Violencia política: fin de ciclo

Por Pere Vilanova, catedrático de Ciencia Política de la Universitat de Barcelona (EL PERIÓDICO, 31/03/06):

La importancia del llamado "alto el fuego permanente" de la organización terrorista ETA, y en la hipótesis de que se mantenga indefinidamente, no necesita más subrayados, pues contra el empecinamiento de algunos, marca un punto y aparte en la historia de esta organización. Pero ésta no es la única cuestión. También cabe resaltar el impacto que ha tenido fuera de nuestras fronteras, sobre todo en Europa, y precisamente por ello quizá vale la pena intentar un ejercicio de evaluación sobre el significado histórico de lo sucedido. Estamos, probablemente, ante el cierre de un ciclo de violencia política específicamente europeo-occidental, que arranca a mediados de los años 60 y ha tenido varias etapas, adoptado versiones diferentes y buscado en discursos ideológicos diversos la imprescindible legitimación que todo grupo violento necesita. Lo necesita para reclutar, para mantener cohesionados a sus militantes, para mantener la disciplina interna y también para buscar hasta donde sea posible un cierto apoyo social. El agua del "pez en el agua" de la teoría de Mao Zedong sobre la guerra de guerrillas.
No es casual que ETA, como en su momento el IRA u otros grupos de este tipo, haya adoptado hasta el final, es decir, hasta el comunicado donde de un modo implícito reconoce su derrota, un lenguaje militarista. Mezclado con alusiones a la paz y a horizontes jurídico-armoniosos. Será que el lenguaje militar, aunque se haga un uso deliberadamente fraudulento del mismo, de un modo u otro mantiene abierto el único supuesto social de violencia legal o al menos legítima en situaciones de conflicto, aquella que desde Hobbes hasta Kelsen se ha descrito de modo muy ajustado, y que corresponde en exclusiva al poder político del Estado. Por ello se suele invocar siempre en casos de supuesta legítima defensa, o de protección de un bien social superior (el pueblo, la clase, la comunidad de creyentes) que estos grupos deciden un buen día representar en exclusiva, sin pedir permiso. Las Brigadas Rojas en Italia o la banda Baader Meinhof en la Repú-
blica Federal de Alemania, en sus tiempos hacían exactamente igual, aunque el discurso legitimador se buscaba en el pozo indefinido de la lucha de clases. Por ello ETA habla de "alto el fuego". Implica: "Porque queremos, que conste". E implica también: "Si queremos, podría no ser irreversible". Pero esto es como la debacle alemana después de Stalingrado: los comunicados oficiales hablaban de "maniobra flexible hacia los flancos y la retaguardia" para no decir "desbandada general".

¿POR QUÉ se ha cerrado un ciclo histórico? En 40 años, se ha ido deslegitimando la violencia con fines políticos, porque se ha ido revalorizando en nuestras culturas sociales la democracia política, entendida como un bien objetivo, es decir, como un fin en si mismo y no sólo un medio para la consecución de fines superiores. En otras palabras, socialmente se ha impuesto de modo creciente (o se ha recuperado) la noción de que en política el fin no justifica los medios ni en nombre del pueblo ni de la clase ni de la fe.
Ello conlleva el fin de otro mito: el de la autorepresentación exclusiva en política, cuya edad de oro está en los totalitarismos del siglo XX, el más destructivo que hayamos conocido como especie (a la espera de ver qué nos depara el actual). Por ejemplo, la afirmación de que a un pueblo, o a una clase social (el proletariado), le corresponde un partido de vanguardia o un líder natural, ade-
más de ser una falacia conceptual, ha tenido siempre y sin excepción como consecuencia la manipulación de las instituciones, el falseamiento de toda posibilidad de autogobierno, y la liquidación --al final, física-- de toda disensión o discrepancia política. Que ETA piense que representa realmente al pueblo vasco y sus intereses colectivos es un despropósito que desafía el sentido común, a menos que se entre en el discurso delirante de que el Parlamento y el Gobierno vascos, a través de procesos electorales abiertos y competitivos, son una trampa. Como lo era el parlamentarismo burgués para cierta tradición leninista.
Por otra parte, que nadie se llame a engaño, además de la fatiga de combate que al final ha afectado a las sociedades española, vasca, norirlandesa, etcétera, hay el factor 11-S y 11-M. La dimensión de tales atentados, su deliberada voluntad de llevar hasta más allá de lo concebible una total ausencia de autolimitación moral, ha segado los pies bajo la hierba de este tipo de grupos europeos, exceptuando el caso de la franquicia Al Qaeda, que usa Europa como campo de sus acciones pero también, cuando puede (aunque de modo limitado), como base de reclutamiento.

PERO NO hay proyecto político civil que en suelo europeo pueda a partir de ahora subsistir desde el terreno del uso de la violencia, al menos con los datos hoy disponibles, situación que puede por supuesto trastornarse con el tiempo, pues en política (como en todo) nada dura eternamente.
Partiendo de todo ello, lo cierto es que hay espacio para nuevas estrategias. Precisamente porque se ha ganado esta batalla, en España, en Irlanda y el Reino Unido, en Italia, en Alemania, los actores sociales y políticos, empezando por los gobiernos pero continuando por los partidos políticos de la oposición y los medios de comunicación, pueden y deben ser audaces y generosos. Al fin y al cabo nuestros sistemas judiciales buscan por imperativo constitucional la rehabilitación del delincuente.
No parece que algunos sean conscientes de esa dimensión histórica del fin de ETA. Nunca, con todos sus defectos e imperfecciones económicas y sociales, la democracia como forma política había tenido tal grado de consenso. No lo desaprovechemos.