Vínculos sociales y terrorismo yihadista: ¿qué conduce de la radicalización violenta a la implicación terrorista?

Tema

Un análisis sobre los vínculos sociales que unen a un grupo de jóvenes radicalizados en el yihadismo en España con diferentes actores del movimiento yihadista global revela que el número y la intensidad de esos lazos influyen en que unos individuos se impliquen en actividades terroristas mientras que otros decidan no hacerlo.

Resumen

No todos los individuos que se radicalizan en el salafismo yihadista y disponen de vínculos sociales en el movimiento yihadista terminan por participar en actividades terroristas. Explicar por qué unos lo hacen y otros no requiere un análisis diferencial del tipo, el número y la intensidad de sus lazos personales con activistas yihadistas o con estructuras dedicadas a la movilización terrorista. A partir del estudio de los vínculos de una muestra de jóvenes que siguieron trayectorias opuestas tras su radicalización yihadista en España entre 2012 y 2019, este análisis constata una mayor inclinación a la implicación terrorista entre aquellas personas radicalizadas cuyas conexiones sociales con el yihadismo global eran más numerosas o de mayor fortaleza. Estos hallazgos pueden ser aplicados en el diseño e implementación de las respuestas institucionales y sociales ante a la radicalización violenta conducente al terrorismo.

Análisis

La investigación empírica ha constatado la importancia de las redes sociales en la radicalización y el reclutamiento yihadista. Quienes adoptan la ideología del salafismo yihadista, incluso hasta el punto de facilitar o participar en acciones violentas, suelen hacerlo en la compañía de otros sujetos ya radicalizados o que están igualmente en proceso de radicalización. En esa interacción social, los individuos componen visiones comunes sobre la realidad, moldean y refuerzan sus identidades compartidas, y pueden acabar predisponiéndose a la implicación terrorista.1 La evidencia existente sobre el caso español lo pone de manifiesto: el 90% de los yihadistas condenados o muertos en España desde 2012 hasta 2018 se radicalizó en contacto con otras personas.2 Además, tres cuartas partes de ellos tenían vínculos sociales previos a sus respectivos procesos de radicalización y reclutamiento con otros yihadistas activos dentro o fuera del país. Esos vínculos sociales estaban basados en lazos preexistentes de vecindad –en siete de cada 10 casos–, amistad –en seis de cada 10– y parentesco –en la mitad de los casos–, que pueden combinarse entre sí.3

Ahora bien, no todos los individuos que se radicalizan en el salafismo yihadista y disponen de conexiones personales con sujetos insertos en el movimiento yihadista global terminan por participar en actividades terroristas. Explicar la eventualidad de que sujetos radicalizados acaben o no implicándose obliga a analizar las características de los vínculos personales que les unen con activistas yihadistas, así como con estructuras dedicadas a la movilización terrorista (como ocurre en determinados espacios de plataformas virtuales o lugares de culto salafistas). Así, ¿inciden por igual todos los lazos sociales en el tránsito individual que conduce de la radicalización yihadista a la implicación en actividades relacionadas con el terrorismo? ¿El número de esos vínculos puede producir variaciones en los efectos sobre la implicación? ¿Es posible que dependa de la mayor o menor intensidad de los lazos?

Para responder a los tres interrogantes, este análisis distingue categorías correspondientes al tipo, al número y a la intensidad de los vínculos sociales y estudia empíricamente, combinando métodos cuantitativos y cualitativos, su efecto diferencial sobre una muestra de 44 jóvenes que siguieron trayectorias opuestas tras haber experimentado un proceso de radicalización yihadista en España entre 2012 y 2019, es decir, a lo largo del ciclo de movilización sin precedentes que promovieron en Europa Occidental organizaciones yihadistas activas en Siria e Irak, como Estado Islámico y, en mucha menor medida, la rama territorial de al-Qaeda o entidades afines a esta última. La caracterización social de los sujetos incluidos en la muestra, los datos relativos a sus procesos de radicalización y la información sobre si terminaron o no implicados en actividades relacionadas con el terrorismo yihadista proceden de una extensa revisión documental de informes policiales y de archivos judiciales, al igual que de la asistencia a vistas orales celebradas en la Audiencia Nacional; por otra parte, de entrevistas semiestructuradas con cuatro de los individuos incluidos en la muestra y con familiares y amigos de otros cuatro jóvenes, así como con expertos policiales, profesionales de primera línea y trabajadores del medio penitenciario.4 Estas fuentes permitieron también trazar los vínculos sociales de los jóvenes que integran la muestra de estudio y registrar sus afiliaciones.

Todos los jóvenes de la muestra, un total de 44, tienen en común haber iniciado sus procesos de radicalización cuando tenían entre 14 y 17 años (M = 16,3; SD = 0,85), sin que exista una diferencia estadísticamente significativa (t-test: p>0,05) en las edades de los implicados (M = 16,4; SD = 0,67) y de los no implicados (M = 16,2; SD = 0,99). La muestra incluye 25 varones y 19 mujeres. En lo que se refiere a su distribución geográfica, 10 de ellos residían en la provincia de Barcelona, nueve en la ciudad autónoma de Melilla, seis en la provincia de Girona, cinco en la ciudad autónoma de Ceuta y cuatro en la Comunidad de Madrid. Los 10 individuos restantes vivían en otras seis provincias. Todos los jóvenes incluidos en la muestra llegaron a compartir los objetivos y a justificar las tácticas de sus organizaciones yihadistas de referencia. Pero solo 23 (el 52,3%) terminaron implicándose en actividades relacionadas con el terrorismo, mientras que 21 (el restante 47,7%) no lo hicieron.

El rastreo de sus vínculos personales con actores insertos en el movimiento yihadista permitió dibujar una red social de 136 nodos (individuos u organizaciones) y 202 vínculos. Red social –en su acepción de social networks y no de social media– es entendida aquí como el conjunto de vínculos directos entre los sujetos de la muestra de estudio y el yihadismo global. Los actores con los que estaban conectados pertenecen a dos categorías: por una parte, activistas yihadistas tanto en España como en Europa y Siria. Entre ellos se incluyen fundamentalmente individuos condenados por actividades yihadistas, pero también, en menor medida, sujetos integrados en la escena salafista yihadista, aunque no hayan sido procesados o sentenciados por delito alguno. Por otra parte, entidades dedicadas, principal o complementariamente, a la movilización yihadista, ya fueran comunidades virtuales o lugares de culto. Los vínculos entre los jóvenes que integran la muestra de estudio y los actores con los que estaban conectados fueron tanto previos al proceso de radicalización yihadista (ocurre así con los lazos preexistentes de parentesco, amistad y vecindad), como forjados durante el proceso de radicalización (caso de los vínculos organizativos con activistas que actúan en plataformas virtuales o mezquitas, así como la propia participación en estos entornos propicios para la movilización).

La red social que se deriva del análisis de los vínculos sociales que unen a los jóvenes de la muestra con esas dos categorías de actores puede visualizarse mediante un sociograma (Figura 1). Los nodos rojos representan a los jóvenes implicados y los nodos azules a los no implicados. Los activistas yihadistas con los que estaban conectados están representados por los nodos de color gris claro, mientras que las entidades de movilización yihadista con las cuales tenían vínculos aparecen como nodos de color gris oscuro.

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(1) Tipo, número e intensidad de los vínculos personales en el movimiento yihadista global

Para evaluar los rasgos de los vínculos sociales que operan de manera efectiva en el reclutamiento yihadista en España, este estudio se sirve de una metodología mixta. El análisis cuantitativo de la red social permite detectar regularidades empíricas en los lazos que unen a los individuos que integran la muestra con el movimiento yihadista global, lo que permite aislar aquellas características que diferencian a los jóvenes implicados de los no implicados. La metodología cualitativa, por su parte, captura el significado que adquirieron las conexiones sociales y los mecanismos a través de las que ejercieron su impacto. Con todo, los resultados del análisis de las denominadas redes oscuras –aquellas que, como ocurre en el crimen organizado o el terrorismo, se dedican a actividades delictivas– deben ser tomados con cautela, por causa de las limitaciones metodológicas que a menudo afectan a la recogida de datos de estructuras relacionales que operan de manera encubierta, en condiciones de ilegalidad y conjurando el riesgo de infiltración.5

Los resultados del análisis cuantitativo bivariante (esto es, el cruce individual de cada uno de los factores analizados –tipo, número e intensidad de los lazos– con la variación individual en la implicación terrorista) ofrecen una primera aproximación a los efectos de los lazos personales (Figura 3).6 Por un lado, la existencia de vínculos previos de parentesco y amistad muestra una relación estadísticamente significativa con la implicación yihadista: mientras que el 56,5% de los jóvenes que participaron en actividades terroristas tenían lazos de parentesco con otros individuos que estaban comprometidos con el movimiento de la yihad global, sólo el 14,3% de los jóvenes no implicados mantenían este tipo de conexiones sociales. Además, el 39,1% de los jóvenes implicados estaban conectados con otros yihadistas a través de relaciones de amistad, pero sólo un 9,5% de los no implicados disponían de vínculos de esa naturaleza con pares radicalizados. Lazos de otra naturaleza, como los de vecindad o las conexiones organizativas con activistas y estructuras de movilización, no parecen tener un efecto significativo en el proceso de reclutamiento.

Asimismo, este análisis preliminar revela que los jóvenes implicados se diferencian de los no implicados también por el número de sus vínculos dentro del movimiento yihadista global. Mientras que los primeros mantenían una media de siete vínculos con activistas o estructuras de movilización, los segundos sólo mantenían vínculos con un promedio de aproximadamente tres actores. Sin embargo, la intensidad de esos vínculos –medida a través de un indicador agregado de todas las conexiones– no parece guardar relación con la eventualidad de que un individuo radicalizado acabe o no implicándose. Finalmente, es importante subrayar que el sexo también aparece asociado a la trayectoria de los sujetos analizados: mientras que el 73,9% de los implicados eran hombres, el 61,9% de los igualmente radicalizados, pero no implicados, eran mujeres.

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El análisis multivariante, con las variables que fueron estadísticamente significativas en el análisis preliminar, permite controlar las posibles interrelaciones entre ellas. Una precisión metodológica se hace necesaria en este punto, pues el tamaño reducido de la muestra de estudio podría despertar dudas acerca de la validez del estudio. Atendiendo a esta circunstancia, se realizó un primer análisis con el método de regresión logística de Firth, apropiado por sus cualidades para mitigar sesgos en el análisis de resultados binarios en universos compuestos por un número limitado de casos.7 Sin embargo, los análisis utilizando tanto el método de Firth como el método convencional de regresión logística binaria arrojaron resultados equivalentes. Los resultados que se obtuvieron utilizando este último procedimiento pueden apreciarse en la Figura 4, que recoge el modelo completo (1) con todas las variables y el modelo final (2), en el que se incluyen únicamente los predictores significativos.8

En concreto, el modelo final descarta que el tipo de vínculos sociales entre jóvenes radicalizados y los distintos actores del movimiento yihadista global expliquen la participación en actividades terroristas. Por el contrario, apunta a que el número de vínculos sociales sí permite diferenciar a los jóvenes implicados de los no implicados. Es decir, confirma que los primeros estaban conectados con el movimiento yihadista por medio de un número marcadamente superior de vínculos con activistas y estructuras de movilización. En este sentido, por cada vínculo adicional, las posibilidades de que un joven acabara implicándose se incrementaron 1,46 veces. El modelo final también muestra que el sexo tiene una relación significativa con la participación terrorista. Las posibilidades de participar fueron 6,27 veces mayores entre hombres que entre mujeres.9

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Ahora bien, ¿por qué el tipo de lazos sociales no parece explicar la inclinación a participar en actividades terroristas? ¿Es posible que la fortaleza de los vínculos más importantes –y no la del conjunto de la red social que configuran– sí desempeñe un papel en el proceso? ¿A qué se debe que el tamaño de la red, entendido como el número total de lazos sociales de un individuo, sí influya en la predisposición para la acción? El análisis cualitativo de la evidencia documental consultada, así como de las entrevistas realizadas en el marco de esta investigación, permite inferir algunas claves para entender los resultados del análisis cuantitativo.

(1.1) La proximidad social puede inhibir la implicación yihadista

Un buen número de casos incluidos en la muestra de estudio revela que los vínculos sociales preexistentes desempeñaron un papel destacado en fases iniciales del proceso de radicalización yihadista, durante las cuales se producen la transmisión e internalización de la ideología. Familiares y amigos actuaron así generando conciencia sobre la causa del yihadismo global y estableciendo una asociación positiva entre los jóvenes y el movimiento salafista yihadista. Sin embargo, la relevancia de este tipo de vínculos personales tendió a disminuir cuando la movilización avanzó hacia la construcción de una predisposición para la acción y al acceso a oportunidades para el reclutamiento.

Más aún, la evidencia estudiada apunta a que la proximidad social puede ser determinante en los intentos por inhibir la implicación de menores y jóvenes en actividades terroristas. Padres, hermanos mayores y parejas sentimentales actuaron tratando de impedir que se produjera la participación, bien por razón de la especial peligrosidad de algunas acciones –por lo general, relacionadas con el desplazamiento a la zona de conflicto en Siria e Irak– o por consideraciones de interés personal, como las de eludir las consecuencias penales que podrían derivarse de situaciones de negligencia parental. En otros casos, optaron por promocionar formas legales y no violentas de movilización ajustadas a las premisas ideológicas del salafismo yihadista, por ejemplo, persuadiendo a chicas jóvenes para que permanecieran en sus hogares y se convirtieran en madres, en lugar de trasladarse al califato para engendrar allí a nuevos combatientes.

Este comportamiento de los vínculos preexistentes refleja que los lazos sociales que canalizan ideas y actitudes extremistas no necesariamente promueven conductas violentas. Ocasionalmente, los procesos de influencia social relacionados con la radicalización violenta adquieren una orientación eminentemente cognitiva, sin ninguna aspiración conductual inmediata. Así y todo, una cautela debe imponerse en la interpretación de estos resultados: puesto que la muestra sólo reúne a sujetos detenidos o muertos en España, es altamente probable que hayan quedado infrarrepresentados los casos en los que los lazos inmediatos actuaron no sólo en la socialización sino también en la conexión estructural con el yihadismo global, pues esto ocurrió a menudo entre jóvenes que lograron desplazarse a Siria e Irak acompañados de miembros de su círculo social más próximo.

(1.2) La estabilidad e intensidad de las conexiones radicales refuerza el compromiso conductual con el yihadismo

Un elemento que diferencia las dinámicas sociales de los jóvenes implicados y no implicados es la duración de sus intercambios con activistas del yihadismo global. Los jóvenes no implicados estuvieron en mayor medida relacionados con activistas a través de vínculos transitorios, forjados a menudo en plataformas virtuales, pero también en contextos comunitarios. En ausencia de enlaces previos directos, los lazos débiles facilitaron un contacto inicial entre los jóvenes y el movimiento yihadista: ofrecieron un primer acceso a ideas, información y contenidos propagandísticos, así como una oportunidad para interactuar con simpatizantes de la causa sin asumir excesivos riesgos.

Sin embargo, ese tipo de vínculos se han demostrado frágiles en su duración. En ocasiones, su disolución se produjo por decisión de los propios jóvenes, cuando estos se sintieron crecientemente inseguros con el avance del proceso de reclutamiento, pero también a iniciativa de los activistas, quizá estimando elevado el riesgo para su propia seguridad. La desaparición de esas conexiones ha obedecido igualmente a factores exógenos, como la política de suspensión de perfiles radicales que han implementado distintas plataformas virtuales. También a causa de la intervención de agentes pertenecientes al entorno cercano de los jóvenes, quienes actuaron como influencias compensatorias al oponerse activamente a los objetivos y tácticas del movimiento yihadista.

En contraste, los jóvenes implicados tendieron a disponer de enlaces más sólidos y estables con el movimiento yihadista global. Algunos de ellos lograron reparar y consolidar sus frágiles vínculos con activistas, lo que les condujo a implicarse progresivamente en la difusión de propaganda yihadista, la publicación de mensajes enaltecedores del terrorismo o a la planificación de su desplazamiento a Siria, a veces en un ejercicio por demostrar la sinceridad de su compromiso.

En otros casos, la estructura relacional era lo suficientemente densa como para que la desaparición de vínculos no representara un riesgo real. El caso más ilustrativo de esto último lo proporciona la célula de Ripoll que atentó en Barcelona y Cambrils en agosto de 2017, provocando 16 muertos y más de 150 heridos. El pequeño grupo se había formado en el contexto de múltiples lazos sociales que se solapan: con la excepción del imán Es Satty, entre el resto de sus nueve miembros había hermanos, primos, vecinos, amigos del colegio y compañeros de equipo de fútbol. La prolongada interacción entre ellos, así como su creciente aislamiento social, facilitaron que el discurso radical reverberara internamente, y que se activaran mecanismos de presión grupal conducentes a la implicación. De esta suerte, los sólidos lazos afectivos y emocionales promovieron la cohesión interna, reforzaron el compromiso individual y evitaron la deserción de sus integrantes.

(1.3) La abundancia de vínculos favorece mayor exposición a ideas radicales y un acceso ventajoso a oportunidades para la implicación

En la medida en que no todos los vínculos radicales apoyan la participación en actividades yihadistas –como ocurre con los vínculos preexistentes–, ni todos los que la promueven logran facilitarla –caso de los vínculos débiles–, mantener un alto número de lazos personales con actores del yihadismo global ha sido un factor fundamental para que jóvenes radicalizados accedieran a oportunidades para el reclutamiento y la acción. De este modo, puesto que sólo ciertas conexiones sociales logran conducir de manera efectiva hacia la implicación, cuanto más numerosos fueron los vínculos con el movimiento yihadista, mayores fueron las posibilidades de que individuos radicalizados acabaran participando en actividades terroristas.

Esta característica de las redes sociales extensas no es el único factor que ayuda a entender la importancia que adquiere en los procesos individuales que conducen a la implicación el hecho de disponer de un alto número de vínculos con actores del yihadismo. La evidencia estudiada apunta a que la integración en entornos sociales en los que el salafismo yihadista encontró un terreno fértil, ya fueran estos círculos familiares, grupos de amigos o comunidades locales, generó una fuerte sensibilización con respecto a los asuntos que centran el discurso de las organizaciones yihadistas, así como una mayor disposición a participar en actividades de esa naturaleza y un acceso ventajoso a oportunidades para el reclutamiento. Además, vivir en entornos locales donde se produjeron altos niveles de movilización yihadista condujo a algunos jóvenes españoles a percibir la yihad como una forma de acción colectiva que gozaba de aceptación pública y que incluso constituía una tendencia popular, una suerte de moda, lo que estimuló deseos de emulación.

Ello ocurrió en casos donde se han producido auténticas “bolsas” o “caldos de cultivo” (comúnmente denominados hotbeds en inglés) de radicalización yihadista, como ha ocurrido en las barriadas de El Príncipe, en Ceuta, y en la de La Cañada de Hidum, en Melilla. El arraigo en este tipo de contextos sociales no sólo afectó a la percepción de los jóvenes sobre la participación en actividades yihadistas, sino que también moduló sus preferencias para la acción. Además de asegurar la transferencia de la ideología, estar conectado con una amplia red de activistas yihadistas y entidades de movilización generó incentivos específicos que favorecen la implicación como, por ejemplo, expectativas de satisfacer un sentido de pertenencia, obtener aceptación colectiva o recibir apoyo social.

No obstante, la configuración de extensas redes sociales radicales no siempre precedió a la radicalización, sino que a veces fue consecuencia de ella. Así, para varios jóvenes implicados que integran la muestra de estudio, el proceso de formación de las redes sociales ocurrió a raíz de una apertura cognitiva hacia el salafismo yihadista. Movidos por un interés por hallar respuestas a inquietudes de cariz religioso, o por adquirir un mejor entendimiento de acontecimientos que ocurrían en el mundo musulmán, entablaron contacto con multitud de seguidores en plataformas virtuales. La ampliación del circulo social radical permitió a su vez conectar con activistas que facilitaron la participación terrorista.

Conclusiones

El análisis sobre los efectos de los vínculos sociales en la implicación yihadista, tal y como ha sido examinado en relación con una muestra de 44 jóvenes radicalizados en el salafismo yihadista en España entre 2012 y 2019, permite sugerir varias líneas de actuación tanto en el ámbito de la prevención de la radicalización violenta como en la intervención con sujetos asociados con el yihadismo global.

En primer lugar, la mayor probabilidad de que los individuos que disponen de un gran número de vínculos con el movimiento yihadista global acaben implicándose en actividades terroristas subraya la necesidad de actuar en aquellos contextos donde emergen y se configuran estas extensas redes sociales. Por un lado, ello implica identificar las áreas que sirven de “bolsas” o “caldos de cultivo” para la radicalización violenta e intervenir tanto a través de la acción policial, con la desarticulación de las células y grupos que reclutan en esas zonas, como a través de la acción social desde las instituciones del gobierno local y mediante entidades de la sociedad civil, acabando –como propone la Comisión Europea en su Agenda Contraterrorista aprobada en diciembre de 2020–10 con la exclusión, la marginación y la discriminación que dominan en esos entornos locales. En España, durante los últimos años, estos puntos de alta concentración geográfica en la movilización yihadista se han localizado sobre todo en las barriadas de El Príncipe, en Ceuta, y la Cañada de Hidum, en Melilla. Si bien la acción policial ha sido intensa en ambas, lo que ha podido contribuir a menoscabar la consideración social de la yihad global entre sus poblaciones, siguen sin corregirse los problemas relacionados con la precariedad económica, la falta de infraestructuras, la segregación espacial y el bajo nivel educativo, entre otros.

Por otro lado, impedir la configuración de extensas redes sociales radicales obliga también a dirigir la atención sobre las plataformas virtuales. Existen dudas de si las estrategias de eliminación de perfiles asociados con movimientos extremistas (lo que se ha dado en llamar de-platforming) son eficaces para acabar con la difusión del discurso radical. Sin embargo, este tipo de medidas tienen una utilidad contrastada en la interrupción del ciclo de reclutamiento de nuevos seguidores por parte de organizaciones yihadistas. Algunos de los jóvenes de la muestra que mantenían una firme predisposición para la acción vieron frustrados sus planes tras el bloqueo de sus perfiles en Facebook, Twitter o Instagram, al verse incapaces de restituir virtualmente los contactos desaparecidos o de encontrar nuevas conexiones con capacidad para facilitar la implicación. Ahora bien, si la neutralización de los perfiles no ocurre en los momentos iniciales del proceso de radicalización, es posible que la comunicación entre jóvenes radicalizados y activistas yihadistas acabe trasladándose a espacios que ofrecen mayor confidencialidad y en los que intervenir resulta más complicado. Así, actuar en el ámbito online en plazos de tiempo corto, como está promoviendo la CE, es decisivo para frenar el fortalecimiento de los vínculos débiles forjados en la red.

Asimismo, evitar la consolidación de los contactos radicales pasa por impulsar iniciativas en el ámbito de la prevención de la radicalización tanto a nivel educativo como social. Un buen ejemplo de lo primero son las acciones desarrolladas en algunos países europeos para fomentar entre jóvenes estudiantes el desarrollo de facultades socioemocionales como las relacionadas con la identificación y resistencia a las presiones grupales.11 De igual modo, es ya una práctica extendida en el contexto europeo la capacitación de progenitores, profesionales de primera línea (como educadores o trabajadores de atención social) y miembros de las comunidades locales en la detección de vulnerabilidades frente a procesos de radicalización. Estas actuaciones podrían encontrar desarrollo o mayor impulso en España a través del Plan Estratégico Nacional de Prevención y Lucha contra la Radicalización Violenta, aprobado en octubre de 2020.

Finalmente, el análisis ofrecido en estas páginas ha puesto de manifiesto que los procesos de radicalización en el ámbito privado de la familia, así como en los grupos de amigos y en las relaciones sentimentales, pueden tener una orientación exclusivamente cognitiva y, por tanto, no necesariamente trascienden al plano de las conductas ilegales y violentas. Esta es una consideración relevante ante, por ejemplo, cualquier decisión relativa a la guarda y custodia de menores en familias radicalizadas, pues la protección del desarrollo integral de niños y adolescentes exige valorar cuidadosamente los supuestos en los que se producen situaciones de riesgo y desamparo. Una respuesta adaptada a cada caso obliga a valorar esta circunstancia, de manera que se cumpla con el principio del interés superior del menor que siempre rige en la adopción de cualquier medida en este ámbito. Por el momento, España no ha desarrollado una respuesta consistente a este respecto: casos similares de niños y adolescentes expuestos a la radicalización de sus allegados han sido resueltos tanto con la separación de los menores respecto de su núcleo familiar como con su permanencia en la familia de origen y la preservación de las relaciones familiares. Una pauta coherente debería también imponerse en el trato que se preste ante el eventual retorno a España de las mujeres y niños de nacionalidad española que permanecen actualmente en los campos sirios donde se encuentran retenidos miles de personas que se desplazaron al califato declarado por Estado Islámico y sus descendientes.

Álvaro Vicente, Investigador del Programa sobre Radicalización Violenta y Terrorismo Global, Real Instituto Elcano | @alvaro_vicentep


1 A este respecto, Marc Sageman (2004), Understanding Terror Networks, University of Pennsylvania Press, Filadelfia, pp. 137-174; Quintan Wiktorowicz (2005), Radical Islam Rising. Muslim Extremism in the West, Rowman & Littlefield Publishers, Oxford, caps. 2 y 4; Mohammed Hafez y Creighton Mullins (2015), “The radicalization puzzle: a theoretical synthesis of empirical approaches to homegrown extremism”, Studies in Conflict and Terrorism, vol. 38, nº 11, pp. 958-975; Sean C. Reynolds y Mohammed M. Hafez (2019), “Social network analysis of German foreign fighters in Syria and Iraq”, Terrorism and Political Violence, vol. 31, nº 4, pp. 661-686; Murat Haner, Ashley Wichern y Marissa Fleenor (2020), “The Turkish foreign fighters and the dynamics behind their flow into Syria and Iraq”, Terrorism and Political Violence, vol. 32, nº 6, pp. 1329-1347; y Shandon Harris-Hogan y Kate Barrelle (2020), “Young blood: understanding the emergence of a new cohort of Australian jihadists”, Terrorism and Political Violence, vol. 32, nº 7.

2 Fernando Reinares, Carola García-Calvo y Álvaro Vicente (2019), Yihadismo y yihadistas en España. Quince años después del 11-M, Real Instituto Elcano, Madrid, p 82, .

3 Ibid., pp. 101-102.

4 Los informes policiales y archivos judiciales consultados por el autor en la Audiencia Nacional pertenecen a los sumarios 4/2015, 9/2016 y 3/2017 del Juzgado Central de Instrucción (JCI) 1; 1/2014 y 2/2017 del JCI 2; 7/2015, 4/2016, 13/2016 y 10/2017, del JCI 3; 4/2015, del JCI 4; 5/2014, 3/2016, 8/2016 y 9/2018 del JCI 5; 2/2016 y 1/2017 del JCI 6; a los procedimientos abreviados 21/2014, del JCI 1; 7/2015 y 14/2015 del JCI 3; así como a los expedientes de reforma 5/2014, 15/2014, 1/2015, 2/2015, 3/2015, 4/2015, 2/2016 y 16/2016, del Juzgado Central de Menores. Las vistas orales se corresponden con los sumarios 4/2015, 7/2015, 1/2016, 4/2016, 5/2016, 8/2016, 3/2017, 9/2018, 15/2018 y las diligencias previas 68/2014. Las entrevistas semiestructuradas, un total de 16, fueron realizadas por el autor entre mayo de 2018 y septiembre de 2020 en distintos emplazamientos, como un centro penitenciario, un centro de menores, oficinas y cafeterías de Madrid, Ceuta, Melilla, Barcelona, Ripoll y Topas.

5 Estas dificultades metodológicas tienen que ver tanto con la posibilidad de identificar erróneamente vínculos irrelevantes para el estudio –lo que constituyen falsos positivos–, como la de omitir nodos o vínculos que sí pertenecen a la red, lo que representan falsos negativos. A ese respecto, véanse James F. Morris y Richard F. Deckro (2013), “SNA data difficulties with dark networks”, Behavioral Sciences of Terrorism and Political Aggression, vol. 5, nº 2, pp. 70-93; y también Luke M. Gerdes (2015), Illuminating Dark Networks, Cambridge University Press, Cambridge.

6 Los análisis bivariados realizados fueron la prueba exacta de Fisher y el test t de Student.

7 David Firth (1993), “Bias reduction of maximum likelihood estimates”, Biometrika, 80, nº 1; y Carlisle Rainey y Kelly McCaskey (2019), “Estimating logit models with small samples”.

8 Para la realización del modelo de regresión logística binaria se utilizó el programa SPSS, versión 27. El modelo completo se obtuvo utilizando el método intro, mientras que el modelo final se obtuvo con el método hacia delante (forward stepwise), que introduce secuencialmente las variables en función de su nivel de correlación con la variable dependiente.

9 El modelo de regresión logística binaria obtenido es estadísticamente significativo. El test de bondad de ajuste de Hosmer y Lemeshow indica que el modelo se ajusta a los datos (χ2: 12.475; p = 0.131). El modelo explica el 46,7% de la variación en la participación yihadista (R2 de Nagelkerk) y clasifica correctamente el 70,5% de los casos. La sensibilidad es del 65,2% y la especificidad del 76,2%.

10 Comisión Europea (2020), “A counter-terrorism agenda for the EU: anticipate, prevent, protect, respond”.

11 Iniciativas en esta dirección han sido impulsadas en el Reino Unido, en el marco de su estrategia Prevent, así como en Suecia. Véase, respecto al caso británico, Department for Education (2015), The prevent duty. departmental advice for schools and childcare providers, y, en relación con el caso sueco, Ministry of Culture (2015), “Government Communication 2014/15:144. Actions to make society more resilient to violent extremism”; así como las unidades desarrolladas por Mission:Democracy, entre otras.

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