Vox y la España despoblada

El crecimiento imparable de Vox en cada una de las elecciones celebradas desde las andaluzas de 2018 plantea varios tipos de cuestiones. Por un lado, se plantea la cuestión de cómo frenar la dinámica de confrontación y polarización de la que Vox es resultado. Por otro, se plantea la pregunta sobre la procedencia de los apoyos que recibe este partido, que es en la que me voy a centrar, pero para responder conviene recordar primero que el discurso de Vox se articula en torno al triple rechazo del separatismo, la inmigración y la ideología de género. En otros países, este tipo de derecha identitaria o radical se ha visto forzada a hacer concesiones en materia de políticas sociales, desarrollando una especie de chovinismo del bienestar (ayudas sociales sí, pero solo para los nativos), a fin de ampliar su apoyo entre las clases populares, pero de momento los temas mencionados parecen suficientes para asegurar el crecimiento sostenido de Vox en España. De ahí que su discurso económico siga siendo neoliberal, poniendo el énfasis en la reducción del sector público y en la bajada de impuestos.

Vox y la España despobladaCon estas premisas, conviene distinguir dos momentos en la trayectoria de Vox. En las elecciones de abril de 2019, consiguió el 10% de los votos (ocupando el quinto puesto en el ranking de representación), pero era ya el primer partido en tres grupos ocupacionales: el pequeño negocio, la agricultura y los militares y demás fuerzas de seguridad. De hecho, un 26% de este segmento de votantes optó por Vox, convirtiéndose en la plataforma de lanzamiento del nuevo partido. ¿Qué tienen en común estos votantes? Fundamentalmente, dos cosas: su conservadurismo y su masculinización. Pues, por un lado, esta categoría social se auto ubica un punto a la derecha del votante medio en la escala ideológica, en tanto que, por otro, esta categoría social se compone de varones en un 72%, siendo, con diferencia, la más masculinizada. Ambos datos ayudan a explicar las razones del apoyo que le prestan a Vox.

A partir de esa implantación inicial, aprovechó la repetición de las elecciones en noviembre para extenderse por la España despoblada. En principio, Vox tenía un obstáculo y una ventaja para penetrar en el medio rural: el envejecimiento y la masculinización, respectivamente. Pues, por un lado, el alto nivel de envejecimiento de los pueblos favorece el voto a los partidos tradicionales (PP y PSOE) y limita las posibilidades de los nuevos, dada la vocación bipartidista de los votantes de la tercera edad. En tanto que, por otro, la masculinización de la España despoblada favorece la entrada de la formación, pues así como en las áreas metropolitanas el 60% de los votantes de Vox son varones en las zonas rurales esta proporción alcanza el 74%. Y, en efecto, así fue como Vox se adentró en estas zonas en noviembre de 2019. En consecuencia, y de acuerdo con los estudios electorales del CIS, el hábitat rural no tenía un efecto neto sobre el voto a Vox en abril, pero sí en noviembre. En este punto es preciso hacer una doble puntualización: a) el aumento del voto a Vox en el medio rural era particularmente sensible en la España despoblada del interior (las dos Castillas y Aragón); y b) una parte significativa de este aumento obedecía a la masculinización característica de los pueblos.

Para entender el origen del problema hay que remontarse a los años 70, en pleno desarrollismo, cuando el campo se mecanizó y los hijos de las familias campesinas emigraron a las ciudades aprovechando la expansión del sistema educativo. En ese momento, era habitual que las familias campesinas castellanas estimulasen los estudios de las hijas mientras reservaban a alguno de los hijos varones para tomar el relevo en la explotación familiar. En consecuencia, las mujeres jóvenes del medio rural castellano se pusieron por delante de sus hermanos en términos de logro educativo en los años 80, lo que dio paso a una emigración diferencial por género que masculinizó la vida de los pueblos, con consecuencias bien conocidas sobre su estilo de vida, empezando por la soltería de los varones que no encontraban pareja y las prácticas asociadas a ella. Pues bien, la irrupción de Vox ha servido para politizar estas diferencias características del medio rural, de manera que la caza, la tauromaquia o la defensa de las tradiciones ancestrales han pasado a formar parte del repertorio reivindicativo del nuevo partido. De ahí, por ejemplo, el éxito de Vox en lugares como Tordesillas, que da nombre al famoso tratado, pero más conocida por la celebración del Toro de la Vega, donde Vox consiguió el 27% de los votos en las elecciones generales de noviembre de 2019, quedando como segundo partido solo por detrás del PP.

Es verdad que las políticas de igualdad han conseguido llegar a todos los rincones de la geografía, pero no podemos olvidar que, en las comunidades rurales donde la economía se ha diversificado, las mujeres tienen mucho más margen para negociar el cambio de roles de género y las nuevas reglas de convivencia que vienen dadas por la economía de los servicios, en tanto que en las comunidades donde las actividades tradicionales asociadas al campo se mantienen en régimen de monocultivo el margen de negociación sigue siendo más limitado. Es fundamental, en este sentido, aprovechar las posibilidades de la transición digital y del teletrabajo, a fin de ampliar en la medida de lo posible el ámbito laboral de las mujeres en el medio rural y mejorar así su poder de negociación laboral y familiar.

Este es uno de los retos que debe abordar la Estrategia Nacional frente al Reto Demográfico. De acuerdo con un estudio en marcha promovido por la Universidad Internacional Menéndez y Pelayo (Retos demográficas y políticas públicas para la España despoblada), la mayoría de los expertos consultados (sociólogos, geógrafos, agentes de desarrollo, etcétera) han observado movimientos significativos de población de las ciudades al medio rural durante el año que llevamos de pandemia, entre ellos nuevos residentes que se han trasladado por razón de trabajo o teletrabajo. Y, lo que es más importante, no se trata de traslados meramente coyunturales, sino que se pueden consolidar en el futuro, a juicio de estos mismos expertos. Desde este punto de vista, la pandemia representa una ventana de oportunidad para revertir las tendencias seculares que aquejan al medio rural ante el riesgo potencial que suponen las aglomeraciones urbanas en momentos críticos como este. En consecuencia, la mayoría de los expertos consultados espera efectos positivos de la actual crisis sobre la relación rural-urbano, ya sea en forma de revalorización del medio rural, llegada de nuevos residentes, etcétera.

Ahora bien, para que este cambio de tendencia se consolide es imprescindible que las administraciones públicas acompañen adecuadamente estos movimientos espontáneos de la población en respuesta a la pandemia, de manera que la sociedad en su conjunto pueda aprovechar esta revalorización del medio rural y reducir así la brecha que se ha abierto entre las ciudades y los pueblos. Esta brecha tiene muchas dimensiones pero es probable que la de género sea la más importante, por cuanto influye sobre todas las demás, empezado por la diferente capacidad reproductiva, causa principal de la angustia demográfica que se ha extendido por el medio rural. En este sentido, la prioridad de las políticas públicas es atender las dificultades que se encuentran las mujeres en los pueblos. No basta con medidas relativas al fomento de la diversificación ocupacional o el apoyo al emprendimiento, sino que deben ir acompañadas de medidas de igualdad, conciliación, discriminación positiva, etcétera. Aunque para ello hace falta también que el mundo rural sea capaz de reinventarse y de superar sus propios atavismos, facilitando así que las mujeres se reconcilien con él.

Juan Jesús González es catedrático de Sociología de la UNED y editor de Cambio social en la España del Siglo XXI (Alianza editorial, 2020).

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