Vocaciones nativas

En pocos años han aumentado sensiblemente las vocaciones sacerdotales en las Iglesias de los llamados territorios de misión. Dígase lo mismo acerca de los religiosos, religiosas y catequistas. La escasez, casi penuria, de vocaciones a la vida sacerdotal y religiosa en antiguos países de tradición cristiana, provoca un estado de ánimo rayando lo agobiante y proclive a situarse en la atalaya inoperante de una continua nostalgia del pasado y el más que preocupante miedo al futuro. Es cierto que podrán existir harinas mejores, dice el Papa, pero el hoy de Dios es nuestro tiempo de salvación, con sus enormes desafíos a nuestra condición de cristianos y miembros de la Iglesia. Uno de estos grandes retos es el de la promoción y cuidado de las vocaciones, especialmente la Vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada que Dios suscita en los países de misión.

Son Iglesias jóvenes que nacen y maduran en la misión. Iglesias en las que no faltan vocaciones, pero que no disponen de los medios necesarios, tanto para una buena e imprescindible formación, como para el sostenimiento diario de los sacerdotes y demás ministros y formadores de las comunidades cristianas.

Aunque estas vocaciones hayan nacido y madurado en un territorio de misión, son vocaciones al servicio de la Iglesia universal, familia de Dios que siente la obligación y el gozo de permanecer siempre fiel, de lealtad a cuanto de Cristo ha recibido y de compromiso para compartir el Evangelio con la humanidad entera, sin distinción alguna de raza o cultura.

Una Iglesia con vocación universal que tiene siempre las puertas abiertas, tanto para acoger al que llega, sin pedirle la razón por la que ha venido hasta nosotros, como para salir al mundo entero y anunciar, con obras y palabras, lo de que de Cristo ha recibido. No hay que cruzar aduana alguna para poder incorporarse a la comunidad de los bautizados.

Al servicio de esta actividad misionera el Santo Padre dispone de las cuatro Obras Misionales Pontificias. Una de ellas es la de San Pedro Apóstol, dedicada especialmente a la promoción y cuidado de las Vocaciones Nativas, autóctonas, para que sean los servidores de los cristianos de su pueblo y de aquellos que necesiten ayuda para trabajar por un mundo más justo, gozando de una paz duradera y del mejor bienestar para todos conforme a los dictados del Evangelio.

Esta conciencia de pertenencia a una Iglesia universal implica complicidad con todo cuanto en ella ocurre. Nos sentimos afectados. Un solo bautismo nos une a todos. Una misma caridad nos obliga. Este IV domingo de Pascua, domingo del Buen Pastor, la Iglesia en España celebra el día de las Vocaciones Nativas. Todas ya cada una de estas vocaciones necesitan nuestra comprensión gratitud y ayuda.

Carlos Amigo Vallejo, Cardenal Arzobispo emérito de Sevilla.

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