Unidad y renovación

La actividad política de los últimos años ha sido en Catalunya de una vitalidad como no lo había sido nunca antes en periodo democrático. En este contexto de nuevos horizontes y nuevos interlocutores políticos, Esquerra ha pasado de ser un partido pequeño a convertirse en uno grande. El espacio electoral ha crecido sustancialmente en las elecciones del Parlament del 2003, de una forma espectacular, y ha sabido consolidarse en las del 2006. Desgraciadamente, la abstención y el voto útil --capitalizado en buena parte a través del PSC y su etiqueta anti-PP-- han castigado duramente a ERC en las pasadas elecciones.

Podemos decir, a pesar de todo, que Esquerra ha ganado la batalla ideológica. En esta misma etapa, entre el 2003 y la actualidad, ERC ha llevado al centro del debate político las tradicionales reivindicaciones del partido que, en las últimas décadas, había defendido en solitario. Hablamos de soberanismo y de bienestar, de agenda nacional y agenda social. En pocos años, las tesis de Esquerra han sido asumidas por los principales partidos catalanes: CiU se ha visto sometida a debates internos e interesantes sobre la asunción del derecho a decidir o una marcada línea soberanista, mientras el PSC ha acabado reivindicando como propio el derecho a la publicación de las balanzas fiscales.

Sin embargo, Esquerra no ha sabido, de alguna forma, hacerse mayor. Y hoy por hoy tiene por delante uno de los retos más difíciles de afrontar de los últimos años: la unidad y la renovación. Unidad es lo que quieren los militantes de base. En los últimos meses, he tenido oportunidad de recorrer secciones locales de prácticamente todas las comarcas de Catalunya y de hablar, directamente, con más de 2.000 militantes. Nadie perdonaría a Esquerra una nueva batalla cainita por la confrontación personalista. Por ello, en la unidad del partido tiene que haber la pluralidad de ideas. ¿Qué hay más republicano en un partido en el que los debates se viven intensamente? El debate y el intercambio de opiniones no debe asustarnos. Tenemos que saber sumar y sumar. Solo siendo cada vez más, haremos grande y viable el proyecto de la independencia de Catalunya.

Pero, precisamente recorriendo el país, he constatado cómo la militancia del partido también pide renovación. Es lógico y legítimo. Las responsabilidades orgánicas del partido han sido controladas desde el congreso de Vilafranca por las mismas personas. Y es normal que la militancia quiera savia nueva. En mi opinión, la renovación es un valor que debemos saber jugar con fuerza y valentía porque en Esquerra hay sitio para todos y para más de una sensibilidad: para todos. Hablo de renovación en base, a mi entender, a tres ejes muy concretos que tienen que poder hacer posible una Esquerra más fuerte. En primer lugar, se necesita un cambio de cultura política, una nueva actitud menos resistencialista y de oposición y con más vocación de mayorías. No es en la batalla por el independentismo donde ERC no tiene credibilidad. Nadie encontrará ningún partido que represente mejor estas aspiraciones que el nuestro. Pero, en cambio, tenemos carencias en la asociación de nuestras siglas a conceptos como rigor, estabilidad, seriedad.

En segundo lugar, se precisa una renovación del modelo orgánico. Nos hemos convertido en un gran partido y seguimos teniendo la estructura de un partido pequeño. Esto significa que deberíamos ser capaces de regenerar todo el funcionamiento para garantizar la máxima democracia interna y construir un modelo más oxigenado, más abierto, en el que los medios tecnológicos tuviesen un papel fundamental y facilitasen una relación más fluida, un partido en el que las mujeres fueran más determinantes, un partido con todas las puertas abiertas con el máximo de complicidades posibles con agentes sociales de todo tipo, para hacer de Esquerra un instrumento útil para la sociedad catalana.

Por último, entiendo también que la renovación pasa, inevitablemente, por algunas de las personas que hemos ejercido los máximos cargos institucionales dentro del partido en los últimos 12 años. Ha llegado la hora de dejar paso a otra gente, a otra forma de entender el funcionamiento interno. Es un ejercicio democrático y un gesto de generosidad. Es en este sentido como se explica mi decisión de no optar de nuevo a la reelección como presidente de Esquerra Republicana en el próximo congreso. Personalmente, gracias a la confianza renovada ciclo tras ciclo de la militancia y el electorado de ERC, he vivido los mejores años políticos de mi vida. Por compromiso y por vocación, me siento con fuerzas e ilusión para encabezar en las urnas el proyecto que Esquerra representa si así lo quiere el conjunto del partido. Por ello es bueno, es saludable y es radicalmente democrático que se plantee, cuando toque y a tal efecto, citando los estatutos, un proceso de primarias para decidir quién figurará en el próximo cartel electoral.

Pero ahora no toca, como decía aquel. Ahora es la hora de gobernar y de hacerlo bien. Ahora es la hora de crecer. Es la hora de generar ilusión y marcar horizontes nacionales ambiciosos como solo ERC puede atreverse a plantear. No existen procesos de soberanía que se hagan desde la oposición. Por ello es preciso que Esquerra sea más eficaz que nunca, con una gestión impecable y una hoja de ruta que permita ganar, con la cotidianidad, espacios de soberanía. Solo así podremos presentarnos el 2010 con un partido potente y una hoja de servicios excelente. Solo así, el 2014 será un horizonte nacional, una fecha para un sueño, al servicio de todo el pueblo de Catalunya.

Josep Lluís Carod-Rovira, presidente de ERC.