Verdad y deslegitimación de ETA

El décimo aniversario del final del terrorismo etarra ha confirmado que Euskadi asiste a una batalla democrática, la del relato de la deslegitimación de ETA, y a escala nacional, donde la incapacidad de algunos partidos para reconocer el triunfo de la democracia sobre la violencia abertzale ha sido manifiesta, revela otra batalla pendiente: la de que la verdad de los hechos predomine sobre versiones electoralistas que utilizan la deslegitimación de ETA como coartada para no reconocer su final hace 10 años.

Durante el aniversario, una conocida tertuliana señaló que Arnaldo Otegi le provocaba tal rechazo que se negaba a analizar su papel. Representaba una amplia opinión que utiliza la carga emocional del rechazo a Otegi para eludir una realidad incómoda. Si la oposición política y mediática al franquismo hubiera adoptado esa actitud ante los políticos reconvertidos que procedían del régimen dictatorial, España no hubiera tenido Transición.

Verdad y deslegitimación de ETAEs evidente que sin acción policial, judicial, internacional y social, estimuladas por todos los Gobiernos democráticos, no hubiera habido fin del terrorismo. Pero, más allá del rechazo que provoque Otegi por la autocrítica pendiente por su pasada complicidad con ETA, hace 10 años tampoco habría habido fin del terrorismo si no hubiera liderado a la izquierda abertzale para imponerse a quienes querían continuarlo. Lo hizo por tacticismo, temeroso de que el hundimiento de ETA arrastrara al movimiento abertzale, tras haberle emplazado el Gobierno socialista a elegir entre “votos o bombas”. Rechazó el terrorismo etarra en sus nuevos estatutos. Al poco, ETA declaraba su final.

El día del aniversario, otro periodista conservador construyó un relato, muy extendido, en el que eludía esta parte incómoda. Su originalidad consistió en que lo justificó por la deslegitimación de ETA. Estorbaba admitir que Otegi dio la puntilla al terrorismo, tras décadas de lucha de los gobiernos democráticos contra ETA y el propio Otegi. Pero está demostrado que eludir la verdad no ayuda a deslegitimar a ETA. En Euskadi no, porque los medios vascos contaron todos los hechos, lo que no hicieron muchos medios capitalinos.

El colaborador de EL PAÍS Ricardo Dudda dogmatizaba recientemente que “ETA ha ganado la batalla del relato” y que se había impuesto en Euskadi la teoría del “conflicto”, la de los “dos bandos”, la de los sufrimientos y responsabilidades compartidas. No es cierto. La declaración pactada el día del aniversario por los partidos vascos, con la única abstención de Bildu, rechazaba la teoría del conflicto, de dos bandos equiparables, y exigía responsabilidades políticas por el daño causado por ETA. Combatía el “espíritu de ETA” que algunos consideran que permanece en la sociedad vasca.

Esa declaración es la expresión de que los demócratas vascos ganan terreno en la deslegitimación de ETA. PNV, PSE, Podemos y PP-Cs asumen que el terrorismo etarra no tuvo justificación, que la guerra sucia y los abusos policiales no son atenuantes. Una tesis por la que batallan desde décadas organizaciones sociales, especialmente de víctimas, historiadores, opinadores y partidos constitucionalistas. La batalla del relato en Euskadi mantiene su exigencia con Otegi y la izquierda abertzale. Su papel en el final del terrorismo no les exonera de autocrítica por su pasado apoyo a ETA. Las instituciones vascas y estatales impulsan este curso en las aulas la deslegitimación del terrorismo.

La visión pesimista que recoge Dudda —hay peores, como Mayor Oreja y ultras que deliran al decir que hoy ETA es más fuerte que nunca— empieza por no valorar el final de ETA. Alfredo Pérez Rubalcaba decía que fue el mejor posible e incomparable con el de otros terrorismos. Fue unilateral, sin concesiones políticas ni escisiones, clave en una organización terrorista que tuvo arraigo social, alimentado por la guerra sucia y los abusos policiales en la Transición.

Fue posible porque la presión policial, judicial, internacional y social forzaron a la izquierda abertzale para sobrevivir a imponerse a una ETA debilitada que, además, rompió el diálogo con el Gobierno. También fueron unilaterales el desarme y la disolución de ETA.

Sólo el 2% de los jóvenes justifican hoy el terrorismo etarra. Las víctimas, con apoyo abrumador, centran el relato. Estos hechos explican que Otegi reconociera solemnemente, este aniversario, que nunca debían haberse producido víctimas de ETA. El deseo del abertzalismo de participar en política, incluido el Gobierno vasco, y la exigencia del PNV y del PSE de que debe rechazar la injusticia del terrorismo, augura que dará más pasos.

El problema para algunos es la importante presencia de Bildu, segunda fuerza vasca con 21 parlamentarios frente a 31 del PNV, 10 del PSE, 6 de Podemos y PP-Cs, y uno de Vox. Ignoran que hoy rechaza el terrorismo y cumple las previsiones de los pactos de Ajuria Enea y Antiterrorista de 2000, concebidos para acabar con el terrorismo, no con el nacionalismo. Esa es otra batalla que requiere argumentos inteligentes y el primero sería eliminar manipulaciones motivadas por intereses electorales. Ayudaría a deslegitimar a ETA.

Luis Rodríguez Aizpeolea es periodista, autor del libro Los entresijos del final de ETA y coguionista del documental El fin de ETA.

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