Unas vacaciones del euro

Bajo considerable presión externa, los países de la eurozona alcanzados por la crisis se han decidido, por fin, a hacer dolorosos recortes en sus presupuestos fiscales, mediante reducciones de salarios y despidos de empleados públicos, que buscan llevar a niveles tolerables las necesidades de financiación futuras.

Sin embargo, la competitividad, particularmente en Grecia y Portugal, no mejora. Las últimas cifras del Eurostat sobre la evolución del índice de precios de los bienes de producción local (deflactor del PIB) no muestran ninguna tendencia hacia la devaluación real en los países en crisis. Pero solo la devaluación real, obtenida mediante un abaratamiento en relación con los competidores de la eurozona, puede restablecer la competitividad de los países afectados. La reducción del costo laboral unitario también podría ayudar, pero solo en la medida en que se traduzca realmente en una reducción de precios.

Después de todo, lo que llevó a estos países a perder competitividad, sumar un déficit de cuenta corriente cada vez mayor y acumular una voluminosa deuda externa fue la inflación, alimentada por la enorme entrada de crédito barato que siguió a la introducción del euro. Ahora que los mercados de capitales ya no están dispuestos a financiar el déficit, los precios deberían bajar, pero es obvio que no lo están haciendo.

En 2010, la inflación en algunos de los países en crisis iba un poco rezagada respecto de la de sus competidores de la eurozona. Pero las últimas cifras del Eurostat para el tercer trimestre de 2011 ya muestran un panorama diferente: el nivel de precios en Portugal y Grecia se mantuvo prácticamente igual durante todo el año, y en Italia y España incluso subió ligeramente (0,4% y 0,3%, respectivamente).

Solamente Irlanda se mantuvo en una senda de deflación rápida (como viene haciendo desde el estallido de su burbuja inmobiliaria en 2006), con una disminución relativa de los precios del 2,2%. En total, a lo largo de los últimos cinco años, Irlanda se volvió un 15% más barata que sus competidores de la eurozona.

Esta devaluación interna ha dado resultados: mientras que en 2008 Irlanda aún mantenía un déficit de cuenta corriente igual al 5,6% del PIB, para 2011 la Comisión Europea espera un superávit de cuenta corriente igual al 0,7% del PIB. Es cierto que esto se debe en gran parte al alivio de la deuda, ya que Irlanda pudo cumplir sus obligaciones con el extranjero mediante la impresión de moneda, lo cual le supone solamente un 1% de interés. Pero también es cierto que el gran superávit comercial de Irlanda siguió creciendo.

Irlanda debe gran parte de esta mejoría a su eficiente sector exportador, cuyos defensores pudieron imponer un giro político de 180 grados. En cambio, Grecia está bajo la influencia de un poderoso lobby importador. Como señaló el ministro de economía griego, Michalis Chrysochoidis, esto puede atribuirse a los subsidios de la Unión Europea, que llevaron a los emprendedores a buscar ganancias fáciles en el sector de importación.

Ahora los importadores oponen una firme resistencia a cualquier política deflacionaria, a pesar de que la única manera de levantar la economía griega es bajar los precios, lo que desplazaría la demanda griega de los productos importados a los locales y ayudaría al turismo. Como el déficit de cuenta corriente de Grecia medido como porcentaje del PIB era tres veces superior al de Irlanda, para obtener resultados similares en Grecia los precios deberían reducirse más o menos a la mitad. Pero es inconcebible que el país pueda lograr eso, dentro de la eurozona, sin provocar un amplio malestar social o, incluso, condiciones cercanas a las de una guerra civil.

Y no son solamente los importadores los que se oponen a una devaluación real. También los sindicatos se resisten a las reducciones salariales necesarias, y los deudores, tanto públicos como privados, temen una posible insolvencia si sus activos e ingresos se devalúan al mismo tiempo que sus deudas se mantienen iguales. Es una situación difícil de resolver.

Muchos creen que la única salida es la reducción y socialización de las deudas, ayuda que ya fue otorgada. Por el acuerdo reciente, Grecia obtuvo una reducción de 237 mil millones de euros (316 mil millones de dólares), alrededor de un 30% más que el ingreso nacional neto, que es aproximadamente igual a 180 mil millones de euros. Pero esta ayuda no hace más que reafirmar a la economía en un nivel de precios incorrecto y, por lo tanto, contribuir a la pérdida de competitividad. Igual que un tumor, la deuda reaparecerá y crecerá año tras año, socavando al mismo tiempo la credibilidad financiera de los países estables de la eurozona.

Si eso ocurriera, se produciría finalmente el derrumbe del euro. El único modo de que los países en crisis logren un superávit de cuenta corriente y puedan pagar sus deudas con el extranjero es mediante la deflación. Ya es hora de que Europa se resigne a aceptar esta verdad ineludible.

Si algunos de los países en crisis no desean asumir la carga de una deflación, se les debería dar la oportunidad de abandonar por un tiempo la eurozona para devaluar sus precios y sus deudas. Dicho de otro modo, deberían tomarse una especie de año sabático del euro, propuesta que ahora también defiende el economista estadounidense Kenneth Rogoff.

Esto desataría una tormenta financiera, pero en cuanto amaine, en poco tiempo el sol saldrá otra vez. Los países acreedores deberían contabilizar grandes pérdidas por deudas incobrables, pero aun así el resultado final sería mejor que si los países en crisis se quedan en la eurozona; porque la única forma de recuperar aunque sea parte del valor de los activos es dar a estos países una oportunidad de volver a prosperar saliendo de la unión monetaria.

Por Hans-Werner Sinn, profesor de Economía y Finanzas Públicas en la Universidad de Múnich y presidente del Ifo Institute. Traducción: Esteban Flamini.

1 comentario


  1. Hola! me gustaría contactar con vosotros para alguna colaboración. Escríbeme si estás interesado ok? un saludo!

    Responder

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *