Vaciad la Tierra

El verano es momento propicio para la lectura. La de esos inmensos folletines que sin duda entretienen, y que están ahora casi tan de moda como lo estuvieron en el siglo XIX, y la de esas otras obras más especiales que exigen un extra de concentración y reflexión y que en realidad son las que importan.

Yo voy a permitirme recomendarles hoy una de estas últimas. Lleva por título Vaciad la Tierra, y les prometo que no va a dejar indiferente a nadie. Tuve dos motivos poderosos para elegirla en estos días de asueto: el primero, sin duda y para qué negarlo, la curiosidad de que el libro estuviera escrito por un antiguo amigo de la primera infancia, al que hace más de 30 años que no veo. La segunda, que el autor hasta la fecha sólo había publicado poesía, y hace ya tiempo que descubrí que cuando un poeta decide escribir prosa, en general el resultado es admirable. Valgan como ejemplo el Confieso que he vivido de Neruda o La serpiente sin ojos de Ospina. En mi opinión Vaciad la Tierra no les va a la zaga.

El libro sigue las desventuras del poeta ruso de principios del siglo XX Ósip Mandelstam, escritor que como todos los literatos de aquella generación en su país se vio obligado a elegir entre el arte y la propaganda, y que como muchos, fue arrastrado hasta el extrañamiento por la Revolución primero y el brutal régimen de terror impuesto por los dirigentes de la Unión Soviética después. La vida de Ósip es una vida desgraciada, y en el libro el lector lo acompaña desde los primeros días de su detención hasta el Gulag, en algún confín de la helada Siberia. Pero este libro es mucho más que eso, que los lectores ya habíamos podido descubrir en las obras de Solzhenitsyn, es en realidad un prodigioso ejercicio de introspección del autor para penetrar en la profundidad de lo que debió ser el alma atormentada de un hombre inteligente y sensible que se enfrenta a la tortura y a la enfermedad, a la injusticia y el hambre, a la devastación y la atrocidad de los campos de concentración, sin dejar por ello de observar su alrededor con los ojos de un poeta. Es seguro que el autor, lector impenitente, habrá devorado los muchos testimonios que sobre aquellos años y aquellas gentes existen en la literatura, como reconoce en el epílogo haber leído todo lo que sobre Mandelstam se ha publicado en nuestro idioma. Y por eso no sorprende, aunque admire el pulso narrativo, la creíble descripción de los escenarios y personajes que acompañan al desdichado Ósip en su descenso a los infiernos. Pero no es este el principal mérito de la obra, sino la capacidad del autor para mimetizarse con la mente atormentada y delirante de un poeta enfrentado al horror. El libro está lleno de reflexiones de una lucidez extrema, la que probablemente solo alcanza al hombre cuando es llevado hasta el extremo de su resistencia, y rebosa también momentos de una belleza insuperable, la que aparece cuando entre la necesidad y la miseria emerge la fraternidad humana.

Mandelstam no tuvo oportunidad de dejar testimonio de sus experiencias en el Gulag. Que Agustín Pérez Leal, turolense del siglo XXI, haya conseguido imaginar los demonios y las flores de aquel hombre durante su calvario para plasmarlos en las páginas de un libro es solo fruto de la excelencia del autor, de su capacidad artística y, sin duda, de su alma de poeta.

Lean Vaciad la Tierra. Es literatura con mayúsculas.

Tomás Segura es profesor titular de la Universidad de Castilla-La Mancha y miembro de la Academia de Medicina de Castilla-La Mancha.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *