Tras el reciente abandono de la política de Iván Espinosa de los Monteros, y pese a sus explicaciones, se han disparado las especulaciones sobre los verdaderos motivos de su marcha, así como sobre sus consecuencias. Para unos supone la liquidación del exiguo liberalismo que existía en Vox, para otros el abandono de sus esencias fundacionales y hay quienes incluso afirman que estamos ante el regreso a España del nacionalcatolicismo.
Se atribuye a Napoleón la afirmación de que cada soldado francés llevaba en su mochila un bastón de mariscal. Los españoles, más modestos y anárquicos, llevábamos hasta hace poco en la nuestra un silbato de entrenador de futbol al que hace unos años hemos incorporado la brújula de politólogo. Nos encanta opinar de todo y cuanto menos sepamos con más entusiasmo lo haremos.
No conozco a Jorge Buxadé –si lee estas líneas ya disculpará el juego de palabras con su apellido como reclamo para el título–, dicen que fue falangista, no tengo ni idea, solo sé que es abogado del Estado, vamos, que listo y trabajador desde luego, y tiene vida al margen de la política; solo por esto merece ya un respeto. Se le atribuye la autoría del golpe de mano que ha concluido con la retirada de Espinosa de los Monteros. Desconozco si existe esa relación causa-efecto, pero en todo caso con la mera existencia de esta teoría, lo que sí debo hacer es felicitar a Santiago Abascal por la consolidación de su liderazgo. En política, lejos de lo que se cree, el liderazgo no se confirma en los congresos; la confirmación solo llega cuando aparece el compañero de partido que, según la opinión publicada, es quien de verdad mece la cuna de la organización.
Como decía, no tengo la menor idea de lo que pasa en la tramoya de Vox; no sé si estamos ante la serpiente de verano anual o realmente se ha producido un giro ideológico, el tiempo lo dirá. Lo que no me gusta es que el episodio de Espinosa de los Monteros se haya utilizado, una vez más, para demonizar a Vox y para que la izquierda, que obviamente nunca es extrema, sambenito solo imputable a la derecha, aproveche para meter otra cuña en la relación entre quienes están llamados a ser la alternativa al Sanchismo.
Vox es un partido que respeta el orden constitucional, cosa que no hacen las formaciones que apoyan al PSOE, ni el propio Sánchez que indulta a quienes atentan contra él para seguir en la Moncloa. El presidente de Vox no ha estado en prisión condenado por secuestro, sí es el caso del líder de la ETA política, denominada ahora EH-Bildu, con quien pacta el PSOE. Vox, por contra, es el partido en el que ha encontrado acomodo la persona que ostenta el triste récord de haber permanecido enterrada en vida durante 532 días por la banda terrorista, hasta ser liberado por la Guardia Civil.
Dejemos pues que cada formación política se organice como quiera y pueda, pero no caigamos en la trampa de desviar la atención sobre lo importante. Lo urgente es evitar que el PSOE liquide en otros cuatro años la España que todavía queda en pie. Lo necesario es formar una alternativa que defienda la Constitución y la haga respetar, que trabaje por la unidad de la nación y la concordia entre españoles. Esta alternativa solo podrá construirse sobre la base de los acuerdos que PP y Vox ya han alcanzado en comunidades autónomas y ayuntamientos. No hay otra opción posible por más vueltas que algunos quieran dar a las piezas del rompecabezas. Como dijo D'Ors los experimentos con gaseosa y España es cosa muy seria para seguir jugando con ella.
Carlos de Urquijo fue delegado del Gobierno en el País Vasco.