Vencer a ETA

Juan Cotino es conseller de Agricultura de la Generalitat valenciana y fue entre 1996 y 2004 director general de la Policía (EL MUNDO, 23/08/05).

La voluntad de cualquier persona de bien, sea un ciudadano corriente, pertenezca a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, al Ejército, a la Fiscalía o Judicatura, o a la clase política, sería que el terrorismo acabara cuanto antes, y la de este último grupo, si fuera posible, cuando está en el poder. El problema es si para conseguir este fin estamos empleando los medios adecuados o no. Este fue el debate que tratamos hace unos días en una Escuela de Verano de la UNED y de la AVT, precisamente en estas fecha en que se conmemora la muerte de Miguel Angel Blanco. En síntesis, podríamos resumir nuestras conclusiones en que hasta el momento conocemos tres vías desde las que un Gobierno hace frente al terrorismo: con toda la ley, con grupos alternativos, o con una negociación por miedo.

Todos recordamos la situación que se creó con el terrorismo de Estado en España y la experiencia nefasta que supuso. El retroceso en la lucha contra el terrorismo y la merma de nuestra credibilidad internacional por hacerlo, había motivado un amplio rechazo en otros países, fundamentalmente porque se había optado por fórmulas como el terrorismo de Estado o la corrupción en el uso de fondos reservados desde el mismo seno del Gobierno.

En 1996, a la llegada del PP al Gobierno de España y por ende, la mía a la Dirección General de la Policía, nos planteamos qué enfoque había que darle desde la Policía para luchar contra el terrorismo. Tras los análisis que realizamos, vimos que ETA no solamente era una organización de criminales que en grupos de tres o cuatro se dedicaba a poner un coche bomba o a pegar un tiro en la nuca. Concluimos que esto era posible porque los terroristas tenían unos compañeros que formaban parte de un entramado político (HB) que coincidía totalmente en los mismos fines: hacer un país, al que ellos denominan Euskal Herria, separado del mundo, en el que se pudiese aplicar el marxismo-leninismo.

Para ello, diseñaron un plan, una hoja de ruta llamada proyecto de Udaletxe, en la que decidían qué tenía que hacer en cada uno de los frentes: el pistolero, el recaudador para financiar esas pistolas, el de captación, el aparato propagandístico, el de la estructura internacional... Al hacer este análisis, era necesario, y a mi entender el único camino, que aplicáramos toda la fuerza de la Ley en todos y cada uno de estos frentes.

En la lucha contra los comandos de ETA, las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado tenían una larga experiencia y acumulaban importantes éxitos. Basta recordar la detención y desmantelamiento de la estructura directiva de ETA en la localidad de Bidart, donde fueron detenidos los principales responsables de la organización, con Pakito al frente. Quizá por la adopción de esa segunda vía antes citada, había una cierta desmotivación en estos cuerpos para la lucha, pero sin duda la gran profesionalidad de la mayoría de sus integrantes superaba día a día las dificultades y hacía que siguieran deteniendo criminales.

Recuerdo que al día siguiente de ser nombrado en mi cargo, visité la Jefatura Superior de Policía en el País Vasco, y pocos días después la de Navarra. Durante la visita a esta última pude presenciar, por la noche, una revuelta callejera donde se quemó algún vehículo y se atacó con cócteles molotov una furgoneta de la policía: la llamada kale borroka campaba a sus anchas en el País Vasco y en Navarra. El Gobierno vasco, que tiene las competencias en seguridad ciudadana, no daba importancia a estos «chicos de la gasolina», según citaba un político de esta tierra de cuyo nombre no quiero acordarme.

Las actuaciones en Navarra se diseñaron rápidamente, tanto en materia de investigación como de seguridad ciudadana. Se comenzó a detener a los grupos Y. Se arrestó al inductor de estas agrupaciones, conocido como El abuelo, y en escasamente un año, prácticamente desapareció esta forma de terrorismo callejero. Lo mismo comenzamos a hacer en el País Vasco, pero allí sólo podíamos actuar en la investigación, puesto que cuando quemaban un autobús, la Fuerza de Seguridad que acudía era la Ertzaintza. No obstante, el trabajo de las brigadas de información en este territorio consiguió la detención de los instigadores de esta forma de violencia.

Esto supuso que Jarrai y Segi prácticamente desaparecieran, pues se pudo detener a sus máximos responsables y vincularles muy directamente al resto del entramado. El trabajo desarrollado fue esencial para conocer el salto que daban los jóvenes que pertenecían a los grupos y a los comandos de ETA. Investigar los entramados económicos de ETA fue un trabajo callado y perseverante, que llevaron a cabo unos entregados policías con el apoyo de funcionarios de Hacienda y bajo la dirección, además de sus mandos, del fiscal de la Audiencia Nacional Enrique Molina y del juez Baltasar Garzón.

Tras más de dos años de trabajo, recuerdo perfectamente la noticia que me dieron en una de aquellas reuniones que manteníamos en el Centro Policial de Canillas. Había aparecido una factura de una empresa ficticia montada en Bilbao, que compraba contenedores de pescado en Irlanda y los mandaba a Cuba. Esta empresa se denominaba Gadusmar. Al avanzar en la investigación se vio que tanto sus consejeros como los que recibían el producto en Centroamérica, pertenecían al entorno de ETA.

Se siguió avanzando y se vio que esta empresa tenía relaciones, a través de facturas falsas, con Egin. Así, mientras el periódico no pagaba a la Seguridad Social (la deuda en aquel momento era superior a los 2.000 millones de pesetas) desviaba dinero a Orain, pagando un papel para hacer su periódico propagandístico que no había comprado a nadie. Era una manera de financiar la estructura internacional de la banda.

De Egin ya se ha escrito mucho, pero tengo que decir que, entre otras cosas, también servía no sólo para dar mensajes al electorado de HB, como parece lógico, sino para publicar mensajes internos de la banda. Así, según qué parte de un soneto mostrasen, los carceleros de Ortega Lara sabían si tenían que matarlo o dejarlo en libertad.

Si antes recordábamos que estas fechas fueron las del asesinato de Miguel Angel, también hay que recordar que 10 días antes, el 1 de julio de 1997, la Guardia Civil liberó a José Antonio Ortega Lara. Creo que la convulsión que produjo esta noticia entre los miembros de ETA que estaban en las prisiones españolas y francesas fue muy grande y tuvo graves consecuencias.

Algunos de estos criminales se planteaban por qué las Fuerzas de Seguridad habían liberado a un secuestrado y la cúpula de ETA no era capaz de liberarles a ellos. Quizá por esta razón, un maquiavélico criminal llamado Txapote, diseñó la estrategia para secuestrar, torturar y asesinar a Miguel Angel. Es bueno recordar que el secuestro se produjo el 10 de julio de 1997, apenas una semana más tarde.

Los ciudadanos españoles salimos a la calle y dijimos «basta ya». A partir de ese momento se crearon una serie de asociaciones para defender la libertad y la dignidad de aquellas personas que habían sido secuestradas y asesinadas. La Asociación de Víctimas del Terrorismo comenzó a tener una voz en la sociedad.

Miguel Angel Blanco era un hombre normal, un joven licenciado en Económicas que se había costeado la carrera trabajando de albañil, que quería servir a su pueblo, Ermua, a su tierra del País Vasco y a España. Que todos los días cogía un tren para desplazarse a Eibar, donde tenía su trabajo, y que fue traicionado por un concejal de HB, Ibón Muñoa, que le dijo a Txapote el recorrido que cada día hacía Miguel Angel. El fue quien aparcó su coche en la puerta de la estación para que García Gaztelu y Carrasatorre le dieran el cambiazo y allí se pusiera el vehículo con el que se secuestró a Miguel Angel.

Si citábamos anteriormente el trabajo en los frentes de la kale borroka, la economía y la propaganda, tras pruebas tan evidentes como ésta, la conexión entre el de la pistola y el del partido era más que estrecha, es decir, eran los mismos.

Como este ejemplo les podría contar varios. Por eso se pudo investigar y se pudo presentar ante la Fiscalía y la Judicatura que HB, su sucedáneo Batasuna y los criminales de ETA eran exactamente lo mismo. Por ello, hay muchos que estamos convencidos de que el siguiente heredero de ese conglomerado, el actual Partido Comunista de las Tierras Vascas, repite esta misma función con un nombre distinto. Y parece que una gran parte de españoles, y de los Cuerpos de Seguridad, coincidimos en esta evidencia, menos quien debería haber impedido que concurrieran a las elecciones vascas: el señor Rodríguez Zapatero, presidente del Gobierno de España.

Otros frentes también fueron muy importantes. Por ejemplo, las herriko tabernas, lugar de captación tanto de jóvenes como de fondos. Recuerdo perfectamente el día 12 de julio, sobre las dos y media de la tarde, en el despacho del Jefe Superior de Policía de Bilbao, cuando entró por la puerta un inspector de policía con la cara demudada. El comisario general de Información le preguntó nada más verle: «¿Qué pasa?». Y él, casi sin poder hablar, dijo: «O le han matado o le van a matar muy pronto. He pasado por una herriko taberna y están brindando con champán».Una hora después, se recibió la llamada que confirmaba que su cuerpo había sido encontrado. Era necesario, pues, y así lo hicimos, investigar esas herriko tabernas hasta llegar a la orden judicial que las cerrara.

Otro elemento clave fue la acción para perseguir a los etarras huidos y desactivar las estructuras para reciclarles y volver a mandarles a España montadas en México y otros países iberoamericanos.No ocurrió lo mismo en Cuba y Venezuela. Respecto a Francia, me reservo los detalles de un proceso largo y complicado para otro artículo.

Si repasamos también momentos importantes, podemos hablar del 12 de septiembre cuando se suscribió el Pacto de Estella, y del documento encontrado posteriormente, firmado por ETA, PNV y EA, en agosto del 98, un mes antes de firmar el pacto oficial y 35 días antes de que ETA declarara la tregua trampa. Estoy convencido de nuevo de que ETA ha marcado su hoja de ruta, no sé si Carod Rovira en sus conversaciones la firmó ni si los socialistas que han hablado con ETA la han rubricado, pero lo que sí puedo decir es que el presidente del Gobierno, consciente o inconscientemente, la está siguiendo.