Vence, pero no triunfa:Romney no es todavía el anti Obama. La victoria aún está lejana para el candidato mormón del Partido Republicano, que el martes se hizo, sin embargo, con seis de los 10 estados que se disputaban. En este circo que son las primarias republicanas, cada aspirante proclama su victoria después del supermartes. Por un soplo ha vencido Romney a Santorum en Ohio (38/37%). Su dulce derrota demuestra la capacidad de resistencia del antiguo senador por Pensilvania, ante el lento avance del ex gobernador. Santorum gritaba que continuará adelante mientras lo jaleaban sus enfervorizados hooligans. Sobre todo porque el empate técnico en Ohio ha sido acompañado de contundentes victorias en Dakota del Norte, Oklahoma y Tennessee, que le abren las puertas del sur del país. Si a esto se añade la holgada victoria de Newt Gingrich en Georgia, se entiende que Santorum y el antiguo speaker de la Cámara de Representantes mantengan la esperanza de que Romney, el inevitable, acabe desmoronándose en el Sur y en el Medio Oeste de EEUU.
No creo que la debilidad de Romney lleve a su hundimiento. Es verdad que, no obstante su poderío financiero, el apoyo del stablishment y la excelente campaña, avanza con la lentitud de una tortuga hacia la meta final. La tormentosa historia de amor con los electores, que comenzó el día de su presentación oficial en la carrera hacia la Casa Blanca (2 junio 2010), ha estado llena de altibajos, pero nunca ha llegado al divorcio. No olvidemos que el martes se embolsó el premio al mejor en los estados de Ohio, Virginia, Vermont, Idaho, Alaska y Massachusetts. Es verdad que en Virginia tenía sólo a Ron Paul por competidor (Santorum y Gingrich no pudieron hacerlo por problemas burocráticos) y que estaba cantado que ganaría en Massachussets, de donde había sido gobernador, pero me parece que llegará en agosto a la convención de Tampa con más delegados que cualquiera de sus adversarios, aunque no con el número mágico de 1.144 que exige la nominación. De momento, su marcador suma bastantes más delegados que el de Santorum.
En otro lugar he dicho que me recuerda a Bob Dole, el candidato republicano derrotado por Bill Clinton en 1996. El clásico producto de la burocracia de un partido: otoñal, buena presencia, con experiencia como gobernador, con un buen patrimonio…, pero sin especial tirón entre las bases. Éstas, o buena parte de ellas, están con Santorum. Un perfecto desconocido sin demasiados recursos que comenzó pateándose Iowa con un monovolumen no demasiado bueno, hablando de Dios, el matrimonio, la defensa de la vida, etcétera, y terminó allí ganándole la partida al multimillonario y candidato del stablishment Mitt Romney.
Lo que pareció una carambola en un Estado aislado, poco a poco ha venido convirtiéndose en una fuerza que se ha llevado por delante a varios y cualificados candidatos: desde Michele Bachmann a Perry, pasando por Huntsman. Es sorprendente esta encuesta de hace unos días difundida por Gallup (27 de febrero): Santorum (50% de intención de voto) vencería a Obama (45%) en los 12 swing states, es decir, aquellos estados cuyo escrutinio siempre es incierto para los dos partidos. Aunque sea exagerada, es una muestra de un fenómeno electoral basado en un 50% en el factor religioso. Es sintomático que los ciudadanos que han votado a Santorum antes en Michigan y Arizona, y ahora en el supermartes, hayan sido los votantes de clase media baja, los habitantes de las zonas rurales y los cristianos evangélicos que prestan más atención a los mensajes sobre valores que sobre economía. Desde luego, en un momento de profunda crisis económica no bastan los valores, pero si a ellos unimos los mensajes bastante sensatos de Santorum sobre economía, probablemente Romney deberá tener en cuenta la posibilidad de incluirlo en el ticket electoral que deberá presentar -si es que gana- en la convención republicana de agosto.
Así las cosas, ¿qué posibilidades reales tendría frente a Obama el vencedor del supermartes republicano? Antes me he permitido mostrar mi escepticismo al enfrentar el talante de Romney como candidato frente a Obama. Pero existe otro factor que acentúa mis dudas. Me refiero a la minoría hispana o latina, que será una fuerza temible en las elecciones presidenciales de noviembre.
Mi opinión es que una gran mayoría de ellos volverá a votar a Obama, aunque haya incumplido su promesa de promover una reforma migratoria. No estoy de acuerdo con los que dicen que hoy «12 millones de latinos están tras la búsqueda de su candidato, estando todavía lejos de encontrarlo». Los hispanos no parece que estén más cerca de los candidatos republicanos que de Obama. Una reciente encuesta de Univisión reveló que si las elecciones se realizaran hoy, Obama derrotaría a Romney en el electorado latino por un 67% contra un 24%. Tal vez por eso, el candidato mormón ha estado rondando a Marco Rubio, el joven senador de origen cubano que acabó otorgándole su apoyo. También podría ser un buen número dos en el ticket que salga de la convención republicana. Entonces tal vez se enderezaría algo el poco entusiasmo latino por el Partido Republicano. Pero eso es un futurible.
El presente es que la no clara victoria de Romney tiene inquieta a la cúpula del GOP. De ahí que, cíclicamente, se hable de un candidato sorpresa, que se lanzaría al ruedo para salvar el honor republicano frente a Obama. Unos hablan de Jeb Bush, el hermano del anterior presidente, otros de Chris Christie, el actual gobernador de New Jersey e incluso Sarah Palin agita el fantasma de irrumpir en la convención de agosto.
Mi opinión es que ninguna de estas apariciones se producirá. Lo que sí puede ocurrir es que lleguen a Tampa los candidatos sin mayoría suficiente, forzando una convención más o menos abierta, en la que el candidato no logra salir en primera votación y es necesario negociar un candidato para la mayoría. Ocurrió con el republicano Dewey en 1948 y con el demócrata Adlai Stevenso en 1952. Ninguno de los dos salió presidente. No la aconsejo a los republicanos. Mejor despejar el panorama electoral cuanto antes.
Por Rafael Navarro-Valls, académico, catedrático y autor de 'Entre la Casa Blanca y el Vaticano'.