¡Viva el Rey!

Después de Juan Carlos I: la Institución, ocupada en este momento por su hijo Felipe VI. Así que no lancemos las campanas fúnebres al vuelo, ya que no ha ocurrido nada que no hayamos visto en otros países. Por ejemplo, en Francia, donde Chirac y Sarkozy, ambos jefes de Estado, comparecieron ante los tribunales por irregularidades fiscales. Por no citar el caso Watergate. En ninguno de estos acontecimientos se vieron afectadas las instituciones. Al contrario, en el caso de España se puede presumir de un control exhaustivo que desde distintos contrapesos se ejerce sobre el poder, partiendo de que a día de hoy todavía no hay nada concreto contra Don Juan Carlos. Ni siquiera es necesario aplicar la presunción de inocencia, ya que todavía no se ha sustanciado contra él ningún tipo de imputación.

Es de justicia, al menos desde mi particular punto de vista, reconocer que Juan Carlos I es uno de los grandes Reyes de la Historia de España. Será esa misma Historia la que le haga justicia, tal vez la que ahora mismo se le está negando. Él fue el artífice de tránsito de un Régimen autoritario a otro de libertades. De pocos personajes en nuestra crónica se puede decir algo semejante. Durante su reinado nuestro país fue protagonista de una de las historias de éxito más llamativas del globo terráqueo. A ello contribuyó como pocos. Fue además un embajador de excepcionales virtudes y habilidades de las que sin duda se benefició el conjunto de España.

Cuando ahora y con el paso de los años hagamos el enjuiciamiento del desempeño de Juan Carlos I en su cargo de Jefe de Estado, no podemos hacer otra cosa que concluir que fue un excelente Monarca, distinta valoración tal vez tengan sus actuaciones personales y privadas, que no pueden alterar el juicio que sobre él tengamos, dado su papel protagónico y providencial en estos años y sin los que no podríamos entender la España actual.

La Institución, por tanto, está por encima de coyunturas y peripecias de las personas. La Corona debe seguir su camino, de la mano del actual Rey, ya que ahora mismo se ha convertido en la piedra angular de la España actual. Sin ella seríamos cualquier otra cosa, pero no seríamos la nación y el país que ahora mismo somos y disfrutamos.

Tal vez a Don Juan Carlos le faltó ejemplaridad. Algo que debe ser consustancial con la propia Institución. Sobre todo en una sociedad tan transparente y exigente como en la que ahora vivimos. Ahora bien, que nadie dude que está siendo víctima de una conjura de necios, donde se mezcla un policía corrupto, una supuesta princesa caracterizada por su venalidad, unos medios de comunicación que caminan al suicidio y una crisis de valores, donde se ha perdido el principio del rito y de la comunidad en favor de una comunicación compulsiva y ansiosa, que derriba honores y famas, sin construir absolutamente nada.

En medio de esa crisis de referencias y paradigmas, ocurre todo esto con un Gobierno de dudoso credo democrático, cuyo sustento parlamentario son minorías empeñadas en terminar con el actual statu quo de nuestra nación. Por eso debe ser consciente Felipe VI, que tras la generosidad de su padre, es él quien pasa a estar en primera línea a todos los efectos en la defensa de la Institución de la Corona. Todo el affaire del Rey padre ha servido de cortina de humo para tapar la calamitosa gestión de un Ejecutivo elefantiásico, en cuyo seno habitan ministros que sueñan con una república plurinacional comunista. De ello tiene que ser consciente el actual Rey. Ellos quieren terminar con el rito democrático y constitucional que la actual Monarquía representa para todos los españoles.

Me imagino que para Felipe VI no ha debido ser fácil animar a su padre a tomar una decisión semejante. Hay una parte emocional en todo este proceso que entraña un sufrimiento muy humano que seguro es desgarrador entre un padre y un hijo. Parece como si el destino guardase siempre un hecho similar a cada generación de esta Familia Real. Inevitablemente, nos viene a todos el recuerdo de la durísima decisión de Don Juan Carlos frente a la legítima ambición de su padre Don Juan de ser Rey de España. Ojalá no se haya equivocado en esta ocasión Felipe VI.

Siendo triste la noticia de esta marcha de Don Juan Carlos, no se la debe considerar mala. Felipe VI ha recibido de nuevo el apoyo generoso de su padre, que una vez más, como en tantas otras ocasiones de su vida, se sacrifica por la Corona y por España. Nuestro país funciona, aunque como toda obra de hombre es susceptible de ser perfeccionado. Lo verdaderamente relevante en este momento es que la comunidad que representa la suma de 47 millones de españoles, en un día como hoy, sabiendo superar la barbarie de la anomia, deberá buscar el lado positivo y al grito de ¡viva el rey!, nos estamos poniendo del lado del Estado de Derecho, de la Corona, de la democracia y de España, una nación con más de quinientos años de vida.

Bieito Rubido es director de ABC.

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