Whatsapp: la corrección política hecha emoticono

No es una sorpresa, es otra víctima más. Este artículo llama a la reflexión de lo que parece una batalla perdida de la razón, una invitación a plantarse ante determinadas actuaciones que están basadas en la perversión grotesca de una idea inicialmente buena. ¿El enemigo? La corrección política.

Hacer de la excepción regla. Siempre. Ese debe de ser uno de los pilares de esta corriente filosófica buenista. «Un niño le ha enviado a un amigo el emoticono de la pistola y este ha cogido la Magnum 44 de papá y le ha disparado en la pierna. Tenemos que deshacernos de este emoticono, ¡incita a la violencia! ¿Cómo hemos estado tan ciegos, es que nadie piensa en los niños?». Así me imagino la reunión en California de los directivos de WhatsApp cuando decidieron sustituir el emoticono del revólver por un emoticono de una pistola de agua. ¿No se había dado cuenta? Pum pum, ya no está; ¡uy, perdón!, flush flush.

Y ¡oh, no! No acaba aquí. WhatsApp ya avisaba cuando a las manitas les dieron la opción de poner el color de piel (solo cinco tonos… ¿Y los tatuajes? ¿Y los rasgos faciales asiáticos, sudamericanos, etc.? ¿Y los mancos? ¡Exijo un emoticono muñón!). Pero ahora… Ahora no hay escapatoria.

La opción de elección del color de piel en un emoticono me parece ridícula, pero pasable, supongo que si fuese negro mandaría emoticonos negros (no lloraría si tuviese un emoticono, digamos, racialmente neutro), pero lo «PC» lo traspasa todo y llega hasta el infame todos y todas: una cocinera y un cocinero, una guardia real inglesa y un guardia real inglés, una soldadora y un soldador, una bombera y un bombero o una astronauta y un astronauto. Por supuesto, cada uno con su color de piel seleccionable. Todos los oficios de los emoticonos en WhatsApp han sido duplicados por géneros para satisfacer algún ¿deber social? ¿Principio de la justicia?... «Paroxismo de lo correcto». Compruébenlo.

«Solo son los emoticonos del WhatsApp, no es para tanto», dirán algunos. Sí. Si ha llegado a esa única conclusión ahora vuelva a Twitter, ahí pertenece el pensamiento de 140 caracteres. El hecho de transformar el emoticono de un arma por el de un juguete es un delirio tiránico para limar «todo lo que suene a malo» y limar, en definitiva, la libertad. Una sociedad que dedica más tiempo a la transmisión del mensaje que a su elaboración, a la forma antes que el contenido, está condenada a la estupidez y a la dominación.

Cada día suenan: «¡Discriminación! ¡Homofobia! ¡Me ofende!», seguido de un «perdón, perdón, perdón». Basta de disculparse a diestro y siniestro. Los ofendidos dictan hoy las nuevas normas, lo que está bien y lo que está mal, y, cual caza de brujas, van detrás de los que no comulgan con su fe.

Pero es que ofender y ofenderse es puramente subjetivo. La corrección política surgió inocentemente (o no) con el objetivo de no herir sensibilidades de los colectivos más vulnerables. Cambiamos muerto por difunto, gordo por grande; hemos arrebatado el color negro a estas personas y ahora no son negros, son afroamericanos. He llegado a escuchar de amigos anglosajones que el español es una lengua machista porque carece de un plural neutro. Alucinante. Pues eso también hemos llegado a creérnoslo para no herir esas sensibilidades. En definitiva, el uso de eufemismos, paritarismos, inclusivismos es un favor que hacemos en la creencia noble de que estamos ayudando, cuando lo que en realidad estamos haciendo es dar un trato de condescendencia hacia colectivos que no lo necesitan.

Y es que el mayor problema de hacer un favor a alguien repetidamente es que se convierte en costumbre, y el día que dejas de hacerlo, el malo eres tú. Y eso es exactamente lo que está pasando (machista, racista, homófobo, etcétera).

Volviendo a nuestra última víctima, me gustaría conocer a quien ideó: «Señores, necesitamos un emoticono de una Mamá Noel negra y una bailarina de sevillanas amarilla, eso es la igualdad, eso es justicia». Porque luego seguro que pensó: «Soy una buena persona, un defensor de los DD.HH. incluso». Yo le daría una medalla. De chocolate. Afroamericano. ¡Ups! O bueno, bien, un abrazo, lo necesita.

El colmo del delirio paritario, multirracial y multicultural emoticonil de WhatsApp está por llegar con las familias… ay, qué risa, ¡aquí ya han decidido suprimir el color de piel y tirar de amarillo, porque imaginad las combinaciones! Un padre negro, otro amarillo, un hijo blanco y la otra hija marrón. Confío en la siguiente actualización…

Gonzalo Viejo Aparicio, Ingeniero Superior de Caminos de la Universidad Politécnica de Madrid.

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