Verde que te quiero verde...

El gran Federico García Lorca, en el marco de su Romancero gitano,escribió uno de sus sublimes poemas, dentro del Romance sonámbulo, y que tituló "Verde que te quiero verde".

Y en estos días, este maravilloso poema me ha venido a la memoria al oír como, parafraseando a algunos expertos foráneos, nuestra flamante vicepresidenta económica, hablaba de los "brotes verdes" que, a su juicio, empezaban a surgir en nuestra maltrecha economía, gracias a que alguien ha dicho algo semejante en Estados Unidos. Verde que te quiero verde...

En un párrafo del poema, García Lorca dice: "Pero ¿quién vendrá? ¿Y por dónde? Ella sigue en su baranda...". Y todos seguimos en la baranda, preguntándonos quién vendrá y por dónde... Y quién está en la baranda...

Bien. Vayamos por partes. Porque, a pesar de todo, creo que vale la pena hablar de los "brotes verdes". Y es verdad que los hay. En Estados Unidos, en su sistema bancario. Parece que empezamos a saber la magnitud de la catástrofe, a través de los llamados tests de estrés a las diferentes entidades financieras. Y no es poco. Y todos sabemos que eso es condición necesaria, aunque no suficiente. Pero, poco a poco, sabemos lo que hay. Y eso es imprescindible para salir del embrollo. Y los expertos se empiezan a atrever a augurar una recuperación del crecimiento de la economía norteamericana en el cuarto trimestre de este año.

Y parece que se va a cumplir de nuevo el aserto según el cual una vez recuperada la confianza en el sistema bancario (cosa que aún no puede asegurarse), la gran flexibilidad de la economía norteamericana, especialmente en su mercado de trabajo (incluyendo la contratación, el despido y la movilidad), asegurará una rápida recuperación, aunque mucho se ha perdido y todavía se vaya a perder en el camino.

Y es verdad, también, que algo empieza a apuntar bien en las economías europeas. Y que hay algún "brote verde". Es cierto, a su vez, que todo es muy prematuro aún. Y que, en ocasiones, responde a políticas económicas de apoyo sectorial muy decididas, como es el caso del automóvil en Francia y, particularmente, en Alemania. Pero que, a corto plazo, están surtiendo efecto, aunque no sabemos cuál es el grado de mero desplazamiento temporal de la demanda y, por tanto, sus efectos reales en el medio y largo plazo.

Es asimismo constatable que, más allá de la conveniencia de trasladar a los sistemas financieros europeos tanto planes que recojan la filosofía del plan Geithner como los tests de estrés, en general, parece que los bancos europeos van ajustando sus balances a la realidad, haciendo aflorar numerosísimas pérdidas y limpiando los activos mal contabilizados, mientras que el Banco Central Europeo coadyuva con una política monetaria claramente expansiva en un contexto casi deflacionario. (Por cierto, conviene insistir en que el mantenimiento en el medio plazo de políticas monetarias expansivas tiene efectos perversos, como hemos tenido ocasión de comprobar amargamente. Y también debemos insistir en que dicha perversidad es aún mayor si va acompañada de políticas fiscales expansivas sin voluntad de volver a la estabilidad presupuestaria en un determinado periodo razonable, por ejemplo, tres años).

Pero todo es aún muy incierto y, en este contexto, ante la magnitud de la tragedia, aventurarse a hacer predicciones voluntaristas es ciertamente muy arriesgado, cuando no sencillamente temerario.

Y cuando el ritmo de destrucción de empleo - desestacionalizado- sigue siendo dramático, como es el caso de España, cuando la caída de los indicadores de producción industrial o de actividad no tiene precedentes, y cuando las predicciones de crecimiento de la economía española por parte del FMI o de la Comisión Europea siguen empeorando a medida que pasa el tiempo, hablar de "brotes verdes", sin especificarlos, suena, de momento, a sarcasmo.

Debo decirles que nada me gustaría más que verlos. Lo deseo con todas mis fuerzas. Y ojalá, ¡por fin!, las medidas anunciadas por el Gobierno tengan algún efecto positivo. Y es bueno que, por fin, haya rebajas en el impuesto de sociedades (claramente insuficientes) o que se intente apoyar al sector inmobiliario (de forma muy discutible, anticipando una supresión futura de las desgravaciones fiscales por la adquisición de vivienda, para "adelantar" la demanda y disminuir así el enorme stock de viviendas construidas y no vendidas) y al sector del automóvil (a través de instrumentos de subvención aún no definidos, y que está por ver su efecto real en el medio plazo), o que se informatice al máximo nuestro sistema educativo, aunque sus efectos sobre la coyuntura sean nulos.

Pero es conveniente recordar que todo ello comporta gasto público, en un contexto de reducción de ingresos fiscales, que va a llevar al descontrol presupuestario, al agravamiento de las ya muy difíciles condiciones de obtención de crédito por el sector privado y al empeoramiento aún mayor del rating del Reino de España y de las primas de riesgo.

Y que no se está abordando ninguna reforma estructural importante. En particular, en el ámbito del mercado de trabajo. Y no hablo, en absoluto, del despido libre o barato, sino de racionalizar el mercado de trabajo que peor funciona de todos los países de la OCDE. Mientras no se afronte con coraje la realidad, los "brotes verdes", si los hubiere, serán florecillas de un día. Y lo que queremos es que todo reverdezca de nuevo.

Verde, que te quiero verde...

Josep Piqué, economista y ex ministro.