¿Una victoria de la izquierda en una Francia de derechas?

Apartado de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales que daría lugar al duelo entre Emmanuel Macron y Marine Le Pen, Jean-Luc Mélenchon, en vez de comentar su derrota, lanzó un “¡Elíjanme primer ministro!” que sonó a provocación. También a esperanza: la izquierda y los ecologistas iban a aprovechar las subsiguientes elecciones legislativas para rehacerse y, tal vez, incluso para imponer una cohabitación o, al menos, una mayoría relativa, al presidente recién elegido gracias a la movilización de los votantes que, una vez más, cerraron el paso a la extrema derecha. Desde el anuncio de los resultados de la primera vuelta, el pasado domingo por la noche, muchos piensan que prácticamente es cosa hecha.

En efecto, la extrema derecha sigue progresando drásticamente, pero, con su 23% (18,68% de Reagrupamiento Nacional y 4,45% de Reconquista), solo ha conseguido la tercera posición. Y si bien Marine Le Pen no ha salido elegida ya en esta primera vuelta únicamente a causa de la baja participación ―ha obtenido el 53,96% de los sufragios, pero para hacerse con la victoria en una sola vuelta no solo es necesario sumar más del 50% de los votos, sino también que voten al menos el 25% de los electores inscritos―, numerosos cabezas de cartel y, sobre todo, nuevas estrellas de este bloque político (Florian Philippot, Damien Rieu, Stanislas Rigault, Guillaume Peltier, Bruno Attal...) han quedado eliminadas. Empezando por Éric Zemmour, que, con un 23,19%, ha terminado tercero en la cuarta circunscripción del departamento de Var, mal que les pese a los columnistas y analistas que alimentaron la burbuja mediática que lo rodea y, sobre todo, dieron alas a los discursos reaccionarios, racistas y misóginos que tiene por bandera. El próximo domingo, los candidatos de extrema derecha se enfrentarán en un centenar de duelos a los de la mayoría presidencial. En algunos casos, se enfrentarán a candidatos de izquierda. La extrema derecha formará seguramente grupo en la Asamblea Nacional, de la que estaba ausente desde su breve aparición en 1986. Pero, lejos del temido tsunami, este resultado tranquilizará, al menos durante un tiempo, a aquellos que confían en la renovada dificultad de este bloque político para imponerse en la escena política nacional.

Son, por tanto, los candidatos del bloque denominado de centro y los del bloque de la izquierda los que se enfrentarán más a menudo en la segunda vuelta de estas legislativas. Integrado por Juntos, coalición de La República en Marcha ―que en julio pasó a llamarse Renacimiento―, MoDem y Horizontes, el primer bloque reúne a los de la mayoría presidencial saliente. El segundo, Nueva Unión Popular, Ecológica y Social (NUPES), está compuesto por las principales formaciones de la izquierda de gobierno (socialistas, comunistas y ecologistas). Constituida precipitadamente tras las elecciones presidenciales, pese a que numerosos electores habrían deseado que hubiera ocurrido antes, NUPES se ha impuesto como primera fuerza política del país con el 26,11% de los sufragios y pese a los intentos de limitar sus resultados mediante las trabas con que tropezaron sus candidatos para registrarse bajo la marca común. Presentando hábilmente los méritos de la unión, así como los de su imponente programa de transformación social y ecológica de la sociedad, NUPES ya ha conseguido el nombramiento bajo su estandarte de cuatro de los cinco diputados elegidos en la primera vuelta: Danièle Obono, Sarah Legrain y Sophia Chikirou por París, y Alexis Corbière por Seine-Saint-Denis (el quinto es Yannick Favennec Bécot, diputado saliente del Departamento de Mosa y candidato de Juntos). Dentro de unos días, se enfrentará al bloque de la mayoría presidencial en más de 400 circunscripciones, sobre un total de 577. Con el 25,88% de los votos, este último no ha conseguido imponerse en la primera vuelta legislativa, una novedad desde la inversión del calendario electoral en 2002 que, sin duda, fragiliza el comienzo del mandato de Emmanuel Macron. A este revés ha venido a añadirse, poco después del anuncio de los resultados, el estigma de unas declaraciones más tarde rectificadas torpemente, según las cuales la mayoría presidencial no pensaba llamar a sus electores a derrotar a la extrema derecha en aquellos duelos en los que se enfrentará a los candidatos de NUPES. Para un presidente elegido gracias al recurso al frente republicano, una vez más baluarte contra Reagrupamiento Nacional, esto representa un error político y un fracaso moral.

Ante la correlación de fuerzas actual, predecir el resultado final de estas elecciones legislativas es muy arriesgado. Las mujeres estarán sin duda más representadas que nunca en la Asamblea Nacional, dado que nunca ha habido tantas candidatas como ahora (más del 44%, frente a un 42,4% en 2017). Los candidatos procedentes de la sociedad civil movilizada también serán más visibles. El panadero del departamento de Doubs Stéphane Ravacley, quien protagonizó una huelga de hambre para impedir la expulsión del país de su aprendiz, y Rachel Keke, ayer comprometida con la lucha de las camareras de piso contra la dirección del hotel Ibis Batignolles y hoy rival de la ministra de Deportes, Roxana Maracineanu, en Val de Marne, son dos de los candidatos que llegan a la segunda vuelta con ventaja. Sin duda, la izquierda verá sus filas reforzadas. Varios diputados salientes están también en buena posición para ganar las elecciones: Elsa Faucillon en Altos del Sena, François Ruffin en el Somme, o Clémentine Autain en Seine-Saint-Denis. Es posible que la mayoría de los líderes y altos cargos de los partidos se reúnan con ellos en las bancadas de la Asamblea Nacional, pues, como el socialista Olivier Faure, el ecologista Julien Bayou y el comunista Fabien Roussel, salen de la primera vuelta con ventajas del 46,9%, 48,8% y 33,3% de los votos. Los ecologistas de Europa Ecología Los Verdes volverán por fin al hemiciclo. Si todos ellos resultan vencedores, la agenda de reformas del presidente se verá perturbada, empezando por la tan criticada reforma de las pensiones, a la que, sin embargo, Macron no ha renunciado. También asistiremos, algunos con un placer indisimulado, a una reparlamentarización de la vida política. Pero, tras este enésimo acto de la recomposición del espacio político francés iniciada hace algunos años, será difícil hacer olvidar lo más preocupante, aunque no sea lo esencial: la mayoría de los votantes inscritos no fueron a votar.

En esta ocasión, se ha abstenido más del 53%, un récord sin parangón en la historia de la V República. Los jóvenes, las personas sin titulación, los votantes de las clases populares y los habitantes de los extrarradios no han acudido a la cita electoral. Y el éxito incuestionable de la joven NUPES, que pretendía llevar a las urnas a estos electores en la misma medida en que quería impedir que una parte de ellos engrosara las filas de la extrema derecha, no puede ocultar este hecho, asimismo incuestionable. Las causas de la abstención no son nuevas: desinterés por la vida política y desencanto de sus formas más clásicas e institucionales. Como consecuencia, el resultado de estas elecciones legislativas es muy incierto. Podría suceder que el domingo se produjese al mismo tiempo una forma de victoria de la izquierda, renacida de sus cenizas, y la supremacía de una derecha que conserva su mayoría, si bien menos clara que antaño. En todo caso, el ideal democrático se difumina, y con él la esperanza de que toda reforma se haga con la clase de legitimidad de que goza la política cuando representa las aspiraciones de la mayoría de los ciudadanos.

Vanessa Jérome es politóloga e investigadora visitante del programa de Pensamiento Cultural, Social y Político de la Universidad de Victoria (Canadá). Traducción de José Luis Sánchez-Silva.

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