Volver a la sensatez

Luis Ventoso se hacía días atrás en estas páginas tres preguntas fáciles de responder: 1.- ¿Cuál es el único país de la UE con el rancio y multifracasado comunismo incrustado en su Gobierno? 2.- ¿Cuál es el único país europeo que pagaba una nómina a un vicepresidente que directamente no hacía nada y carecía de agenda de trabajo más allá de intrigar? 3.- ¿Cuál es el único país del mundo donde en el día en que el presidente se encuentra en el extranjero, en un acto en Francia, su vicepresidente anuncia súbitamente con un vídeo en Twitter que se da de baja en el Ejecutivo para buscarse los garbanzos en unas elecciones regionales?

Y la respuesta a las tres preguntas era: España.

¿Y quién es el mayor responsable de este desaguisado? Pues Pedro Sánchez. Y ahora Iglesias se baja del burro para venir a Madrid a intentar salvar a su partido.

Pero, ¿qué representa Iglesias siendo, como es, nada menos que vicepresidente del Gobierno? No sólo apuesta por el desastre del comunismo sino que está obsesionado por traer otra vez a España la República (¿por qué no le pagamos una beca y que se vaya a predicar ese mensaje a Suecia?). También está en contra de partes esenciales de la Constitución española y a favor de las reivindicaciones separatistas (‘el derecho a decidir’) que, de ponerse en práctica, destruirían la unidad de España. ¿Qué izquierda es ésta que quiere destruir la nación española?

En fin, este personaje tóxico que como vicepresidente del Gobierno jamás se le ha oído hablar de la tragedia sanitaria ni de los otros grandes problemas que tiene nuestro país. Por ejemplo, ¿alguien ha oído a Iglesias una sola propuesta sobre el paro juvenil? Pide subir los impuestos ignorando que en España los impuestos ‘per cápita’ son mayores que la media de la UE. ¿No sabe que los asalariados españoles pagan el 90% del IRPF mientras que los salarios sólo representan el 45% del PIB?

Este ignorante agitador no debería aspirar a nada en Madrid, porque los madrileños, en un 90%, no podemos ni ver a los separatistas catalanes ni a los asesinos de ETA ni a los ‘aprovechateguis’ del PNV. Espero que no llegue al 5% y se vaya de una vez a disfrutar de su chalé en la sierra.

Iglesias lo va a pasar mal, lo tiene difícil y todo gracias a una movida absurda impulsada también desde Moncloa. En efecto, la pandilla juvenil de Moncloa se unió a Inés Arrimadas con la intención de sacar de los gobiernos regionales de Murcia y de Madrid al PP. Uno se pregunta, con Vicente Vallés, ¿a qué españoles intentaba atraer Arrimadas con la descalabrada operación murciana?

Ciudadanos nació en Cataluña para llenar un vacío político creado con el gobierno tripartito presidido por Maragall. No había en el ámbito político catalán ningún partido no nacionalista, a excepción del PP. Había, por lo tanto, un hueco a cubrir: los catalanes no nacionalistas que no querían votar al PP no tenían a quién votar hasta que llegó Ciudadanos.

Como ha escrito el profesor Francesc de Carreras, «en el Parlamento autonómico se empezó a hablar con naturalidad en catalán y castellano. Desde el nacionalismo, esta ruptura de la transversalidad catalanista fue vista como un gran peligro. Inmediatamente se los tachó de fachas y hasta de falangistas: a Albert Rivera se le llamó Primo de Rivera. Primero con lentitud y dificultades, después en rápido ascenso, de estos 3 diputados se pasó a 36 en 2017. Ciudadanos pasó a ser un gran partido en Cataluña, superando claramente a los socialistas». Y en las siguientes elecciones fueron el partido más votado en Cataluña y obtuvieron 57 diputados en el Congreso.

A partir de ese momento todo fueron errores, primero de Rivera (cayó de 57 a 10 diputados) y luego de Arrimadas, cuya última hazaña murciana ha sido de traca. Una formación que una vez que se planteó como partido nacional trajo muy pocas ideas nuevas y mucha demagogia. Por ejemplo, proponiendo que si un político estaba siendo investigado por un juez tuviera que dimitir, saltándose dos valores básicos de cualquier democracia: la presunción de inocencia y la separación de poderes.

Menos mal que en Madrid les ganó por la mano Díaz Ayuso y ahora será difícil que Ciudadanos supere el mencionado 5%.

La política española está hoy en manos de gente que no ha trabajado en su vida. Y lo peor de poner a estos mediocres arriba es que ellos marcan el listón máximo de excelencia. Todo lo cual indica que -en palabras de Ignacio Varela- «el divorcio de la política con la realidad es brutal. Los políticos españoles han construido un universo virtual, una especie de campana neumática completamente desconectada del mundo real […]. Los españoles con mascarilla, golpeados por la pandemia y la recesión, asisten, entre iracundos y fascinados, al espectáculo fantasmal de sus gobernantes y dirigentes acuchillándose entre sí mientras el virus mata, las empresas se arruinan, los trabajadores pierden el trabajo y el país se cae a pedazos».

Es preciso un cambio de rumbo que inicie una Segunda Transición, cogidos de la mano PP y PSOE (ya sin Sánchez), con el fin de pactar varias leyes que rebajen los humos del separatismo (nueva ley electoral), despoliticen la Justicia y eliminen al máximo la introducción de paniaguados en la Función Pública. ¿Es esto posible? Sí, sí lo es, ahí está el ejemplo de Alemania.

Me tomaré, para terminar, la libertad de dirigirme a los madrileños que tengan dudas de a quién votar:

Por el bien de todos ¡no votéis a un tipo que es amigo del separatismo (Iglesias). Volvamos a la sensatez y exijamos los cambios legislativos que saquen de la política a tanto incapaz e inútil, a saber, la ya citada nueva ley electoral y que los puestos de subsecretario para abajo los cubran funcionarios de carrera.

En fin, hacer todo lo que se pueda para que vuelva un sano bipartidismo: una derecha liberal y una socialdemocracia donde ya no esté el sanchismo.

Joaquín Leguina fue presidente de la Comunidad de Madrid.

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