Visión optimista sobre Irak

Por Guity Nashat Becker, profesora de Historia de Oriente Próximo. Universidad de Illinois en Chicago (ABC, 28/07/06):

ESTÉ uno o no de acuerdo con las razones que han llevado a la guerra en Irak, la caída de Sadam Husein dio al traste con un régimen represivo y es posible que tenga repercusiones trascendentes en Irak y en todo Oriente Medio, pero ¿se encuentra cerca el final de la pesadilla que han sufrido los iraquíes bajo Sadam y desde el comienzo de la guerra? A pesar de las alarmantes noticias diarias en los medios de comunicación, soy optimista sobre la posibilidad de que se esté afianzando un régimen democrático.

Si esto es así, las consecuencias serán amplias y positivas en toda la región. Es mi sentir que la nueva Constitución federal de Irak es una importante salvaguarda contra la nueva aparición de un régimen autoritario. Esta Constitución ofrece una considerable descentralización para las provincias más importantes. Algunos sunitas temen que facilite la división del país en dos provincias ricas: la chiita al sur y la kurda al norte, y otra región central empobrecida. Temen que, como Sadam desde la región suní que él dominaba trató sin piedad durante décadas a kurdos y chiitas monopolizando sus ingresos del petróleo, ahora venguen sus agravios pasados. Pero aún más, debido a que los chiitas forman un 60 por ciento de la población, la dictadura de una teocracia chiita dentro de un régimen al estilo del de Jomeini podría llegar a gobernar en Irak, entrando por la puerta de atrás o a través de elecciones de acuerdo con la ley.

Aunque no se pueden ignorar estas posibles circunstancias, sin embargo su consideración deja de lado una realidad de más amplio ámbito. Los distintos grupos étnicos y las distintas sectas que han vivido en las provincias que hoy forman el Estado de Irak han convivido en buena armonía durante casi catorce siglos de islamismo. En tiempos más recientes, los chiitas y los sunitas han estado casándose entre sí cada vez en mayor número; y Bagdad, la capital y sus alrededores, tiene una población mixta de chiitas y sunitas. La mayor parte de los sunitas se dieron cuenta enseguida de que si no se unían al nuevo proceso político lo perderían todo. También es posible que recuerden que el régimen de Sadam favoreció solamente a una pequeña minoría que colaboraba en sus planes o que se rendía a sus deseos y el resto de los sunitas sufría, en su mayoría, de su abusiva represión.

Los cambios que se han sucedido en las alianzas parlamentarias durante la elección del primer ministro en estas últimas semanas demuestran que los dirigentes políticos no están enteramente divididos en grupos de secta y etnia. La mayoría de los chiitas se han comprometido a tener un estado pluralista y el auge de la república islámica en Irán ha mandado una clara señal a los chiitas seculares de que las dictaduras pueden muy bien aparecer envueltas en ropajes religiosos.

Aunque el presente Estado del Irak creado en 1921 por los británicos unió tres antiguas provincias otomanas, la mayoría de la población de habla árabe comparte un fuerte lazo de unión por encima de los nacionalismos del siglo XX y del islamismo del siglo VII. Conocen y comparten con orgullo su situación excepcional en la historia. Cuando los niños iraquíes comienzan la escuela aprenden que la primera civilización urbana apareció en Sumeria, al sur de Irak, y que, durante el califato islámico, Bagdad era la ciudad más importante del mundo. Incluso los religiosos chiítas en Irak se sienten ante todo iraquíes. Los kurdos forman hoy el 15 por ciento de la población. Hay quizás algunos kurdos que sueñan con un Kurdistán independiente, pero sus dirigentes políticos, más realistas, saben que Irán, Turquía y Siria, que tienen minorías kurdas de bastante tamaño, aplastarían el movimiento si se desarrollara en esa dirección. Además, el Kurdistán no tiene acceso al mar y necesitaría una salida para la exportación de su petróleo. El presidente Talibani, que es kurdo, ha afirmado repetidamente que la mayoría de los kurdos iraquíes no tienen ambiciones de independencia.

Que algunos miembros del Parlamento iraquí rechazaran a Ibrahim al-Jafari como primer ministro no muestra, por su parte, más que un deseo de ejercer sus prerrogativas y mostrar su conocimiento de cómo funciona el sistema democrático. No hicieron caso de la fecha límite establecida por los Estados Unidos, negociaron infatigablemente y eventualmente cediendo en parte, eligieron a Nuri al-Malik como primer ministro. Esto es una indicación de que los dirigentes políticos de Irak han aprendido rápidamente las lecciones del toma y daca democrático.

Sin embargo, existen varios obstáculos que podrían retrasar la transición a un régimen de estabilidad democrática en Irak. Los dirigentes de algunos estados vecinos sunís, especialmente Arabia Saudí, cuyos yacimientos de petróleo y gas se encuentran en la provincia del este, que es predominantemente chiita, temen que dar más poder a los chiitas iraquíes envalentone a su propia población chiita y los lleve a exigir más derechos. La perspectiva de un Irak democrático es también una amenaza para los gobiernos represivos vecinos, algunos de los cuales están incluso ayudando a las milicias chiitas y a los insurgentes sunitas para intentar desestabilizar a Irak.

Finalmente, algunos políticos y augures en los Estados Unidos temen la creación de un Estado iraquí en el que los chiitas tengan mucho poder. El recuerdo de la revolución iraní y las advertencias de los regímenes autoritarios sunitas sobre «la media luna chiita» acentúan esta preocupación. La alarma de los Estados Unidos sobre esta posible amenaza chiita ha dado lugar a que los mantengan a distancia y a que insistieran durante la redacción de la constitución, y ahora, dentro del Gobierno, en dar una mayor participación a los árabes sunitas. La ignorancia de los Estados Unidos sobre el chiismo dio como resultado un período de vacilación y falta de dirección que permitió a la oposición interna y externa formarse y organizarse.

Las constituciones deben únicamente cambiar por voluntad del pueblo cuyas vidas afectan y no por los deseos de los poderes de ocupación. Hasta ahora, sin embargo, estamos viendo surgir un régimen que representa las aspiraciones de la variada población iraquí. Los dirigentes políticos iraquíes han demostrado que son capaces de enfrentarse con estos problemas y defender la democracia de su país. La intervención de los Estados Unidos en un principio era inevitable, pero el intento de intervenir en la evolución de la política interna en ese país no haría más que debilitar la legitimidad de sus organismos de gobierno.