Vulnerabilidad energética: ¿Para qué Europa?

Ayer se cortó el suministro de petróleo ruso a Polonia y Alemania procedente de Bielorrusia. En principio, los efectos de esta distorsión no son excesivamente acuciantes para ninguno de esos países puesto que poseen suficientes reservas de petróleo para varios meses que les concede un margen de maniobra suficiente para realizar importaciones por otras vías. Estos acontecimientos recuerdan a los que tuvieron lugar hace un año, cuando Ucrania cortó el suministro de gas ruso a Europa. En estas condiciones, se pone de manifiesto la debilidad de Europa en términos energéticos y su vulnerabilidad a decisiones políticas unilaterales de Rusia en este ámbito o a las iniciativas de otros países intermediarios, como se trata de los dos casos mencionados. Así pues, tales acontecimientos vuelven a hacer emerger a la superficie la dependencia y vulnerabilidad energética de Europa.

Con este trasfondo, cuál está siendo la respuesta de la Unión Europea. En términos formales, se está tratando de construir una política energética común que sirva de referencia a los países miembros y actúe como mecanismo de actuación hacia el exterior. En términos internos, dada la heterogeneidad interna de los países de la UE tal política está paralizada, mientras que en términos externos la imposibilidad de que sea aceptada por Rusia, principal suministrador energético de Europa, cuestiona su viabilidad. El problema esencial al que se enfrenta la política energética común europea y a cómo abordar la vulnerabilidad en este ámbito de la UE es que existen dos enfoques absolutamente distintos y difícilmente de conciliar. Por un lado se encuentran aquellos que defiende una visión global de la UE y, por otro, los que defienden la construcción de un espacio energético común, pero a partir de los propios países. Es decir, los primeros defienden la construcción de un espacio energético utilizando como referencia un supuesto "interés general" de la UE, mientras que los segundos apuestan por establecer un área energética europea por expansión de los intereses individuales de los países miembros. Mientras que los primeros hacen gala de su europeísmo, pero no consiguen llegar a consensos políticos dentro de la UE para llevar a cabo sus propuestas, los segundos van avanzando con los hechos haciendo prevalecer sus intereses particulares.

A este último respecto, a pesar de las importantes críticas que se han vertido sobre Rusia y su presidente Vladímir Putin, debe destacarse la actitud de los países líderes europeos, que están desarrollando la segunda posición menciona. En concreto, Alemania está cerrando varios acuerdos de participación en yacimientos de gas rusos, ha contratado a largo plazo suministros de gas, así como está construyendo en colaboración con Rusia el Gaseoducto de Europa del Norte. Por su parte, Francia ha prolongado el contrato que tenía con Rusia para el suministro de gas hasta el año 2030, mientras que Italia recientemente ha cerrado contratos de suministro de gas ruso a largo plazo, así como ha llegado a acuerdos para participar en la extracción de gas en Rusia. Asimismo, algunos de estos países europeos están abriendo parte de sus mercados de suministro interno a la empresa rusa Gazprom. Es decir, tales países están adoptando decisiones importantes de política energética que afecta tanto al interior como al exterior de (parte de) la UE, cuestionando la unidad de acción de la supuesta política energética "común".

En definitiva, la percepción de la vulnerabilidad energética en Europa es distinta en función de cada país y los más dinámicos de éstos están cambiando sus comportamientos para hacerle frente. En particular, Alemania, Francia e Italia conscientes de la dependencia energética de Rusia están desarrollando acercamientos económicos y energéticos a este último para disminuir su vulnerabilidad energética individual. Estas condiciones ponen de manifiesto la obsolescencia de la supuesta política energética "común" que se ha postulado formalmente.

De estos problemas de vulnerabilidad y dependencia externa en hidrocarburos se pueden derivar tres consecuencias importantes. La primera en términos propiamente energéticos y que se encuentra relacionada con la necesidad de buscar nuevas fuentes energéticas alternativas. A este respecto, pasa a un primer plano la discusión sobre el impulso de la energía nuclear dentro de un contexto de deterioro de las condiciones medioambientales actuales (calentamiento de la tierra), de cumplimiento de las exigencias del Protocolo de Kioto y de infradesarrollo de fuentes de energía renovables.

El segundo aspecto, relacionado con relaciones externas de la UE, significa que el acercamiento individual de varios países europeos a Rusia, haciendo más plurales sus relaciones mutuas, transforma a este último país en más fiable. Así pues, la conducta de tales países europeos genera una reducción en la vulnerabilidad energética de la UE en su conjunto, aunque a través de estos países líderes con acuerdos bilaterales energéticos establecidos.

La tercera dimensión y más política es que aquellos países que reduzcan su vulnerabilidad energética estarán en condiciones de influir sobre la política energética futura europea y en orientarla en función de sus intereses. Es decir, que la política energética europea irá adoptando cada vez más características del segundo enfoque de los mencionados, cuestión que tiene implicaciones nada neutrales sobre el futuro de la construcción de la UE.

Antonio Sánchez Andrés, catedrático de Economía Aplicada en la Universidad de Valencia.