UPN y Navarra: las cartas sobre la mesa

Los navarros somos pocos y, por tanto, no es fácil conocer bien nuestra situación política.

En 1979, Jesús Aizpún, diputado a Cortes por UCD, lideró la fundación de Unión de Pueblo Navarro, desconfiando de los pactos entre partidos nacionales y nacionalistas vascos que amenazaban la identidad institucional de Navarra y su diferenciación de Euskadi; nada que haya cambiado 43 años después.

Nuestros principios fundacionales permanecen inalterados: foralidad, oposición a la integración en Euskadi, e ideología de centroderecha. Referente de ese espacio político desde 1982, y los más votados desde 1989. Bastión eficaz frente al separatismo, enemigo de la izquierda abertzale, y, por tanto, del terrorismo de ETA.

Desde 1979 ningún partido ha alcanzado nunca mayoría absoluta para gobernar Navarra. En once legislaturas han sido necesarios pactos o abstenciones para llegar al Gobierno Foral. UPN, –fuerza más votada– necesitó el voto o la abstención del PSN-PSOE en 1991, 1996, 2007 y 2011. En 1999 y 2003, el del CDN. El PSN-PSOE gobernó con el apoyo del centroizquierda y nacionalistas en 1995 y repitió apoyos sumando la abstención de Bildu en 2019. Geroa Bai (nacionalismo vasco) consiguió la presidencia uniendo a los abertzales y a la izquierda radical en 2015. Siendo extremadamente improbable alcanzar 26 escaños, (hoy son 20, tras los 23 de hace 19 años), la política navarra resulta un sudoku de solución diferente al del resto de comunidades autónomas españolas. Descartadas las mayorías absolutas, hay cuatro posibilidades: UPN o coalición de centro-derecha, que necesita abstención o apoyo del PSN/PSOE; PSN con apoyo del centroderecha; PSN con el nacionalismo vasco incluyendo Bildu; o el nacionalismo vasco con los votos del PSN y la izquierda. Ninguna otra.

El medio principal para frenar el proyecto político abertzale es evitar las opciones de que el nacionalismo vasco gobierne o condicione gobiernos del PSN-PSOE, como pasa hoy en día. Ello exige el imprescindible voto o abstención de los socialistas, o, como mal menor, que gobierne el PSN/PSOE apoyado por el centroderecha, cerrando el paso a los abertzales. Ni más ni menos. Situación insólita en nuestra querida España. Ello implica que el PSOE sanchista, –muy lejano de UPN en lo ideológico–, no puede nunca ser tratado siempre y acríticamente con un «no es no» irracional, sino con cintura y estrategias a largo plazo y pensando en los ciudadanos. Fieles a nuestros principios, por supuesto. Algo que hemos visto muchas veces en Europa, especialmente en Alemania, donde son capaces de conformar mayorías de país a pesar de las grandes diferencias ideológicas.

UPN no puede renunciar a su proyecto español, foral y antinacionalista. Es nuestra esencia. Y nuestros electores lo han premiado siempre. El resto de compatriotas debe ponerse en nuestra posición en el momento de las decisiones; no solo en el de los discursos. Decisiones a analizar, caso a caso, sin recurrir a la oposición sistemática, ni a «cordones sanitarios» tan denostados cuando uno los sufre. Y la reforma laboral era una de esas oportunidades, coherente tanto con el programa de UPN, aprobado en su último Congreso, («UPN pide también unas nuevas políticas de concertación social…»), como con la trayectoria de 25 años de pactos del Gobierno de Navarra con patronal y sindicatos, que hizo de Navarra la Comunidad con menor desempleo de España. Así pues, trayectoria y principios coincidían con una reforma que empresarios y sindicatos firmaban al valorarla como positiva. Lo que no coinciden es con una política permanente de trinchera, tan negativa para nuestro país. A pesar de nuestras grandes diferencias con el gobierno socialista, debemos valorar cada decisión en función de su valía para el conjunto de los ciudadanos españoles y navarros, y de su utilidad para alejar la dependencia del PSN y del PSOE del separatismo; así se evitarían las subsiguientes cesiones que luego tanto escandalizan y dañan.

Por eso UPN tiene la obligación política de negociar con los grandes partidos nacionales en el Gobierno, para preservar Navarra fuera de la influencia nacionalista. Eso es la política: Hablar, negociar y pactar. Esto no va de estar en el poder, sino de qué queremos, –todos–, que sea Navarra: o española o parte del Estado Vasco. El PSOE, para nosotros, es un adversario ideológico y electoral, no un enemigo. El enemigo es Bildu. Y más, cuando las cuentas, –los votos–, no salen para caminar solos. Con estas cartas nos toca jugar al mus. Y en general, los constitucionalistas en Navarra hemos ido ganando. Ahora, tras la última mano, esperamos el apoyo de nuestras parejas de partida política, como siempre ha sido hasta ahora. Las cartas sobre la mesa.

F. Javier Morrás Iturmendi es exconsejero de Presidencia, Justicia e Interior del Gobierno de Navarra por UPN

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