Unidos (ahora más que nunca)

EL objetivo de llevar la paz y la prosperidad no sólo a nuestros ciudadanos, sino a los ciudadanos de todos los rincones del mundo, ha sido un reto común muy presente en la estrecha relación que une a Estados Unidos y la UE. Trabajar juntos en defensa de los ideales democráticos, de los derechos de los pueblos que sufren guerras injustas y contra el cambio climático o el terrorismo global siempre ha estado en la esencia de nuestra relación. Permanecer unidos –ahora más que nunca– es una condición indispensable para poder defender los intereses de nuestros ciudadanos en un entorno de enorme complejidad.

La Unión Europea es el mayor socio comercial de Estados Unidos y nuestras economías, juntas, suman más del 40 por ciento del producto interior bruto mundial. Pero no sólo están en juego los números. Los europeos no debemos desistir en el respeto a la democracia, en el compromiso con la solidaridad, en la garantía de la libertad, en la promoción de la igualdad y en el apoyo al más vulnerable.

Es pues el momento de seguir trabajando para defender nuestra «Marca Europa», de poner toda nuestra voluntad –como haría el mejor fotógrafo profesional– en limpiar las lentes y mejorar la nitidez de la imagen que proyectamos, de nuestra identidad común, hasta ahora tan difusa. Avanzar hacia una más y mejor Europa continúa siendo vital para influir positivamente en el escenario geopolítico internacional, y para mejorar de verdad la calidad de vida de los ciudadanos de los veintiocho Estados miembros.

A este ánimo de mejorar pueden responder los millones de votos que han concedido la victoria a Donald Trump al otro lado del océano. Los problemas que han identificado los ciudadanos estadounidenses están ligados a las dificultades económicas, la gestión de la inmigración y la garantía de la seguridad contra el terrorismo global. Estas preocupaciones coinciden con las de los europeos, que en el Eurobarómetro de esta primavera manifestaron su apoyo a las prioridades políticas comunitarias, consensuadas entre el Parlamento y la Comisión Europea. Nuestros ciudadanos perciben que la inmigración continúa siendo el mayor reto que afronta Europa (48 por ciento), seguido del terrorismo (39), la situación económica (19) y el desempleo (15).

La historia nos juzgará por cómo respondemos a los desafíos que hayan de plantearse, no por qué papeleta escogemos introducir en la urna. Y si algo ha confirmado nuestra tradición histórica contemporánea es que para superar con éxito dichos desafíos es necesario trabajar juntos. El gran desafío hoy es entender la globalización no como un proceso, sino como un hecho consumado que ha traído consigo altas cuotas de progreso, pero también una reordenación del sistema mundial. En primera instancia, esta reordenación exige un acuerdo europeo enfocado a preservar el Estado de bienestar y a disminuir las desigualdades.

En lo alto de la agenda social europea se sitúan la creación de oportunidades laborales estables y de calidad para todos –muy especialmente para nuestros jóvenes–; el mantenimiento de buenas escuelas y hospitales públicos; la facilitación del acceso a la cultura, independientemente del poder adquisitivo de cada familia; la mejora de las conexiones entre los núcleos rurales y urbanos; la sostenibilidad del trabajo en el campo y la rentabilidad del sector agrícola y el refuerzo de la competitividad de nuestras empresas a través de inversión en innovación y desarrollo tecnológico.

Esta agenda es exactamente la que marca el paso en las instituciones europeas, y en los fondos comunitarios puede hallarse el más potente impulso a las políticas que satisfacen dichas necesidades, por lo que resulta impensable siquiera plantear la desunión o la operatividad de manera aislada. La reforma de la política de cohesión de cara a 2020 será, sin ir más lejos, un ejemplo de cuán importante es alcanzar un consenso para garantizar una redistribución del presupuesto europeo en la que se tenga en cuenta no sólo las variantes macroeconómicas, sino también los indicadores demográficos y otros graves condicionantes como la tasa de paro.

Alcanzar pactos estables no sólo es hoy más necesario que nunca a nivel europeo, sino también a nivel trasatlántico. Estados Unidos no se entiende sin Europa y Europa no se entiende sin Estados Unidos, por lo que el mundo que viene no podrá entenderse sin acuerdos comerciales que abran mercado a nuestras empresas y generen puestos de trabajo de calidad en nuestras regiones, así como sin acuerdos de cooperación estratégica que contribuyan a llevar la paz a esos pueblos a los que los conflictos se la han arrebatado o de marcos académicos que permitan a nuestros estudiantes alcanzar la excelencia. En este sentido, el señor Trump será bienvenido en el corazón de Europa para tratar, cuanto antes, todos aquellos temas que nos unen.

Hasta entonces, esperemos que el presidente electo de Estados Unidos sea un digno representante de una nación que siempre ha creído en la democracia, en la creación de oportunidades; de una nación que ha abierto sus puertas a tantas y tantas gentes llegadas desde tantos y tantos lugares. En definitiva, esperemos que Estados Unidos siga siendo ese crisol de culturas en el que el mundo libre se ha sentido siempre tan bien reflejado.

Ramón Luis Valcárcel Siso, vicepresidente del Parlamento Europeo.

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