VUCA

Este es el acrónimo inglés de volatility, uncertainty, complexity y ambiguity (volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad) que se utiliza para definir el entorno económico y financiero que estamos viviendo y que puede y debe aplicarse a todos los demás entornos y en especial al político y al sociológico, tanto a nivel global como a nivel español.

El año 2015 va a ser un año inquietante que ya ha generado y que generará cambios muy significativos en todos los órdenes. Solo en los últimos días hemos vivido el desplome espectacular de los precios del petróleo, el resultado de las elecciones griegas y los terribles asesinatos de París seguidos de la decapitación de rehenes. El terrorismo islámico va a ser un reto especialmente peligroso y desestabilizador porque la lucha contra el fanatismo radical y violento y, en especial, contra los «lobos solitarios», obliga a un nuevo esfuerzo de vigilancia y de control con unos costes sociológicos y económicos excesivos y sin garantía de éxito, porque un ser humano dispuesto a inmolarse por una causa tiene un poder destructivo prácticamente incontrolable. El conflicto entre seguridad y libertad va a alcanzar niveles extremos de complejidad y sensibilidad. Será muy difícil encontrar un punto de equilibrio.

A este factor negativo se une la persistencia de una crisis económica que puede resumirse afirmando que los países emergentes no acaban de emerger y los países desarrollados crecen, si es que crecen, muy débilmente. En estos momentos es muy difícil predecir la salida de una crisis especialmente larga, dura y destructiva que ha disparado los índices de desigualdad social (sobre todo en los Estados Unidos y en España) y amenaza con dañar gravemente a las clases medias, que tienen un papel clave en la estabilidad y la sostenibilidad de la vida económica y, sin duda, en la calidad democrática. Por su parte, una Europa envejecida y cansada, afronta además la crisis griega que abre ya sin remedio, otro debate límite entre políticas de estímulo y de austeridad que puede alcanzar cotas de polémica y confusión peligrosas.

Por lo que respecta a España, a todo lo anterior hay que sumar el durísimo golpe que va a suponer una avalancha de procesos electorales –cuatro o cinco pero van a parecer cuarenta o cincuenta– que nos mantendrán, desde ahora mismo y durante todo el año, en un clima incómodo y peligroso como consecuencia de la radicalización y polarización de la vida política que afectará muy malamente a la convivencia ciudadana. En estas épocas, la demagogia inunda la escena pública, se sacraliza el derecho a descalificar y a mentir y desaparece, como es inevitable, cualquier vestigio de sentido común, de prudencia y de mesura. Algún día habrá que estudiar a fondo la enorme carga que implican para la sociedad estos periodos dominados por la irracionalidad extrema.

¿Cómo afrontar esta época dominada por unos cambios constantes, acelerados e imprevisibles? ¿Cómo actuar y liderar en este mundo VUCA? Desde el sector empresarial y económico las distintas respuestas guardan relación con la flexibilidad, la adaptabilidad, la rapidez de reacción, el dominio de las redes digitales, el conocimiento profundo de las tecnologías emergentes (entre ellas, realidad virtual, robótica, drones, nuevos materiales, especialmente el grafeno, impresión en tres dimensiones, utilización de criptomonedas) y sobre todo una actitud positiva ante la nueva realidad, asumiéndola como fuente de nuevas oportunidades, que es exactamente lo que es y no como una excusa para la justificación de resultados pobres o para la inacción y el abandono de responsabilidades.

En el mundo político y sociológico habrá que reaccionar con el mismo espíritu y la misma actitud, entre otras cosas por la interrelación entre todos ellos. Los cambios van a tener una naturaleza y una intensidad similar. El nacimiento y el ascenso imparable de nuevos partidos en la escena política responde claramente al distanciamiento de la ciudadanía de los partidos clásicos y a su progresiva pérdida de credibilidad que en estos momentos está bajo mínimos. Ya empiezan a ser conscientes de que tienen que reaccionar, pero su capacidad de cambio y regeneración está oxidada y las inercias negativas a todo género de consenso y colaboración son demasiado potentes. Solo empezarán a ganar terreno si asumen, sin reservas, que en este momento histórico el pueblo español necesita comportamientos que les permita mirar al futuro con una mínima esperanza y que ello les lleve a colaborar en temas concretos, como lo han hecho por ejemplo con el pacto para luchar contra el terrorismo yihadista, que ha sido valorado muy positivamente.

Hay temas graves y urgentes en el área de la educación, la sanidad y la justicia en los que sin quebrantar en nada sus planteamientos ideológicos ni sus posiciones políticas, el PP y el PSOE y otros partidos del mapa actual, podrían llegar a consensos –de hecho ya han estado a punto en varias ocasiones– que mejorarían substancialmente el funcionamiento de muchas instituciones y muchos servicios y eliminarían problemas y conflictos absurdos, originados las más veces por oportunismos o tacticismos poco serios.

Si estos partidos no actúan con un mínimo de grandeza, si permanecen impasibles ante las nuevas realidades, si renuncian por principio al diálogo y se aíslan y refugian en sí mismos, los partidos emergentes –Podemos es el caso más significativo– les arrebatarán, con toda lógica, gran parte de su espacio, se renovará la ya endeble vertebración política y se alcanzarán entendimientos artificiales y situaciones poco controlables, al menos en un primer momento. Pero nadie debe inquietarse en exceso. Como hemos visto en el caso griego, el poder y la realidad moderan mucho las actitudes y las decisiones y el pueblo español –que ha resistido a pie firme y con una resiliencia admirable una época durísima– no va a permitir que el estamento político, por una u otra vía, se empeñe en conducirnos al caos institucional, ni al empobrecimiento democrático ni a la miseria económica. Los nuevos partidos, si llegan a alcanzar el poder, reaccionarán con sentido común, defenderán con el debido pragmatismo el espacio conquistado y obligarán a los partidos perdedores a replantear de una vez su estrategia y a renovar sus líderes y sus programas. Paradójicamente, nuestra vida política puede acabar fortalecida y enriquecida. A pesar de las negras apariencias, 2015 puede ser un año importante, un año decisivo, un año grande. Nos lo merecemos.

Antonio Garrigues Walker, presidente de honor de España con ACNUR.

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