Venezuela tiene quien le duela

Mi artículo es un reconocimiento al valor sobrepuesto al dolor, de aquellas victimas, de aquellos padres, madres, hijos, familiares, abogados, amigos, periodistas y desconocidos que quisieron que cada historia de horror expuesta en mi denuncia sobre torturas sistemáticas como crimen de lesa humanidad ante la Corte Penal Internacional (CPI) tuviera hoy eco y voz.

Cada historia es una acumulación de sentimientos sobrecogedores, inmersos en el sufrimiento de quienes nunca pensaron que quien debía protegerlos los sometería a los dolores más intensos que el ser humano pueda soportar. Nunca olvidaré una carta que me escribió una victima, que tardó casi dos años en llegar a mis manos por lo difícil que fue sacarla de la cárcel, y porque no sabían cómo hacérmela llegar. La máxima esperanza de ese ser humano era que yo conociera de su puño y letra las cruentas torturas a las que fue sometido en 2014, y que su caso no quedara impune. Él estaba agradecido de que elevara su caso ante la CPI, y a mí me temblaban las manos transcribiendo sus palabras, pensando en lo que sentía aquella víctima en aquella celda, delante de aquel papel, describiendo el horror que vivió.

Cada vez que actualizo una incidencia de personas que ya han sido torturadas y la tiranía los somete a nuevas sesiones de torturas, incluso aún peores de las ya han recibido, se me atascan los dedos entre la indignación, la rabia y el dolor de no poder hacer más que plasmar en papel esos gritos del silencio que pretende imponerles la tiranía, y ese es el combustible que me impulsa.

También quiero agradecer a todas aquellas personas que sin ser venezolanas se han conmovido sincera y profundamente con las víctimas y con estos relatos del horror, como ese grupo de expresidentes que encabezan Felipe González, Jorge Quiroga, Andrés Pastrana, Óscar Arias, entre otros; a los gobiernos de países que he visitado y que me han recibido y escuchado atentamente; a senadores y diputados de España, Canadá, Estados Unidos, Brasil, Uruguay, Perú, Chile, Argentina, Colombia, Costa Rica, etcétera; al Parlamento salvadoreño, que fue el primero en suscribir mi denuncia ante la CPI; al Parlamento Eruropeo, que refirió dos veces a la Corte la petición de «apurar» el examen de las denuncias que habían sido enviadas; al esfuerzo de las eurodiputadas Dita Charanzová y Beatriz Becerra; de diputados del Grupo Popular como Luis de Grandes, Gabriel Matos y Agustín Díaz, entre otros; a los treinta europarlamentarios que firmaron la carta redactada por Charanzová a la fiscal jefe para referirles mi denuncia, acción que también realizaron miles de venezolanos regados por el mundo, conformados en el movimiento Venezuela Somos Todos, dirigidos por comprometidos compatriotas, que son mi familia, en mi casa grande, que es ahora el exilio.

De las organizaciones internacionales, hay dos personas que, junto a sus equipos, hacen historia con su compromiso para denunciar los crímenes que se cometen en nuestro país: el Alto Comisionado de DDHH de Naciones Unidas, Zeid Ra’ad Al Hussein, y el secretario general de la Organización de Estados Americanos, Luis Almagro. Zeid Ra’ad Al Hussein conformó un equipo de trabajo para, desde un país vecino, realizar investigaciones sobre las distintas denuncias de violaciones de DDHH que estaban ocurriendo en Venezuela, contactando a ONG nacionales e internacionales, a víctimas, para luego publicar ambos informes, haciendo una llamada de atención a los países que conforman el sistema de Naciones Unidas sobre las violaciones masivas de DDHH y posibles indicios de crímenes de lesa humanidad que sucedían.

Al secretario general de la OEA, Luis Almagro, y a todo su equipo de trabajo, debo mención especial. La iniciativa de conformar un panel de expertos independientes integrado por Santiago Canton, Irwin Cotler y Manuel Ventura para determinar si en Venezuela habían ocurrido crímenes de lesa humanidad sienta un precedente para la historia del continente y del mundo.

Sus resultados, anunciados el pasado 26 de mayo, le dijeron a la comunidad internacional lo que todo el mundo democrático sospechaba, pero no se atrevían a ponerle el nombre: en Venezuela se han cometido crímenes de lesa humanidad. 64 de las 98 incidencias que llevo ante la CPI forman parte de ese informe. Este informe describe por lo menos siete crímenes contemplados en el Estatuto de Roma, y en la Secretaria General de la OEA hicieron suyo el horror que cada testimonio llevaba consigo. Su compromiso sincero es el de obtener justicia para ellos y para todo el pueblo venezolano, hoy víctima de la locura de un grupo de criminales que se aferran al poder y mantienen secuestrados, reprimidos y hambrientos a mis compatriotas.

Venezuela no esta sola. Cada asesinado, cada torturado, cada encarcelación grave e injusta, cada víctima de la violencia sexual, cada desaparición forzada, tiene su victimario y su cadena de mando denunciados, y ahora están desnudos ante el mundo.

Tamara Suju Roa, abogada venezolana.

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