Votar en tiempos de turbulencias

En la España democrática nunca ha sido tan difícil predecir el horizonte electoral. No hablamos de quién va a ganar sino de que está en el aire casi todo. Ha habido muchos elementos que han arrasado el país y que se traducen en grandes dudas sobre lo que va a pasar.

A todo esto, no es ajena la crisis económica y lo que paralelamente, o incluso como consecuencia de ella, está generando. En este contexto asistimos al auge de partidos, sobre todo radicalizados por la izquierda; otros cercanos a la extrema derecha, que en España no acaban de funcionar y otros de menor tamaño por el centro, intentan sacar provecho a la situación.

En el centro de esta turbulencia encontramos la gravedad que supone la corrupción económica y política en todas sus vertientes. La corrupción es un mal perverso en sí mismo que merece el desprecio social y el máximo castigo de los posibles porque daña la eficiencia y la productividad del país; así como la moral y la ética de la sociedad. Aunque no esté de moda decirlo, no está claro que sean los políticos ni los más ni los únicos corruptos. Ni tampoco que en estos últimos años sea la corrupción mayor que en tiempos pretéritos. La clave es que ahora, soportados en la tremenda información que aportan las nuevas tecnologías todo se sabe y difícilmente estas acciones pasan desapercibidas.

Muchos a los que en estos momentos se les están descubriendo estos hechos, como las tarjetas black de Caja Madrid, cobro de comisiones, blanqueo de capitales... o las grandes tramas de corrupción como la Gürtel, Bárcenas, los Eres de Andalucía, los Pujol y el caso Nóos. En la mayoría de estos casos sus protagonistas estaban completamente seguros de que se irían de rositas con el beneficio del botín en la mano.

Es evidente que se está tardando demasiado en legislar en todo lo relacionado con la corrupción. Hubiese sido bueno un pacto entre las distintas fuerzas para elaborar y desarrollar todas las reformas legales necesarias. Aunque no hubiese sido fruto de un acuerdo entre todos los partidos, al menos, debiera haberlo sido del PSOE y PP. El PP debe, aunque algo tarde, acelerar todo lo que pueda la mayor reforma legislativa, prácticas gubernamentales de transparencia, códigos y reglamentos que sirvan para prevenir y luchar contra la corrupción; que a los corruptos se les quite hasta el último euro del botín y que cumplan duras condenas.

Lo sensato es que las cosas vayan en esta línea y a riesgo de que se me acuse, al estilo de Zapatero, de antropológicamente optimista, pienso que así será. Digo todo esto para definir cuál puede ser el resultado electoral que con los elementos de hoy pudiera ocurrir en las próximas elecciones generales.

Utilizando todas las encuestas que se han publicado, la actitud de la sociedad, la situación económica, cómo están actuando las redes sociales, qué dicen en el mundo de España y todo lo que ha pasado en este país desde 2007, estoy bastante convencido de lo siguiente; en primer lugar, lo más probable es que el PP gane las próximas elecciones generales sin mayoría absoluta, pero con un número de diputados suficiente para que el próximo presidente del Gobierno sea el mismo que ahora ocupa La Moncloa. El que el PP tenga un candidato distinto a Mariano Rajoy es impensable. El porcentaje de votos que creo alcanzará el PP está entre el 30% y 35%.

El segundo puesto electoral estará en discusión entre el PSOE y Podemos, ambos con un porcentaje entre el 18% y el 22%. Izquierda Unida se pegará un gran batacazo, quedando al nivel del extra parlamentarismo, entre el 3% y el 5%. UPyD, debido al liderazgo autocrático de Rosa Díez, irá por una senda parecida a la de IU, del 3% al 5%. Por su parte, Ciudadanos con un perfil claramente centrista y un buen talante de su líder, puede cosechar un óptimo porcentaje de entre el 8% y el 10%. CiU seguirá pagando en las urnas nacionales su política oportunista beneficiando a Esquerra, aunque no tanto como ellos se imaginan.

Rajoy será de nuevo presidente y el PP mejorará electoralmente en los próximos meses; en primer lugar, porque es evidente que España está saliendo de la crisis, por mucho que algunos lo quieran negar. El elemento que describirá mejor la recuperación, más allá de los datos evidentes de la prima de riesgo, del crecimiento del PIB, del comportamiento de la balanza de pago, es la creación de empleo. Es más que probable que el anuncio de Mariano Rajoy de que en los años 2014 y 2015 se crearán más de un millón de empleos será cierto.

Al PP le puede ayudar una mayor beligerancia en su actuación contra la corrupción, pero sobre todo, que sepan trasladar a la sociedad que lo están haciendo. Según pasa el tiempo se evidencia que la actitud de Rajoy, en ocasiones denostada, en relación con la independencia de Cataluña está resultando favorecedora hacia lo que quieren la mayoría de los españoles y una buena parte de los catalanes, que es la permanencia de Cataluña en el Estado español.

En los meses que quedan de cara a las elecciones, al estar bastante controlada la deuda, y sobre todo el precio de la misma, el PP puede permitirse medidas como la rebaja de impuestos, subidas salariales a funcionarios y mayor gasto social que contrarresten los cuestionados recortes. Una ventaja de los populares es que los votos que han perdido se han ido a la abstención y la indecisión más que a la búsqueda de otras candidaturas electorales.

El PSOE está inmerso en una lucha electoral con Podemos que no sabe cómo resolver y dando bandazos continuos. Los socialistas piensan erróneamente que su objetivo es ganar las elecciones, cuando su verdadero problema no es otro que el de mantenerse como la alternativa de izquierdas. El problema que tiene el PSOE y que no tiene el PP es que puede llegar a ser, en el peor de los casos, el tercer partido en términos electorales y, peor que eso, ser el segundo de la izquierda, y si esto ocurre, en las siguientes elecciones el segundo de la izquierda va a la marginalidad y el primero se transforma en la nueva alternativa política.

Al PSOE le influye en su mala perspectiva electoral su nefasta política en Cataluña -donde previsiblemente puede obtener menos del 10% en las próximas elecciones catalanas- y sus continuos bandazos políticos, tanto del partido como de su líder, Pedro Sánchez, que un día parece próximo al PP y al otro en línea con el Syriza griego. No se sabe si los socialistas están a favor del sistema democrático vigente o son antisistema; realmente parece que están perdidos. Además, tienen un problema grave en el referente de su gestión, pues abandonaron el país dejándolo en mala situación económica tanto en 1996 como, peor aún, en 2011, convocando en ambos casos elecciones anticipadas, casi en huida, cuando además negaban la crisis. Y ahora niegan la evidente recuperación.

Por último, en una situación general de problemas, quitando el importante consenso de Rubalcaba con Rajoy en lo relativo a la abdicación y coronación del nuevo Rey de España y del reciente acuerdo contra el terrorismo yihadista, el PSOE no ha sido capaz de consensuar con el PP, ni siquiera ha querido hablar, sobre los temas de Estado que amenazan al país.

Podemos es un resultado bastante claro de todo lo que ha pasado cuando gran parte de los ciudadanos, sobre todo de izquierdas, están terriblemente enfadados con la clase política y quieren reaccionar con dureza contra el estatus político del país al que con gran oportunismo y sentido del marketing sus dirigentes llaman casta.

El electorado les ha hecho un importante regalo porque han creído que representan una alternativa de cambio social sin saber qué tipo de cambio ni a dónde. Todavía no han sabido explicar nada concreto y lo que han dicho lo han ido cambiando a gran velocidad; pero son oportunistas y capaces de adaptarse a la línea ideológica que más les convenga. Proceden de la extrema izquierda, pero no les importa adaptarse a una izquierda más moderada e incluso a un centro izquierda si eso les favorece electoralmente y les acerca al poder. Podemos vive a base de fagocitar a las alternativas minoritarias de izquierda, como IU, de restar votos a los nacionalismos radicales como Sortu y Esquerra Republicana, de alternativas centristas que no encuentran su posición como UPyD y, sobre todo, a costa de unos socialistas diletantes.

Carlos Malo de Molina es presidente de Sigma Dos Internacional.

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