Votantes vs. estado benefactor

El primer ministro de Canadá, Stephen Harper, al ganar una mayoría categórica de bancas en el parlamento de su país por primera vez desde que asumió el cargo, perpetúa una considerable serie de victorias electorales nacionales, respaldado por votantes que exigen al menos una pausa, y tal vez cierta revocación, del crecimiento del estado benefactor.

Es más, la victoria de Harper se produce después del resonante triunfo del Partido Republicano de 2010 en la elección de mitad de mandato de Estados Unidos, una campaña que esencialmente se libró alrededor del tamaño y el alcance del gobierno, tras la sólida expansión del gasto público después de la crisis financiera y la recesión. El primer ministro británico, David Cameron (que lidera, como lo hizo Harper hasta hace poco, un gobierno de coalición de centroderecha), también ganó en base a una plataforma para reducir los excesos del estado benefactor.

También está el caso de la candidatura a la reelección anticipada del presidente francés, Nicolas Sarkozy. Francia tiene impuestos más altos y un estado benefactor más desarrollado que el Reino Unido, Canadá o Estados Unidos. Sarkozy, a pesar de los intentos iniciales por recortar algunos derechos franceses, hasta ahora no produjo tanta reforma como Cameron o Harper, mucho menos como Ronald Reagan o Margaret Thatcher en los años 1980.

Algunos podrían decir que los problemas económicos que enfrentan los gobiernos son tan graves que el solo hecho de estar en el poder invita a la destitución, más allá de la ideología. Pero la reelección de Harper sugiere lo contrario. Harper redujo los impuestos corporativos y a las ventas de Canadá (ahora muy por debajo de los de Estados Unidos) y, al igual que Cameron, quiere una consolidación fiscal más rápida que el presidente estadounidense, Barack Obama.

El potencial significado de estas elecciones debe entenderse en el contexto no sólo de la recesión y la crisis financiera, y las intervenciones gubernamentales destinadas a enfrentarlas, sino también en el alcance más amplio de la evolución histórica de los estados benefactores de estos países.

Se destacan las siguientes tendencias:

  • En los cuatro países, hubo una tendencia alcista considerable en los desembolsos del gobierno como un porcentaje del PBI;
  • En cada país, hubo un incremento considerable del gasto público en los últimos años, particularmente en Estados Unidos y el Reino Unido;
  • Francia tiene el gasto gubernamental más alto como porcentaje del PBI -muy por encima del 50%, según la OCDE- y éste ha aumentado continuamente, década tras década;
  • Estados Unidos actualmente tiene el menor gasto gubernamental como porcentaje del PBI, aunque se acercó sustancialmente a Canadá debido a la explosión del gasto desde 2000 -el gasto militar del presidente George W. Bush y el gasto social de Obama;
  • El aumento del gasto público de Canadá como porcentaje del PBI desde 2000 ha sido el menor de los cuatro países;
  • Canadá y el Reino Unido han tenido períodos de reducciones importantes del porcentaje de gasto gubernamental. En el Reino Unido, el porcentaje cayó cuatro puntos porcentuales en 1980-1990 (la revolución de Margaret Thatcher), y siguió cayendo hasta 2000. En los años anteriores a la crisis financiera, la participación de Canadá cayó del 45% aproximadamente a alrededor del 40%;
  • De la misma manera, la Revolución Reagan en Estados Unidos frenó la tendencia alcista en el gasto no vinculado a la defensa.

¿Qué hay con respecto al desempeño económico, medido por el PBI per capita real? Los cuatro países se posicionan exactamente en orden inverso de sus porcentajes de gasto gubernamental (según datos de 2009 y previos a la crisis de 2007), siendo el de Estados Unidos el más alto, seguido por Canadá, el Reino Unido y Francia. El coeficiente de correlación simple es de aproximadamente -0,9.

Los votantes parecen haberse dado cuenta de algo importante. Por supuesto, la correlación no es prueba de causalidad; hay millares de otros factores que afectan el desempeño económico además del tamaño, la composición y la naturaleza del gasto del estado benefactor (y claramente los impuestos y la deuda relacionados). Es más, los gobiernos ofrecen servicios, desde defensa y aplicación de la ley hasta una red de seguridad humana, que son esenciales para una economía y una sociedad exitosas. Pero el tamaño del estado benefactor -y la erosión de los incentivos para trabajar, ahorrar e invertir, debido a los elevados impuestos y a los pagos abultados de transferencias- es un impedimento importante para un crecimiento más rápido de los ingresos.

Este simple análisis debería izar una bandera roja respecto de qué pensamos sobre las compensaciones entre dinamismo y seguridad, o crecimiento y redistribución. Después de todo, el ingreso real per capita en Estados Unidos es aproximadamente 40% más alto que en Francia, 22% más alto que en Canadá y 31% más alto que en Gran Bretaña.

Las historias relativas han seguido una tendencia similar (nuevamente, están involucrados otros factores, no sólo los impuestos y el gasto). Por ejemplo, la ventaja de Estados Unidos sobre Francia se amplió del 25% al 40% desde 1980, un período en el que el porcentaje de gasto gubernamental en el PBI se estabilizó en Estados Unidos (hasta hace poco), mientras que creció sustancialmente en Francia. De la misma manera, el PBI real per capita de Francia excedió el nivel del Reino Unido en 1980, pero fue superado en 2000 y, para 2007, estaba rezagado en un 10% con respecto al Reino Unido. Estas diferencias son el equivalente de una generación entera de progreso económico.

Quienes quieren controlar, reformar y reducir el gasto del gobierno parecen tener bien claro cuál es el panorama general. Es un prerrequisito para un progreso económico sustancial. Esa es la gran lección de la historia -desde las revoluciones de Reagan y Thatcher en Estados Unidos y el Reino Unido, pasando por la experiencia más reciente de Stephen Harper, hasta la repetición que David Cameron y los republicanos en el Congreso de Estados Unidos hoy intentan fraguar.

Sólo el tiempo dirá si las recientes elecciones en el Reino Unido, Estados Unidos y Canadá indican un retroceso del crecimiento del estado benefactor o simplemente una tregua temporaria. Pero una comparación entre Estados Unidos, Canadá, el Reino Unido y Francia revela que lo que está en juego es inmenso.

Por Michael Boskin, profesor de Economía en la Universidad de Stanford, miembro sénior de la Hoover Institution y ex presidente del Consejo de Asesores Económicos del presidente George H. W. Bush, 1989-1993.

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