Venezuela: Las parlamentarias del control madurista

En Venezuela, el pasado 6 de diciembre se ejecutaron las elecciones parlamentarias. Todo sucedió en medio de cuestionamientos, y sus resultados han sido desconocidos por más de 45 países. Con una abstención que rayó 70%, los resultados preliminares arrojan que el partido del gobierno ha logrado conseguir más de 90% de los puestos. De 277 curules, el oficialismo lleva 253.

Ahora, tenemos una saliente Asamblea Nacional (AN), que representaba el único poder en el país con legitimidad de origen; un madurismo que se siente ganador —y que, en términos prácticos, lo es—; una oposición minoritaria que accedió a participar y salió mal librada del trance; una oposición representada en la AN que, desde hace un año, camina hacia el despeñadero y anuncia gozosamente que seguirá dando pasos hacia adelante.

En lo inmediato, las fuerzas mayoritarias de la oposición convocaron a una consulta nacional que se llevará a cabo hasta el 12 de diciembre. Los participantes deben responder tres preguntas orientadas a dar basamento popular a la continuidad administrativa del gobierno interino de Juan Guaidó, más allá del 5 de enero, cuando se debe instalar la nueva Asamblea. Lo novedoso de la iniciativa es que combina votos virtuales, por medio de una aplicación, y presenciales. Esta actividad fue concebida como una acción de movilización. Sus organizadores tienen la esperanza de que la participación sea masiva. Sin embargo, al igual que el evento electoral del domingo 6, la consulta tiene debilidades y carece de contrafuerza.

Entre los matices de las parlamentarias 2020, se puede ver que el chavismo también se abstuvo. Así ocurrió también en 2007, durante el referendo constitucional. Sin embargo, en aquella oportunidad, la oposición logró ganar esos comicios. En otros casos, los votos del chavismo fueron a parar a sus adversarios como castigo para los gobernantes. Tal fue el caso de la elección presidencial de 2013 cuando, aunque la oposición perdió, batió récord en números duros de su votación, con más de 7 millones y 49.1% de los votos. Otra ocasión fue en 2015, durante los comicios parlamentarios más hermosos que he cubierto, en el que votó más de 70% del padrón electoral, y las fuerzas democráticas lograron 112 cargos de 167 en disputa.

La cúpula roja mantiene una línea dura y aleccionadora. La coacción hacia sus propios partidarios quedó demostrada una vez más. Advertencias de que los que se abstuvieran no comerían (un juego de palabras algo freudiano); las operaciones para sacar a la gente de sus casas y llevarlos a votar; los chequeos a funcionarios y, sobre todo, un trato excluyente que le dieron a sus exaliados del Partido Comunista de Venezuela así lo muestran.

De parte de la oposición mayoritaria no hay un gran cambio en la estrategia. Conversé recientemente con el líder Leopoldo López, quien logró escapar del país hace mes y medio. Es la cuarta ocasión desde que fue a prisión que lo escucho directamente.

Esta vez, lo vi algo más asentado, tal vez más realista, en especial cuando hablamos del tema de las sanciones sectoriales que aplica Estados Unidos al país. Pero la hoja de ruta de 2021 es una pequeña variación de la que se planteó en 2019, aunque señaló que el orden no necesariamente será: cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres. El foco, según entendí, es lograr elecciones justas, libres y verificables.

Es algo que muchos querríamos. El problema, sin embargo, es que sigue sin existir un plan definido que permita mirar hacia 2021 con la confianza de tener una propuesta realista y ejecutable.

Los planes de la dirigencia opositora suelen ser hechos sobre la base de condicionales; de hipótesis que la realidad se encarga de desmentir. En esa dinámica, se pierden los logros como el capital político de haber arrasado en las elecciones de 2015, y se opacan ante lo evidente, como el asalto a las filas internas por la llamada Operación Alacrán. Entonces, se insiste en líneas irracionales, como buscar quebrar el apoyo de las Fuerzas Armadas, asumiendo que habría traiciones que avalarían el camino a la salida de Maduro. Y así.

En cuanto al gobierno, ya dejó establecido que van por más control político: buscarán ganar las elecciones regionales y locales, previstas para 2021.

El madurismo ha jugado con el tiempo y con el garrote. Por eso, aunque critico el desempeño de la dirigencia opositora, entiendo que no es —y no será— sencillo para ellos —ni lo será para quienes les sustituyan— orientar las acciones para un cambio real en el país. Débiles y divididos, les tocará rearticularse.

La abstención de estas parlamentarias fue prevista por los estudios de opinión que también han revelado que 62% de la población no apoya al gobierno ni a la oposición. Lo que se estima es que el país camina hacia una etapa de consolidación de la opción autoritaria. También se percibe un sentimiento de antipolítica, lo cual es una mala noticia.

Hace algunos meses escribí sobre cómo Venezuela marcha en una inercia hacia la nada. Esto, desde mi perspectiva, no ha cambiado. Las parlamentarias del 6 de diciembre poco resuelven la situación del país y, engañosamente, el madurismo cree —o quiere creer— que con más poder, podrá hacer más. La evidencia ha mostrado que lo malo lo harán muy bien. No es cuestión de falta de talentos, sino que su enfoque en el poder los ha llevado a olvidarse de la gente. La revolución no es, ni será, lo que pretendía ser.

Luz Mely Reyes es periodista y analista política. En 2015 cofundó el medio independiente ‘Efecto Cocuyo’, del que es directora.

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