Unas presiones que reafirman al PSOE

Unas presiones que reafirman al PSOE

Los nuevos partidos emergieron en nuestro país por el descrédito y la desconfianza generados por las formas con las que se venía gobernando nuestro país desde la Transición. Ofrecían un lenguaje más claro y contundente, un compromiso entre la palabra y la acción, coherencia y "sentido común". Anteponían -según se decía- los intereses de los ciudadanos a los de las organizaciones políticas. Sin embargo, en tan solo siete meses han demostrado el escaso valor de la palabra y del compromiso, sin desistir de la escenificación que aún conservan con deleite, y practicar el mayor tacticismo político.

La iniciativa de Rivera arrumbando la "abstención técnica", una medida de natural fallida, es una nueva manifestación del más absoluto descrédito. ¿Cuándo hay que tomarse en serio lo que diga Rivera? ¿Cuándo es definitivo lo que ha venido calificando como definitivo? El portavoz de Ciudadanos, Juan Carlos Girauta, ha dicho que se han "tragado un sapo" y admite que se tragarán "cien si hace falta" por el bien de los españoles. Pero eso no es importante, lo que importa son las milongas que, a la vista de lo acontecido, hicieron tragar a los españoles, y especialmente a quienes confiaron en ellos con su voto. Ciudadanos ha optado por regenerar (o salvar) al PP y no a España.

Esta incoherencia, esta falta de lealtad con las propias manifestaciones y compromisos pretenden llamarla ahora "responsabilidad" y justificarla por el bien de los españoles. Sin embargo, nada de lo que está ocurriendo estaba fuera de lo previsible, más bien estamos ante lo que todos aventurábamos, por lo que la responsabilidad y el bien de los españoles debían haberse considerado antes de apelar a un voto destinado a ser defraudado. Esta es la política que generó el descrédito y que hizo que una parte de la ciudadanía se esperanzara con nuevas expresiones. Cómo expresaba El Roto, con su habitual inteligencia, "Ellos ya han olvidado lo que votaron y nosotros lo que prometimos; ya se puede formar gobierno".

Lo que Rivera no ha dimensionado es la capacidad fagocitadora, la voracidad del Partido Popular. Todo el que se vincula al PP acaba absorbido y amortizado, si no extinguido. Nada le satisface salvo la sumisión, estado al que se llega con el transcurso del tiempo.

De momento, las condiciones previas que Rivera ha planteado a Rajoy para sentarse a negociar -y que sin duda éste ya conocía de antemano- han sido respondidas con la reacción de quien agradece el gesto de un arrepentido, de quien recibe al hijo pródigo, pero del que todavía no aporta cuanto hace falta para la plena satisfacción. Así que Rajoy ha decidido convocar a la dirección de su partido con días por delante y congelar el gesto de Rivera, que se queda esperando pese al regalo que entrega.

Más allá de empequeñecer la iniciativa de Rivera y seguir ganando tiempo para aplazar sine die el debate de investidura, que ese es su objetivo, es lógico que Rajoy -permítaseme la ironía- quiera someter a debate unas medidas que afectan, no ya políticamente sino personalmente, a los miembros de su dirección política, afectados muchos de ellos por las sombras de la corrupción. La respuesta será un "sí" clamoroso, pues nada les compromete y en cambio ganarán en imagen.

A partir de ahí, para seguir alargando los procesos de una investidura que califican de urgente, establecerán una comisión negociadora sobre cuya composición volverán a generar noticia de que la cosa marcha, y concluirán con un documento que intentará parecerse en los aspectos más benévolos al acuerdo que suscribieron Ciudadanos y PSOE la pasada legislatura para poner en cuestión la posición socialista. Incluso acordarán que la comisión de investigación sobre la financiación ilegal del PP alcance a todos los partidos. Y es que toda esta liturgia va dirigida al PSOE.

Rajoy, a quien necesita allanar, es al PSOE. Ahora para su investidura y para asegurarse la gobernabilidad, y mañana para que el PSOE no constituya una amenaza electoral y deje de ser su alternativa. El propósito del PP y de Rajoy sigue siendo liquidar al PSOE, y la iniciativa de Ciudadanos es un mero instrumento para tal fin. Así que toda la trascendencia que Rivera quiere otorgar a su iniciativa no tiene mayor interés para el PP sino como medio para seguir desgastando al PSOE. Y si esto que digo no fuera tal, las presiones al PSOE cesarían y los esfuerzos se dirigirían en otro sentido.

A Ciudadanos aún le puede quedar un viaje de vuelta si al PP se le va la mano con su característica prepotencia y soberbia, humillando y denostando a quien se le acerca. A la vuelta podrá decir que abusaron de su responsabilidad, pero el bien de España le seguirá exigiendo otro sacrificio en pro de una regeneración más creíble.

Mientras tanto, Podemos, en su posición "expectante" -según expresión de Carolina Bescansa-, que como define la RAE se trata de un estado de "contemplación de lo que se expone o muestra al público", entra en la peor de las situaciones en que puede incurrir una formación política: la irrelevancia.

Si Podemos quiere evitar este riesgo no le queda más opción que tomar la iniciativa y no esperar tímidamente a que les ofrezcan algo para hacerse así los interesantes, como si estuviéramos en un baile de quinceañeros. Si realmente están en contra de un gobierno presidido por Rajoy, que digan cómo se puede lograr eso con realismo, asumiendo la experiencia del fracaso de la legislatura pasada.

Por mi parte, como socialista, he de advertir que todo este tacticismo solo fortalece nuestra oposición a un gobierno presidido por Rajoy; y es que hay presiones que consiguen lo contrario de lo que con ellas se pretende.

José Luis Ábalos es portavoz adjunto del grupo parlamentario socialista en el Congreso.

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