Vale. Pero, ¿cuándo se retira Blair?

Por Jackie Ashley, analista política del diario británico The Guardian (EL MUNDO, 06/05/05):

Tony Blair tiene un don especial para el lenguaje. Parte de ese don es ese aire suyo como de no darse importancia. Esta semana ha declarado a la BBC que se había producido «un cierto desgaste natural», de su posición como primer ministro.

¿Desgaste natural? El profundo malestar y la desconfianza de la opinión pública hacia él, centrados en el tema de Irak, han resultado devastadores para su campaña. No son cosas que se hayan inventado la prensa o unos locutores arrogantes.

Cada escaño salvado por los pelos se habrá ganado gracias a una combinación de una campaña intensísima a escala local, realizada a menudo por militantes que se han opuesto encarnizadamente a la guerra, y a las intervenciones del ministro de Hacienda del Reino Unido (y principal rival de Tony Blair), Gordon Brown.Cada vez que el primer ministro parecía que se iba a pique, allí llegaba Brown a rescatarle. Su apoyo a Blair en la Guerra de Irak, se diría que va más allá de lo que dicta el deber. A lo largo de toda su campaña, Irak no ha dejado de agitar las manos, cubiertas de sangre, a la vista de todo el mundo hasta el último momento.

Tony Blair llegaba a estas elecciones rebosante de brillantes perspectivas de un tercer mandato, encantado de vender una idea renovada de la política interior a un país que él pensaba que había tenido suficiente ración de debates sobre política exterior; un Blair encantado de renovarse a sí mismo. Las cosas no han salido así. Se ha movido a la defensiva; en lugar de proteger al partido, el partido le ha protegido a él, a un precio terrible.

El interrogante ahora no es si va a dar paso a Brown sino en qué momento. Hay dos puntos de vista contrapuestos. El primero es que Blair debería presentar la dimisión en un plazo no superior a dos semanas, reconociendo paladinamente el daño que Irak ha infligido al partido y al Gobierno. El segundo es que, como ha prometido ejercer el cargo durante un tercer mandato, debería cumplir lo dicho y seguir hasta 2009, para ceder el puesto justo antes de las próximas elecciones generales.

En juego está el tipo de Gobierno que vaya a ser el tercer mandato laborista. En el frente interno, hay menos distancia entre Blair y Brown sobre las reformas de la sanidad y de la educación de la que había antes, aunque Brown se mantiene más próximo a los instintos naturales del partido. Tanto el uno como el otro creen que se ha ido ya lo suficientemente lejos en cuanto a los objetivos.

Por lo que se refiere a las cuestiones exteriores, Blair cuenta con tan pocos apoyos en su país, por culpa de su alianza con Bush, que va a encontrar muchas dificultades. En cuanto a Europa, aun en el supuesto de que se apruebe el referéndum sobre la Constitución, le resultaría incomparablemente más fácil ganarlo al escéptico Brown que a Blair.

No obstante, hay otro tema de enorme calado que sola y exclusivamente él puede sacar adelante. Se trata de la democracia, de la Constitución y de la confianza en la política. La promesa de Brown de volver a ejercer un Gobierno parlamentario y de gabinete es condición previa para recuperar la fe en el sistema. Después del peculiar estilo de los años de Blair, el país necesita de manera desesperada la vuelta a una democracia más convencional.

El partido también necesita tiempo para recomponerse. Un gran número de candidatos laboristas ha puesto de manifiesto que en esta ocasión no se han encontrado arropados por suficientes militantes.El laborismo va a afrontar unas elecciones locales en mayo de 2006 en todos los municipios que conforman Londres y en otros 144 ayuntamientos ingleses, y se supone que todos esos votantes que ahora insisten en que no van a votar por los laboristas mientras Blair sea su jefe no habrán cambiado de opinión por entonces.No obstante, el Laborismo no se puede permitir perder más ayuntamientos y que su base en el país se erosione todavía más.

Todo lo cual implica que el calendario ideal para la renovación empezaría con un anuncio, en el congreso del partido de este año, de que Blair tendría la intención de retirarse.

Sin duda alguna, surgirán voces de sirena que susurrarán a los oídos de Blair que debe seguir adelante, que sólo él puede conseguir la victoria para el Laborismo. Sin embargo, a la vista de las cuatro semanas pasadas, él ya se habrá dado cuenta de que eso no son más que tonterías.

En lugar de buscar alguna nueva aportación que haga más grande su legado, es preciso que Blair se de cuenta de que ya tiene ante sí un magnífico legado que dejar. Haber conseguido una tercera victoria en unas elecciones generales y, acto seguido, entregar el partido a alguien que pueda garantizar una cuarta victoria.Eso merece quedar en los libros de Historia, ¿no?

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