Vox y el brillo en los ojos

El pasado 12 de noviembre, los miembros de la plataforma constitucional vasca Foruak Orain celebramos en San Sebastián nuestra tercera reunión plenaria. En ella aprobamos constituirnos en asociación y nombramos un equipo dirigente presidido por Ramón Rabanera, ex diputado general de Álava por el PP.

Iñaki Ezkerra, escritor bilbaíno, fue nombrado vicepresidente.

El que suscribe, secretario.

Ernesto Ladrón de Guevara, antiguo socialista, asesor durante muchos años de Fernando Buesa, tesorero.

Y como vocales, el historiador donostiarra (vitoriano de nacimiento, pero criado en San Sebastián) Guillermo Gortázar, y el psicólogo clínico y criador de txakoli desde su torre de Murga Federico Verástegui.

Estuvo presente el secretario general de Valents, Albert Guivernau, que nos explicó de manera muy didáctica las vicisitudes del constitucionalismo en Cataluña, tras lo que surgió un interesante debate sobre ideología y práctica política. ¿Qué prima más a la hora de actuar en un partido en ciernes?

Y como nuestra intención era y es servir de foro de ideas para aglutinar al depauperado centroderecha constitucionalista vasco, hicimos también un llamamiento a todos los partidos vascos de ese sector ideológico.

Respondió positivamente la presidenta del PP guipuzcoano Muriel Larrea, que asistió acompañada de otros dos miembros de su partido.

Excusaron su presencia los representantes de Ciudadanos que fueron invitados.

Pero, en cambio, se incorporaron a última hora dos miembros de Vox, uno de los cuales, Juan de Dios Dávila Garijo, que se presentó como presidente de Vox en Guipúzcoa, me obsequió con la expresión que encabeza el título de este artículo: me dijo que me brillaban los ojos. Y eso que yo no bebo, salvo un poco de vino en las comidas.

Cuando le dijimos que nuestra propuesta de integrar al centroderecha constitucionalista pasaba también por Vox, nos contestó que tenía que consultarlo con la directiva del partido.

Entonces le pregunté cuántos integrantes tenía esa directiva. Me respondió 14 o 16, no recuerdo bien.

A continuación le pregunté si las decisiones de la directiva eran colegiadas. Eso le debió incomodar, porque me espetó eso de que me brillaban los ojos, como si quisiera yo hacer sangre con la pregunta o algo parecido.

Me dijo, no obstante, que sí. Que las decisiones se toman de manera colegiada ("como ocurre en cualquier otro partido democrático", creo que vino a decir). La respuesta estuvo bien: no habríamos recibido otra distinta de ningún otro partido político actual.

Pero lo del brillo en los ojos quedó en el ambiente y la temperatura subió unos grados con mi rifirrafe con Juan de Dios. Ya sabíamos que no íbamos a sacar mucha cosa de la comparecencia de Vox en nuestra reunión.

Pero había que hacerlo porque no tenemos nada contra su presencia institucional. Como sí pueden tener algo otros que, sin embargo, no tienen problemas en coincidir y hasta en pactar con personas que nunca han condenado el terrorismo de ETA. Me refiero, como es obvio, a los representantes de la izquierda aberzale que ocupan asiento tanto en multitud de Ayuntamientos como en el Parlamento vasco, en el Congreso y en el Senado.

Vox está en contra de lo que defendemos en la plataforma constitucional vasca (y en esto coincidimos con el PP vasco): somos defensores de los conciertos económicos como fórmula de financiación que surge del pacto entre las élites liberales españolas y vascas tras la última guerra carlista, cuando aún no existía el nacionalismo vasco ni se tenía noticia de él. Desde 1878, concretamente.

Aprovecho para recordarle a Vox un básico de la historia política española y vasca. También Ciudadanos (y antes UPyD) tenía a gala posicionarse en contra de los conciertos y del cupo, o del cuponazo, como decía Albert Rivera. Nada más decepcionante para la política vasca de centroderecha que posicionarse así.

También sé que el propio PP nacional mira con desagrado esa reivindicación de sus compañeros del PP vasco.

Y por todo eso no estaría de más recordar algunas obviedades históricas para ver si así dejamos de una vez de hacerle el caldo gordo al PNV en este tema.

Me dirijo concretamente a Vox en esta cuestión, dada su tendencia a mostrar las tradiciones culturales y políticas españolas en sus mítines.

No hay nada más tradicional en la política vasca que su régimen de conciertos económicos. El hecho de que existan conciertos económicos en el País Vasco y Navarra no es ningún producto del nacionalismo o del separatismo que haya en esas regiones del norte de España lindantes con los Pirineos.

Es un arreglo que hicieron Antonio Cánovas del Castillo, a la sazón presidente del Consejo de Ministros del Gobierno de España, por una parte, y por otra los liberales llamados "transigentes" en el País Vasco, singularmente Manuel María Gortázar y Munibe, presidente entonces de la Diputación de Vizcaya.

Aquel arreglo consistió en que las diputaciones, con su infraestructura engrasada durante las décadas centrales del siglo XIX, cuando dichas instituciones alcanzaron un auge como nunca antes (durante ese periodo se construyeron sus majestuosas sedes de Bilbao, de Vitoria y de San Sebastián), se seguirían encargando de la recaudación fiscal y de las competencias de fomento que tanto bien habían procurado a sus poblaciones respectivas, singularmente en carreteras y asistencia social.

Y es que todo lo que tenga que ver con la vida de las Diputaciones y las Juntas Generales está hablándonos de la vida provincial respectiva de Vizcaya, Guipúzcoa y Álava, la más arraigada en su ser político. Y cuando dos instituciones comunes para todo el País Vasco, como son el Gobierno vasco y su lehendakari (nombre inventado para la ocasión que tampoco había existido nunca), ni estaban ni se les esperaba.

Lo que quiero decir es que cualquier partido que se oponga a las instituciones forales está favoreciendo al nacionalismo vasco como no se puede imaginar. Porque el nacionalismo vasco (con la inestimable colaboración del socialismo y de su proyecto autonomista) lo que hizo es diseñar un pulpo gigante que englobara la labor de las diputaciones forales y que ahogara también su desenvolvimiento.

El nacionalismo lo que quería era una entidad común a las tres provincias como antesala a la reclamación de la independencia futura. Y en eso coinciden los sectores más independentistas tanto del PNV como de EH Bildu en su conjunto.

La reclamación de mayor autonomía para las Diputaciones Forales, en consonancia con el papel histórico que tuvieron siempre en el País Vasco y Navarra, es el mayor antídoto institucional, jurídico e ideológico que se puede oponer a la preponderancia del Gobierno nacionalista que se ha enseñoreado de la política vasca desde la Transición hasta hoy.

A más concierto económico, a más Diputación, a más Junta General, a más foralidad, menos autonomismo nacionalista, que ha sido la variante preponderante desde 1978 hasta hoy. También menos independentismo.

Y esto está tan claro y es tan acorde con la trayectoria histórica de España y del País Vasco que asombra la dimensión del error en el que están y en el que persisten los partidos de ámbito nacional, tanto antiguos como nuevos, que no comparten esta idea.

Ir a por la centralización a machamartillo, para el caso vasco, significa, ni más ni menos, que echar gasolina al fuego nacionalista e independentista. Y, sobre todo, significa acabar con las posibilidades políticas, si es que aún le quedan algunas, del centroderecha en el País Vasco.

Es, en definitiva, ir contra la historia y la tradición. Y diciendo y escribiendo esto seguro que sí me brillan los ojos, amigo Juan de Dios.

Pedro Chacón es Profesor de Historia del Pensamiento Político en la UPV-EHU. Su último libro es 'Sabino Arana: padre del supremacismo vasco' (La Tribuna del País Vasco).

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