Universidad, universalidad o aldeanismo

Por Enriqueta Benito, secretaria general de Unidad Alavesa y Ernesto Ladrón de Guevara, portavoz de Unidad Alavesa (LA RAZON, 20/03/04):

Con la inestimable ayuda indirecta de Batasuna el tripartito nacionalista ha sacado adelante, en segunda vuelta, su Ley de Universidades.

Una universidad que se precie no tiene fronteras. Su comunidad es la del saber, la del conocimiento, no la de las fronteras nacionales. Sus flujos son de ciencia, de cultura desde su más amplia acepción. Sus límites son muy pocos: los marcados por la más completa libertad para acercarse al conocimiento sin fronteras y sin más exigencia que la derivada de las libertades de conciencia, de cátedra, de imprenta y de crítica. Sin mentalidades abiertas, cosmopolitas, no es posible acercarse sin prejuicios a la ciencia.

Nada más lejos que tener una visión estrecha, alicorta y sesgada del mundo y de las cosas.

No es posible tener una universidad abierta al mundo y ligera de todo tipo de prejuicios ideológicos con una visión endogámica, cerrada, nacionalista.

No es posible tener una universidad que avance en el conocimiento, sin barreras al flujo del profesorado, sin limitaciones a las corrientes del pensamiento, sin barreras idiomáticas, sin filtros más allá que la demostración de la capacidad científica e investigadora.

Desgraciadamente, se ha aprobado una Ley de Universidades con adjetivo. Las universidades debieran estar despojadas de cualquier «ismo». No existe una universidad verdaderamente universitaria, universalista, que tenga adjetivos. No es bueno que a la universidad le pongamos límites geográficos o culturales. No es bueno que sobre el concepto de universidad predomine lo adjetivo sobre lo sustantivo. No es bueno que en el diseño de la universidad tenga más peso el concepto nacionalista que la concepción de acercamiento a la verdad del saber. Por eso no es bueno que haya una ley donde tenga más importancia que los profesores sepan euskera que que sean los mejores en el campo del saber en el que se desenvuelvan. Por ello no es sano para la vida universitaria que los profesores sean validados o habilitados desde comités de evaluación endogámicos y restrictivos que aboquen a la vida universitaria a la pobreza y a la selección desde ópticas cerradamente nacionalistas. No es bueno, es aldeano y estrecho, disminutivo.

Eso es la ley de Universidades aprobada estos días en sede parlamentaria vasca. Una ley pensada por y para la construcción nacional, donde, por ejemplo, un profesor habilitado en España tenga que volver a ser evaluado para poder impartir clases en el País Vasco, por muy catedrático, por muchos méritos o capacidad que haya acreditado en su ejercicio docente y en su trabajo investigador. Tendremos profesores universitarios con boina. No es claro que vayamos a tener los mejores profesores desde el plano científico y de prestigio en el conocimiento y en la búsqueda del saber.

Habrá una universidad intervenida desde el poder político, con poca autonomía para regirse con criterios independientes. Habrá un sistema que nos recordará a Orovio, ministro decimonónico que supervisaba los contenidos de la enseñanza, impidiendo que el profesorado ejerciera su labor de construcción del conocimiento universitario y sin capacidad de articular contenidos curriculares libres desde el único ángulo que debe ser el imperio de la universidad como es el de la construcción del conocimiento.

No es nuevo. Durante dos décadas se han estado seleccionando «profesores asociados» sobre la base de su capacidad lingüística en euskera, no en cuanto a su capacidad científica. Se han preferido profesores licenciados con una buena aptitud en comunicación en euskera a doctores duchos en el área de su conocimiento. Se han practicado políticas de selección de personal docente sobre la base de las endogamias de los departamentos dominados en demasiados casos por las tendencias nacionalistas a la libre concurrencia de los mejores y más capacitados. Y así no se construye universidad. Así se realizan buenos guetos tribales, no buenos espacios de investigación y conocimiento. Se culmina así un proceso. El mismo empezó con la ocupación de los niveles primarios de la educación, convirtiendo a ésta en puro adoctrinamiento, incorporando al sistema a agentes de socialización cultural, no a pedagogos, y pervirtiendo el objeto de la educación, que es la persona para el desarrollo pleno de sus potencialidades, transmutándolo en la finalidad nacionalista de construcción nacional. Para ello se ha ido haciendo una «limpieza» del profesorado, provocando una verdadera diáspora de personal muy cualificado. Después se pasó a depurar las enseñanzas medias, modificando los contenidos de la enseñanza, manipulando la verdad histórica y sustituyendo a Unamuno, Pío Bajora, Azorín o Machado con personajes como los inventores del anagrama de ETA, Sabino Arana y especímenes por el estilo; creando una situación irrespirable en profesorado con muchos años de ejercicio y abundante bagaje académico y profesional. Y por fin, se ha llegado a controlar el último escalón del sistema educativo que es el universitario. Ahora podrán decir, con satisfacción, que ya tienen todo el entramado educativo bajo control. Pero quienes pagamos los platos rotos vamos a ser los vascos, que tendremos el sistema educativo más deteriorado y pervertido de la historia, haciendo bueno al «Florido Pensil» de tiempos pasados. Malas noticias para la libertad de ciencia y para la libertad de pensamiento. Una vuelta más de tuerca en el proceso nacionalista de control de nuestras conciencias individuales y colectivas.