Volver a la sensatez

Por Francesc de Carreras, catedrático de Derecho Constitucional de la UAB (LA VANGUARDIA, 28/07/05):

Mañana finaliza la segunda etapa catalana del nuevo Estatut que está en proceso de elaboración. La primera etapa fue enormemente larga, duró 18 meses y acabó el 8 de julio pasado. Mañana puede aprobarse un proyecto en comisión que, en septiembre, pasará al pleno del Parlament. Si el proyecto sigue, se debatirá en el Congreso de los Diputados y en el Senado y, si es aprobado por ambos, deberá retornar a Catalunya para ser ratificado en referéndum. Por tanto, estamos tan sólo en los inicios del proceso, a pesar de que los sondeos de opinión muestren el cansancio y desinterés en los ciudadanos. Ciertamente, la actual clase política catalana se ha jugado su prestigio en una apuesta que, a la corta o a la larga, mañana o en los próximos meses, está condenada al fracaso. Ni los planteamientos iniciales, ni la coherencia de los promotores de la reforma, ni los objetivos que ésta se ha propuesto, ni las técnicas jurídicas utilizadas, han sido acertadas.

Un estatuto se puede reformar. De esto no puede caber la menor duda. Ahora bien, la reforma deviene imposible cuando se lleva a cabo con demagogia e incompetencia. Las consecuencias del fracaso no serán agradables: frustración en unos, pasotismo en la mayoría. La frustración producirá radicalización, una peligrosa radicalización. El pasotismo producirá desilusión y desconfianza, lo contrario de lo que se pretendía. Todo ello producto de un nacionalismo insensato, un nacionalismo contra la nación real, es decir, contra la gente, contra el ciudadano medio, contra el catalán normal que se interesa preferentemente, como es natural, por sus asuntos privados, pero que es consciente de cómo repercuten también en su vida diaria los asuntos públicos y, para que los arreglen, elige periódicamente a unos representantes.

¿Qué debe pensar este sensato ciudadano al oír la noticia de que ERC reclama que el Estado pida perdón porque las tropas españolas utilizaron armas químicas en la guerra del Rif hace más ochenta años? ¿Qué debe pensar cuando Carod-Rovira dice que el nuevo Estatut dará a Catalunya la misma libertad que tenía antes de 1714? Oyendo cosas como éstas me parece estar escuchando a Salvador Dalí, que, en un gesto de surrealismo, no dudaría hoy en pedir el ingreso en Esquerra Republicana. Pero no es momento de bromas, sino de reflexión. Afortunadamente, empieza a no ser creíble dar todas las culpas a este ente llamado Madrid, considerado oficialmente hasta hace poco como causa de todos los males. Ya no es creíble y debemos empezar a mirarnos a nosotros mismos. Pedro Schwartz y Antoni Puigverd hacían ayer, en estas mismas páginas, inteligentes reflexiones en esta dirección. Si fuera cierto, como suele decirse, que la sociedad catalana oscila entre el seny y la rauxa, entre la sensatez y la locura, entre la prudencia y el arre-bato pasional, no hay duda de que actualmente estaríamos en la segunda fase: rauxa,locura, arrebato pasional, utilicen el término que prefieran. La misma aventura del nuevo Estatut es una muestra de todo ello.

Quizás podría estar justificado hacer alguna modificación al Estatut hoy vigente. Quizás. En este caso, habría que concretar cuáles debían ser los preceptos que necesitaban ser reformados, averiguar las opciones de cambio posibles y proceder a la modificación. Era lo sensato, lo que el seny nos recomendaba hacer. Pero no: optamos por la rauxa,por el arrebato pasional. ¡Aquí no estamos para minucias, nada de reformas parciales, viva la revisión total! Y optamos por hacer un nuevo Estatut, nuevo de trinca, listo para estrenar. Ya puestos a hacer, tenía que ser un Estatut que cambiara el modelo autonómico, el modelo de Estado, el modelo de España. No se sabe muy bien por qué Catalunya tenía esta heroica misión histórica de cambiar España, de regenerar España. Por lo visto, la pobre España nos necesitaba. Y, además, si España no aceptaba nuestras propuestas, había que abandonarla, país fracasado y sin porvenir que cometía el tremendo error de no escucharnos. Así empezó todo hace un año y medio. Comenzaba una marcha triunfal. Así hemos seguido en este curso, impávidos, seguros de nosotros mismos, a la espera del triunfo final, sólo nerviosos en estas últimas semanas, cuando se ha ido acercando el momento de la verdad. Porque todo últimas semanas, cuando se ha ido acercando el momento de la verdad. Porque todo No se sabe cuándo acabará todo esto, pero sí cómo acabará. Entonces será el momento de que voces inteligentes y responsables, hoy calladas pero pensantes, intenten serenar los ánimos. Decir, por ejemplo, que tenemos desde hace veinticinco años un buen Estatut, un buen nivel de autonomía, aunque, sin embargo, todo es mejorable. Una gran mayoría de los ciudadanos únicamente desea volver a la sensatez, hoy convertida en el mejor programa político.