Unas relaciones complejas

El reciente atentado en Boston ha llevado a Rusia y Estados Unidos a cooperar en el terreno del antiterrorismo. La relación entre los dos países, sin embargo, es compleja y forma parte del dinámico reacomodo del orden internacional.

En diciembre pasado, el Congreso de Estados Unidos aprobó la ley Magnitski (así denominada en homenaje al fiscal Serguéi Magnitski, que falleció mientras estaba detenido por la policía rusa), que niega el visado a una serie de funcionarios rusos acusados de violaciones de derechos humanos. El Gobierno ruso respondió con la ley Dima Yakovlev, que cancela los procesos de adopción de niños para familias de Estados Unidos. El presidente Obama trata de distanciarse del Congreso estadounidense y de los sectores que lo empujan a una confrontación con Rusia.

La tensión entre los dos países arranca desde los años noventa con motivo de la expansión de la OTAN hacia Europa oriental, que Rusia considera agresiva; el apoyo de Washington a las revoluciones en Georgia y Ucrania y a grupos de derechos humanos que critican el autoritarismo de Vladímir Putin, y la decisión de Estados Unidos de instalar en Europa un sistema de misiles antimisiles. Moscú considera que este sistema apunta hacia Rusia, mientras que Washington insiste en que es preventivo respecto del programa nuclear iraní.

La cuestión de fondo de estas disputas está, por un lado, en la voluntad de la élite político-militar rusa de resituar al país como una potencia global. Por el otro, en la necesidad de Estados Unidos de definir su papel en un mundo en cambio. Según un informe del Russian International Affairs Council (RIAC), el sistema internacional evoluciona hacia un orden “postamericano”, y recomienda que Rusia transite el camino de forma suave, evitando confrontaciones con Washington, aunque sin “abandonar la crítica de las acciones destructivas de la política exterior estadounidense”. A la vez, Rusia trata de reconquistar su influencia en el antiguo espacio soviético y tener una buena relación con Europa. La tensión entre las dos potencias se manifiesta en la zona de Asia y el Pacífico y en Oriente Medio.

Basándose en su identidad europea-asiática, Rusia busca vínculos estables con China a la vez que observa con inquietud el interés de Washington de reforzar su presencia naval e influencia en el Pacífico. Sectores conservadores en Estados Unidos consideran que Obama debe aumentar el presupuesto militar y endurecer su posición hacia Moscú, y prepararse para enfrentar una alianza sino-rusa.

En Oriente Medio, Rusia tiene relaciones especiales con Siria e Irán, pero ha profundizado sus vínculos económicos y militares con Israel (un millón de rusos han emigrado a ese país). Una gran divergencia es la respuesta ante los levantamientos en la región. La primavera árabe ha obligado a Obama a hacer equilibrios entre sostener a regímenes que le brindaban seguridad con autoritarismo o apoyar oposiciones que pueden derivar en posiciones antioccidentales. Rusia, en cambio, sostiene a los regímenes en el poder, y propone cambios lentos y pactados, por temor a caos regionales que puedan afectar a la situación regional. En el caso en que Moscú aceptó apoyar una acción militar fue en Libia en el 2011. Pero la operación de la OTAN de protección de civiles acabó con el régimen de Muamar el Gadafi. Rusia no quiere repetir la experiencia en Siria. Además, teme que grupos yihadistas, como los que han combatido en Chechenia, tomen el poder o controlen parte del país; que la confrontación suní-chií alcance a Rusia, y que se repita en Siria la guerra sectaria que continúa en Iraq.

Rusia se opone a todo tipo de injerencia exterior, desde proveer armas a los rebeldes hasta imponer una zona de interdicción aérea; una medida preventiva orientada hacia los conflictos que tiene en Asia Central. El Nuevo Concepto de Política Exterior rusa, publicado en febrero pasado, indica que Moscú reivindica regirse por la Carta de las Naciones Unidas en su versión más estricta en lo que se refiere a la no injerencia en asuntos internos.

En febrero del 2009, el Gobierno de Estados Unidos inició una nueva era de relaciones con Rusia. Moscú y Washington alcanzaron un acuerdo para profundizar el tratado Start sobre armas nucleares de largo alcance; Rusia permitió a la OTAN el paso de abastecimientos y armas a través de su territorio para la guerra en Afganistán, y se incrementaron los acuerdos comerciales y económicos. Pero la falta de acuerdo sobre la instalación de misiles antimisiles, y la guerra en Siria, ha complicado la relación. Ambos países tienen varios problemas comunes y podrían profundizar el tratado de misiles estratégicos (Start) (2010); cooperar para fortalecer el Estado afgano y evitar el regreso de los talibanes después del 2014, incrementar las relaciones comerciales, y urgentemente alcanzar un acuerdo sobre Siria.

Mariano Aguirre, director del Centro Noruego de Construcción de la Paz (Noref)

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