciones son particularmente duras y el mal gobierno se siente más profundamente. Entretanto, una nueva generación de sudafricanos “nacidos libres” ya no se dejan convencer sólo por las credenciales históricas del CNA, sobre todo porque el desempleo juvenil se acerca al 45 por cierto.

A consecuencia de ello, el monopolio de la legitimidad de que disfruta el CNA se está cuarteando. Pese a ser electoralmente predominante, la representación parlamentaria de ese partido ha llegado a ser inferior a los dos tercios necesarios para cambiar la Constitución y, si las elecciones locales de 2011 son un buen indicio, su respaldo popular sigue declinando (el CNA obtuvo tan sólo el 63 por ciento de los votos). Entretanto, el aumento de la apatía y del descontento con el alcance y el ritmo del cambio económico ha reducido en gran medida la participación de los votantes.

Fuera de las urnas, están aumentando las protestas violentas, impulsadas por la desigualdad, a medida que los ciudadanos prescinden del CNA y sus asociados para exigir mejoras económicas. Ha habido un auge de las llamadas “protestas por la prestación de servicios” en los asentamientos que rodean las zonas urbanas.

Las huelgas salvajes del año pasado en el sector minero, que desencadenó la infame “matanza de Marikana”, provocaron una reducción del 0,5 por ciento en el crecimiento del PIB del país en 2012. El reciente malestar laboral en el sector vitivinícola de El Cabo Occidental refleja la misma dinámica. Si bien la violencia y la inestabilidad han caracterizado siempre el sector no estructurado de la economía, como atestiguan la elevada tasa de delincuencia y los frecuentes ataques a los comerciantes extranjeros, están volviéndose más comunes también en el sector estructurado.

Esas presiones estructurales, “desde abajo”, seguirán pesando sobre Sudáfrica, con lo que 2013 será otro año cargado de riesgos políticos. La aplastante reelección del Presidente Jacob Zuma como presidente del CNA en la conferencia del partido celebrada en diciembre fue una derrota para las facciones más radicales y obligará al Gobierno a mostrarse más resuelto que el que había en 2012, pero la dirección del CNA perderá el apoyo de los dirigentes y las circunscripciones de las propias zonas en las que las protestas y las huelgas son más comunes, incluidas las de Gauteng, El Cabo Occidental, secciones de El Cabo Oriental y el Estado Libre, y las comunidades mineras del Noroeste y Limpopo.

Las medidas adoptadas por el Gobierno para contener el gasto de las provincias exacerbarán las tensiones, como también la influencia en aumento de los zulúes en el CNA de Zuma. La reducción del gasto y los cierres de empresas en las minas de oro y platino, además de la expiración en junio de los acuerdos salariales concertados en las industrias del oro y del carbón, desencadenarán casi con toda seguridad más malestar laboral, sobre todo por la rivalidad en aumento entre la Unión Nacional de Mineros del CNA, por un lado, y, por otro, la Asociación de Mineros y el Sindicato de la Construcción, más militantes.

En vista de que la prioridad fundamental del CNA es la de mantener su predominio político en las elecciones de 2014, ese partido sentirá la tentación de conseguir apoyo público mediante un aumento del gasto y políticas estatalistas, en lugar de aplicar las reformas estructurales decisivas que reclaman los inversores. Aunque el CNA rechazó las propuestas de nacionalizar las minas del país, su adopción de la “propiedad estatal estratégica” ha creado una mayor incertidumbre normativa en ese sector, al tiempo que preparaba el terreno para una presencia estatal mayor en industrias conexas, como la de la energía y la del acero.

Asimismo, no es probable que el respaldo del partido al Plan Nacional de Desarrollo y la elección como Vicepresidente del popular dirigente sindical Cyril Ramaphosa, que ha llegado a ser millonario, conjuren los riesgos que ahora afronta. Las medidas más urgentes propuestas por el CNA –una legislación laboral más flexible, una reforma educativa y la racionalización de la administración local– quedará diluida a manos de los intereses creados y la deficiente gestión de los asuntos públicos, mientras que su insistencia (por lo demás, digna de beneplácito) en la ampliación de las infraestructuras resultará socavada por la corrupción y el favoritismo políticos.

La respetabilidad de Ramaphosa brindará sin duda al partido (y a Zuma, acosado por los escándalos) un respiro muy necesario, pero el Gobierno del CNA seguirá teniendo que centrarse en medidas y clientelismo a corto plazo para apuntalar su apoyo electoral. Sin ellas, las continuas acometidas del malestar social podrían muy bien afectar a la confianza de los inversores más aún que unas políticas acogidas con rechazo.

El CNA ya no tiene el suficiente crédito entre los sudafricanos pobres para pedir más paciencia con miras a lograr “una vida mejor para todos”. El año 1994 queda ya lejos y Zuma es muy diferente de Nelson Mandela.

Ian Bremmer is President of Eurasia Group and the author of Every Nation for Itself: Winners and Losers in a G-Zero World. Mark Y. Rosenberg is Africa Analyst at Eurasia Group. Traducido del inglés por Carlos Manzano.

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