Vox y la extrema derecha

El éxito de Vox en su mitin del Palacio de Vistalegre, feudo de Podemos, ha convulsionado el panorama político y mediático del país. Todo el mundo parece haberse alineado en la idea de que el fantasma de la extrema derecha ha iniciado su andadura en España. Pero hay que ser prudente, porque Vistalegre lo han llenado casi todas las fuerzas políticas y porque Vox cuenta con dos grandes rivales políticos que, hoy por hoy, se encuentran más asentados y disfrutan de una mayor presencia en la sociedad: PP y Ciudadanos.

Además, habría que preguntarse si la fuerza política liderada por Santiago Abascal puede ser calificada como un partido de extrema derecha. Es cierto que Vox, que pretende suprimir las autonomías, ilegalizar los partidos independentistas, derogar la ley de violencia de género, construir un muro en Ceuta o abolir el aborto encaja perfectamente en el esquema de la extrema derecha europea.

También coincide con este tipo de partidos en su defensa de la nación. Aunque hay que advertir que los partidos de extrema derecha han modificado su idea nacionalista según sus contextos específicos. Por ejemplo, el Frente Nacional apuesta, al igual que Vox, por un modelo nacionalista centralista, mientras que el Vlaams Belang, en cambio, se dedica a defender un nacionalismo separatista. Eso sí, todos comparten la idea de proteger las condiciones económicas, culturales e identitarias de la nación.

Vox presenta también algunos rasgos comunes con la extrema derecha europea en su programa económico. Muchas de estas fuerzas ya no son antiliberales. Lo que han hecho ha sido aprovechar la actual crisis económica para radicalizar sus posiciones culturales y culpar de todos los males a la posmodernidad. Alternativa para Alemania, por ejemplo, plantea, al igual que Vox, un modelo neoliberal con cierto contenido proteccionista.

Vox propone la creación de empleo para los jóvenes y para los desempleados mayores, la reindustrialización del país, la defensa de las pequeñas y medianas empresas... pero queda muy lejos del proteccionismo que abanderan otros partidos de extrema derecha como el Frente Nacional, que aboga por un “patriotismo económico” que incluye la recuperación de la soberanía monetaria, la nacionalización de la banca, el rearme arancelario, la planificación económica, el incremento del gasto público...

Pero el partido de Santiago Abascal también presenta diferencias con los nuevos partidos de extrema derecha europeos. Por ejemplo, el Frente Nacional, la Liga Norte, Alternativa por Alemania, Amanecer Dorado, el Partido Nacional Británico, etc, combinan el discurso antiinmigración con el rechazo a la UE y el antiestablishment. Por tanto, la extrema derecha europea es nacionalista y euroescéptica, lo que les lleva a criticar fuertemente a las instituciones europeas por ser las causantes del descenso en los niveles de calidad de vida.

Pero Vox no es euroescéptico, y sólo ha elevado la voz en contra de la clase dirigente europea a raíz de las decisiones judiciales en Bélgica y Alemania sobre Carles Puigdemont. Aunque sí converge con ellos en la oposición frontal a la inmigración, principalmente, musulmana, y en la defensa de un modelo en el que se entrelazan el nacionalismo y la anteposición de la seguridad a la libertad, al proponer, por ejemplo, el cierre de las mezquitas, la deportación de inmigrantes, la supresión del arraigo familiar, la exigencia de niveles más altos de idioma, o la suspensión del espacio Schengen.

Por otra parte, Vox carece de la base popular en la que se fundamenta el populismo de la derecha radical, el antielitismo y la radicalización de la soberanía popular. Principalmente, porque a diferencia de los partidos de extrema derecha europeos, no han conseguido abrirse un hueco entre las clases más desfavorecidas y trabajadoras, y todavía encuentra su apoyo en las clases con más renta per cápita, como demuestran los datos electorales de 2016 en Madrid. En definitiva, Vox no ha sido capaz de desarrollar, de momento, la capacidad para llegar a una base social mucho más amplia y menos ideologizada, aspecto que es clave en la nueva extrema derecha europea.

Por otra parte, Vox no posee un líder al estilo Jean Marie Le Pen, Joerg Haider, Matteo Salvini o Geert Wilder, y está por ver que Santiago Abascal pueda convertirse en ese líder carismático capaz de movilizar a las masas, de arrastrar a otros partidos de derecha hacia sus posiciones o de robarles los votos suficientes para inquietarles. Además, la extrema derecha europea es totalmente laica, mientras que Vox se mantiene vinculado al dogma católico y los valores religiosos. En todo caso, España ya cuenta con un partido más a la derecha del PP, y sin tener que recurrir a la estética franquista ni nacer al amparo de la Falange española.

Gema Sánchez Medero es profesora de Ciencia Política y de la Administración en la Universidad Complutense de Madrid.

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